El rumbo que ha tomado la campaña política en Colombia empezó a mostrar sus consecuencias. Nunca han sido tranquilos estos períodos electorales, pero éste que está viviendo actualmente el país viene mostrando unas facetas muy preocupantes. La propaganda se caracteriza en muchos casos por no representar "un juego limpio". Por ejemplo, Germán Vargas Lleras se presenta en televisión junto a Gustavo Petro, lo cual es obvio, pero lo criticables es que cuando se supone que habla Petro, es la imagen y voz de Maduro la que aparece y se escucha. Nadie controla ese tipo de anuncios en los cuales se refuerza la idea del tristemente famoso castrochavismo, con el que se asusta al país. Dónde queda entonces el debate de ideas que se supone es la esencia de esta competencia por el máximo poder político. Pero hay mucho más.
Dos eventos que sucedieron el viernes anterior demuestran que la agresividad de los líderes políticos está produciendo sus frutos. El primero fue en Popayán, donde el expresidente Uribe sufrió en carne propia el rechazo y las agresiones de quienes se oponen a su ideología. Como anillo al dedo le cae a este episodio la famosa frase "siembra vientos y tendrás tempestades", porque Colombia lleva muchos años viviendo no solo la agresividad del expresidente, sino de sus postulados violentos y sus amenazas veladas y explicitas. Si alguien tiene la culpa de lo que le sucedió al expresidente Uribe en Popayán es el mismo. Pero este comportamiento no solo ha sido de él, sino de muchos de sus seguidores a quienes él lejos de frenarlos los estimula. Esa reacción fue Inesperada para ese grupo político porque el uribismo está convencido de tener el país en sus manos. Pero lo que sucedió en Popayán es solo una muestra de lo que pasa en ciertos sectores, especialmente el de jóvenes, que para expresar su oposición al exmandatario utilizan las mismas agresiones que le han escuchado a él y a sus seguidores.
Ese mismo día a Petro, esta vez en Cúcuta, se le repitió lo que ya vivió en Medellín, pero con más violencia: ataques a su vehículo de personas que aún no están plenamente identificadas, así como alcaldes que están frenando su manifestación pública; es decir están interviniendo en política. Parecería inconcebible que en Colombia el ministro del Interior tenga que salir a recordar a los alcaldes que no pueden involucrarse en las manifestaciones políticas.
La polarización entre el sí y el no frente a los Acuerdos de la Habana,
ahora, no tiene nombre y además tiene efectos que despiertan todo lo maloque puede tener el ser humano
Hasta dónde llegarán estas tempestades que se han originado en la forma como se viene ejerciendo la política. La polarización entre el sí y el no frente a los Acuerdos de la Habana, ahora, no tiene nombre y además tiene efectos que despiertan todo lo malo que puede tener el ser humano: un grado de intolerancia y de capacidad de agresión que era lo que menos se esperaba en estos tiempos que deberían ser de construcción de paz.
A este clima se le debe agregar el miedo que nace también de la incertidumbre, porque lo que ya es bastante claro, es un Congreso en el cual pocos creerán y una presidencia entre un representante de la izquierda que aterroriza a las élites económicas y uno de la derecha detrás del cual está dominando Uribe, a quien le tienen pavor los sectores progresistas del país. Que entre el diablo y escoja.
Esta difícil e impredecible situación es la tempestad que nos espera como producto de esos vientos perversos que han generado estos políticos colombianos con más ego que patriotismo. La verdad es que en el país, los millones de colombianos que han estado al margen de estas turbulencias, no se merecen esta incertidumbre y esta dolorosa situación.
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