En el 96 comencé a escuchar rap, a escucharlo profundamente, concienzudamente, pero en el ritmo, porque eran canciones en inglés y aunque no entendía un carajo de lo que decían, me hacían mover por dentro.
Luego comenzamos a escuchar rap en español, La Etnia de Bogotá, El perro demente de acá de Medellín y rap de España y Puerto Rico. Con esto oíamos el flow del rap en inglés que es supremo y la forma de las rimas en español. En el 99 comenzamos a escribir canciones.
Soy muy tímido, y en esa época más. No lo controlaba. Sólo hablaba con los parceros, y muchas veces ni saludaba, no por grosería sino por una timidez extrema. Incluso con los parceros me daban pena muchas cosas, incluido cantar.
El Gnomo era el mayor y el más suelto, se vestía más estrafalario que todos. El Loco, que lamentablemente murió años después de cáncer, tenía el apodo justo porque era el más extrovertido, hacía performance y se chimbiaba. Entonces empecé a escribir y a experimentar con los equipos en mi casa. Grabando los programas de los domingos, que eran la única hora de rap en la semana.
Grababa y repartía los casetes al parche. Con eso aprendía a grabar en mi propio equipo de sonido, en el de la casa. Ponía una pista en un casete y grababa la voz en otro. Todo muy análogo, pero por eso los parceros del barrio empezaron a grabar en mi casa. Pensé que si hacía todo eso cómo no iba a escribir, y en el 99 comencé con ese impulso de querer decir cosas. No recuerdo como era, pero sí que la primera canción que escribí fue la historia de un sicario que habíamos conocido. Un pelado que se fue a hacer una vuelta el mismo día que su novia se fue a hacer la prueba de embarazo y mientras a él lo asesinaban, porque salió mal la vuelta, a la novia le daban el positivo de su embarazo.
El coro decía algo así como: “Sicario, sicario, has hecho un pacto macabro. Pagaste con tu vida…”. No recuerdo como seguía, pero eran vainas de esa manera.
