Definitivamente hay que dejar tanta paranoia. A propósito de las orientaciones del Ministerio de Educación Nacional sobre la temática de género y sexualidad con la que busca aportarle a la configuración de entornos escolares más inclusivos, libres de hostigamiento, debo decir que somos una sociedad construida sobre el miedo y con poca formación en alteridad. En los últimos días se ha puesto en marcha una campaña de desinformación, por lo demás politizada, que busca producir odio y temor sembrando ignorancia. Se están reproduciendo falsas cartillas con contenido explicito que nada tienen que ver con la intención del MEN de crear una ruta pedagógica para la diversidad, acatando las disposiciones de la corte constitucional. La cartilla elaborada por dicho ministerio con apoyo de Unicef, el PNUD, entre otros, busca ahondar sobre las discusiones de identidad de género y orientaciones sexuales precisamente para formar en la diversidad y mitigar el matoneo del que son víctimas las minorías sexuales en las escuelas. Esto se traduce: conocimiento para salir de la oscuridad.
Acá no hay una política para crear una fábrica de gays o lesbianas y otros, si es lo que las familias tanto temen (de cuando acá a un ser humano le definen su orientación e identidad sexual en una clase de sexualidad). La cartilla y la modificación de los manuales de convivencia solo intentan precisar conceptos por un lado y garantizar derechos por el otro, abriendo escenarios para proteger la dignidad de las minorías sexuales. Desde la Escuela, y no solo desde el hogar, se debe trabajar en ello, mucho más cuando nuestras familias se han quedado ancladas en el pasado a la hora de entender una realidad que pisa fuerte, razón por la cual los temas de sexualidad y género son observados con pudor y desde la óptica de una moralidad enfermiza. Recuerden que la sexualidad no está relacionada exclusivamente con lo genital; es una cuestión mucho más compleja, y en efecto como sociedad, al parecer, no estamos preparados para asumirlo de esa manera. En ese orden de ideas, la escuela tiene la misión de iniciar un trabajo pedagógico que al final debe permear los hogares para detener la exclusión y el acoso. Sin embargo, hay un fuerte recelo por abrirse a lo diverso, nos da miedo el otro, las palabras aceptación e inclusión nos representan imposición y "colonización" y de esa forma, lamentablemente, la violencia seguirá siendo una práctica cotidiana de los colombianos.
Ahora bien, me sorprende mucho que las minorías religiosas, (para no hablar de algunos retrógrados militantes de izquierda que pelearon para ser reconocidos como minorías políticas) que tanto trabajaron y trabajan para que sus derechos sean garantizados y con ello su posibilidad de manifestar libremente sus representaciones, prácticas y ética religiosa, sean quienes hoy promueven, abiertamente, acciones que solo fustigan el mismo derecho que reclaman las minorías sexuales en un país que, tristemente, no mira el ejemplo que nos dan otras sociedades. Allí la inclusión ha sido directamente proporcional a la Paz. Cuánto cuesta aceptar lo diferente, concebido como "contra natura". Desde antaño ser mujer, ser afrodescendiente, ser de izquierda, ser zurdo, pasando por el asunto actual de ser demasiado inteligente (hiperactivo, lo llaman algunos) y creativo, han sido percibidos como condiciones antinaturales, corregibles, dañinas, contagiosas. Por esa razón la sociedad quiere negar esos comportamientos que son moralmente incorrectos" ¿Cómo? A través del aislamiento, el señalamiento y de ser preciso, la eliminación.
A propósito de la idea que circula sobre una “dictadura gay” y con ella la fuerza que cobra por estos días la palabra imposición, creo que vale la pena reflexionar sobre un asunto fundamental. Una exigencia constitucional no puede ser llamada imposición, no cuando ella trata de proteger la dignidad y la vida de una persona. Porque al final es eso; el matoneo o bullying que viven las minorías sexuales ha llegado a hacer tan extremo, que la muerte se convierte en la solución de esas personas para acabar con tanto rechazo. De esa manera, ante las aristas de esta realidad social, no hay más remedio que construir políticas públicas que apunten hacia la inclusión. De qué otro modo lo hacemos sino así? Acaso corrigiendo comportamientos? Basados más en las orientaciones de preceptos religiosos que en la plataforma de los Derechos Humanos? Yo lamento decir que la religión no ha contribuido demasiado a la discusión sobre la garantía de las libertades civiles y no es de esperar otra cosa, tal como lo hicieron los manuales de moralidad, para no ir tan lejos, en el siglo pasado. Así entonces, en la discusión sobre la imposición de la homosexualidad que reclaman varios sectores de la sociedad -tema este que tiene a las familias colombianas en vilo-, me pregunto sí cuando las mayorías heterosexuales sugieren que existe un orden de cosas basado en la idea de lo natural, además socialmente legitimado, no están imponiendo un pensamiento hegemónico. En este momento, las minorías sexuales más que imponer, exigen que se respete la carta del 91 y su artículo 13. Es eso una imposición? No lo es. En cambio sí lo es cuando la población mayoritariamente heterosexual, siembra temor y desinformación, en tanto en cuanto cree que por incluir escenarios para construir diversidad, les van a arrebatar su predominante percepción de la vida.
Cuánto recuerdo en estos días a Michel Foucault y el asunto aquel de la disciplina. Ya en "Vigilar y Castigar" el filósofo hacía un análisis de esos dispositivos disciplinarios que solo buscaban fabricar individuos y enderezar sus conductas para hacerlos agradables a la sociedad y aceptados por el Statu Quo. No es eso lo que quieren las familias y otros sectores políticos y de la sociedad civil en Colombia? Qué hacemos con las minorías sexuales en los colegios? Vamos a corregir los comportamientos llamados "abominables"? Apuesto a que ese es el deseo de los que convocan a las marchas contra la actual política del ministerio. Y aun así, mucho más a fondo, lo que muchas familias y otros tantos desean, es eliminar a la gente "rara", desaparecerla de cualquier escenario y negar a sus hijos una realidad palpable. Y es que así funcionamos, negando todo, ocultando, metidos en la caverna, repitiendo discursos infundados, señalando lo nuevo, cultivando la ignorancia y por ende el odio. Herencia nefasta nos dejó la colonización! cuánto mal le hacemos a nuestra sociedad! No todo puede pasar por el ámbito de lo religioso, estamos es un país laico, (aunque nostálgico del confesionalismo omnipotente de antaño), no todo es cuestión de moral. Construyamos sociedad desde los Derechos Humanos, solo así podremos avanzar un poco más por la senda de construir paz con justicia social y equidad.