Describir la personalidad de Carol Rumié Bossio, es redactar el libreto de una película o escribir la trama de una novela. Fue el clásico hedonista o sibarita: Nació en cuna de Oro; se casó con una dama nacida en cuna de oro. Su padre (Damasquino) se sobraba con el platino; su suegro ni para que contar. Tenía un perfil de actor de cine: alto, mono, ojos azules; vestía al estilo de Oscar de la Renta. Nunca se le vio con corbata, era remplazada por unas bufandas de seda Hindú, pero fabricadas en Italia. Era un conversador de antología, una de sus grandes cualidades, solo el privilegio de los seres de inteligencia superior, como fue también su chispa que a veces quemaba, a quien fuera su interlocutor. Como profesional un extraordinario Psiquiatra, profesor Universitario. Ya en los últimos años en la academia me toco darle cátedra a las mismas estudiantes a quienes les correspondía algunas materias de Odontología (ciencias básicas): alumnos de medicina. Me contaban algunas discípulas que cuando les concernía escuchar la asignatura de Psiquiatría corrían a sentarse en las primeras bancas del aula para admirar al personaje y su verbo agradable.
Tuve la desgracia de no ser coetáneo de él. Me cuentan sus contemporáneos que las tertulias eran un festín. Fulgencio Lequerica Martínez, Augusto de Pombo, Esteban de Pombo, Miguel Facio Lince, Alberto Méndez Etc.
Me correspondió gozarlo asiduamente los últimos 10 años de su vida. En las reuniones del Club de pesca y en los restaurantes La Tinaja y María y Mulata. Hicimos empatía por los temperamentos que se nos acercaban, mamaderas de gallo cordiales. En ciertas ocasiones que incumplía, me mandaba llamar con Roberto Carlos Martínez (su otro gran amigo) y Alberto Araujo Perdomo. “llamen al carajito de Villalba” “que tengo ganas de pelear” y eso del abismo que había entre una y otra generación.