Fernando Salamanca Rozo se considera un sociólogo de formación, pero periodista de profesión: sus escritos han mojado las páginas de la revista Gatopardo y Soho, y ha publicado libros nutridos con sus originales crónicas bajo el sello Penguin Random. Además, es investigador asociado de la Universidad de Los Andes.
Salamanca presentó recientemente su último libro, Los independientes, publicado por la Editorial Nueva Luz 21, en el que desfilan once perfiles de oficios extraordinarios de personas ordinarias entre los que se encuentran un exorcista que ha perdido la cuenta de la cantidad de liberaciones que ha realizado; un médico forense que espera decodificar el caso penal más mediático de la historia del país y un líder del sindicato de toreros que entrena a niños y niñas que sueñan con ser matadores.
En Los independientes de Fernando Salamanca, de la Editorial Nueva Luz 21, el autor busca desenmascarar el rostro humano por medio de 11 perfiles (ocho colombianos y tres extranjeros) pasando por el rostro de la corrupción, empresarios extranjeros, los soñadores, los tozudos y generosos que decodifican y comprenden el final de la vida de los demás.
¿Hay en su libro Los independientes algo de influencia del escritor Gay Talese, especialmente por el contenido de su libro Fama y oscuridad en el que habla de personajes excéntricos de Nueva York?
Totalmente. He leído mucho a Talese. A medida que iba ahondando en los personajes. Me di cuenta de que cada uno de ellos tiene un universo propio, y eso es lo que quería retratar. Cuando leía a Talese y a Capote, me di cuenta de que le podía dar forma a mis personajes, hacer una historia definida de los perfiles por medio de un abanico de oficios, regiones y posibilidades laborales que muchos no conocían.
¿Cuál es la intención detrás de escribir sobre personajes que, aunque sus oficios son extraordinarios, son anónimos para la sociedad?
Aquí también hay influencia de Talese al querer entrevistar a los segundones. En ellos hay una riqueza humana única en lo que engloba el fracasar o, en este caso, triunfar anónimamente. Esta riqueza humana es la que me llevó a buscar estos personajes. Debemos, siempre que podamos, darle la voz a quien no tiene voz. Hacer una gran historia sobre personajes desconocidos.
De todos estos personajes que desfilan en su obra, ¿cuál fue el que le costó más abarcar?
Cada uno tenía su dificultad y manera de abordar, pero el que para mí estuvo más lleno de matices y posibles asociaciones e historia universal, fue el forense español Miguel Botella, a quién entrevisté por primera vez a mediados del 2015 para hablar sobre su hallazgo al descubrir el primer caso sobre cáncer de mama en la humanidad, y luego, después de un año lo volví a encontrar en el vestíbulo de un hotel al norte de Bogotá, donde me informó que estaba siendo parte del juicio en el caso Colmenares, citado por la defensa de Jessy y Jessica. Aparte de Botella, también debo resaltar a Agustín Moreno Cañadas, el matemático que desenglobó la operación Jaque por medio de una fórmula matemática. Sin lugar a dudas, no es sencillo narrar como un matemático desglosa un hecho noticioso desde una fórmula.
Siempre se habló de la simbiosis existente entre la literatura y el periodismo, ¿cree usted que es más frecuente encontrar herramientas de la literatura en el periodismo narrativo?
La literatura nutre mucho al periodista. En esa medida, la literatura es una caja de herramientas para el periodista escritor, brinda técnicas propiamente definidas y la manera de abordar la historia. El momento previo de la escritura y la escritura como tal. El periodista escritor tiene un conocimiento más amplio al momento de escribir personajes, el ambiente y los diálogos.
Muchos sueñan con ser periodistas en Colombia. ¿Cree usted que vivimos en un país donde se puede ejercer libremente el periodismo?
En las ciudades sí, pero en donde más cuesta escribir con libertad son las regiones apartadas como Montes de María o el Cauca, donde hay problemas muy complejos, con una incidencia peligrosamente marcada en la cotidianidad de las personas: la violencia de las nuevas guerrillas, el narcotráfico, el fracking. Esto está más arraigado en las regiones y ahí el periodista se enfrenta a peligros que en las ciudades no son tan notorios. Es muy diferente el periodismo de una ciudad como Bogotá por ejemplo, que el de Córdoba o los Llanos. Y es más peligroso investigar en esas regiones, que incluso publicar. Los invito a que lean el portal cero setenta de la Universidad de los Andes, es todo un nuevo periodismo de gente frentera.
Y para aquellos que sueñan con ser escritores… ¿Cómo hace un escritor en Colombia para no morirse de hambre?
Es difícil. Parte del compromiso para ser escritor es atravesar esas situaciones complejas. La clave, o al menos para mí, está en hacerse a un círculo de amigos que los respalde. Tratar de conseguir un espacio donde pueda publicar continuamente su trabajo y le dé un mínimo de estabilidad en el gremio. Otras de las opciones más viables en el mundo de la escritura es buscar un premio; existen muchos en los que se puede participar. El mercado colombiano no es tan malo como parece, pero no da para que todos vivan de eso. Si se aprende lo que el oficio implica, la dinámica del mercado colombiano, entonces pueden salir adelante. En este oficio no solo hay que trabajar mucho, sino que hay que saber trabajar.
Finalmente, ¿cómo hace su libro del mundo un lugar mejor?
Creo que en el mundo a hombres y mujeres les gusta leer historias y ese es el oficio de un escritor: contar buenas historias que se puedan leer en cualquier momento. Aquí, los lectores encuentran en estos personajes anónimos partes de ellos mismos. La idea es que el libro entretenga, saque sonrisas y en especial, haga que el lector aprenda, salir de la solemnidad que tienen muchos críticos, de que solo la gente culta puede disfrutar de una lectura. Y la labor de este libro es esa: que la gente se entretenga, aprenda y disfrute de las historias.