El 11 de junio 1992 parecía un día como cualquier otro para la casa de la calle 96a con 49 del Barrio Villa Santos en la ciudad de Barranquilla. La familia Orozco Cabello empezaba su rutina a las 6 de la mañana. Clara Elena despertaría a sus tres hijas, Kelly Johanna, Wendy Yolani y Loraine, para que se alistaran para ir a clase en el exclusivo Colegio Marymount y como usualmente sucedía sería una batalla para lograrlo. Pero justo ese día, apareció por la puerta de la habitación Rafael Orozco pidiéndoles que le hicieran caso a su madre.
El cantante dormía normalmente hasta el medio día por que sus compromisos musicales lo obligaban a volver a casa hasta altas horas de la madrugada pero ese miércoles fue diferente, Orozco despidió de beso y abrazo a sus hijas antes de que partieran. Había regresado de su última gira en Venezuela el 6 de junio, en un viaje por tierra de 24 horas únicamente para ver a lo que más quería, su familia.
El resto del día transcurrió sin mayor novedad. En la mañana, Rafael prefiero no desayunar, solo se tomó un jugo de naranja mientras inspeccionaba el periódico hasta encontrar noticias de su mayor adicción: el fútbol. Luego descansó pero no lo suficiente pues estuvo muy cotizado por su familia que siempre que podía, lo llamaba para saber de su vida en la ciudad, de Clara Elena, sus hijas y su ajetreado trabajo. 'Rafita', como solían llamarlo, les prometía que pasaría a visitarlos cuando tuviera la oportunidad, siempre era una buena idea escaparse a su pueblo natal, Becerril, Cesar. En esa ocasión fue Misael, uno de sus 12 hermanos, con el que hablaría por última vez.
En horas de las tardes, llegaron sus hijas de su última día de clase. Kelly, la mayor de las hermanas, le rogó a su padre que le permitiera hacer una reunión en la casa con sus compañeros para despedir el año escolar como se debía. Rafael corrió con su esposa a comprar los preparativos de la fiesta. Estuvieron de vuelta a las 6 de la tarde, Rafael hablaría por teléfono con Israel Romero, su entrañable compañero del Binomio de Oro, sobre el concierto que darían en Cúcuta el siguiente sábado y colgaron no sin antes prometerse que sería el mejor de los toques.
A las 8 de la noche, llegaron los invitados y Rafael los atendió con el carisma que lo caracterizaba. Entrada la noche bailaría su última canción con Clara, 'amacizados' como tanto les gustaba. Hasta que la señora que hacía los quehaceres de la casa los interrumpió. Unos muchachos del Binomio de Oro y que eran casi de la familia buscaban a Rafael. Su esposa le rogó que no los atendiera que mejor al día siguiente los llamará a ver que necesitaban. Pero Rafael no los hizo esperar y salió para nunca volver.
Minutos después, Clara escuchó disparos e inocente de la pesadillas que le esperaba afuera de su casa, salió en busca de un Rafael que yacía en el piso, llenó de sangre con nueve tiros de bala. Aunque le suplicaba que siguiera respirando mientras lo llevaba al hospital, era demasiado tarde para el vallenatero de oro. Fue asesinado por motivos que han sido un misterio.
Sin embargo, luego de muchos años, a principios del año 2019, uno de los sicarios que participo en el asesinato del maestro Orozco concedió una entrevista para la Revista Semana, explicando como se planteó el homicidio que dejó a todo un país en luto. Esta fue la entrevista:
Revista Semana ¿En qué otros asesinatos ha participado?
Sicario: Yo me convertí en un sicario muy cotizado. Mi trabajo siempre fue reconocido por el “patrón” y así conocí mucha gente cercana a él. Cuando se entregó a las autoridades, las cosas se comenzaron a complicar porque la plata se acabó y no había mucho que hacer. Fue así como un día un paisa me contactó para que me fuera a trabajar con la gente de la Costa, una organización dura que fue creada por Pablo Escobar, quien recibía el 50 por ciento de todos los negocios que los costeños realizaban. Con ellos me fue muy bien. Había mucha gente que tenía cuentas pendientes y que tocaba arreglarlas. Entre ellas el cantante del Binomio de Oro y los hermanos Durán.
Revista Semana: ¿Acaso a Rafael Orozco no lo mataron por líos de faldas?
Sicario: No, que va. Rafael Orozco llevaba cuatro años trabajando con el cartel de la Costa. Era uno de los mejores lavadores de dólares, pues utilizaba sus presentaciones en el exterior para meter verdes a la lata al país.
Revista Semana: ¿Cómo lo hacía?
Sicario: Cada vez que salía del país, especialmente a Estados Unidos se llevaba su colección de acordeones. Eran 12 en total. Allá los desarmaba y los rellenaba de dólares que luego entraba al país sin ningún misterio, pues era un ídolo y nadie lo molestaba.
Revista Semana: ¿Qué pasó con él?
Sicario: Orozco le pidió a la gente de la Costa que le aumentaran su participación en el negocio. El recibía el 15 por ciento por cada embarque y quería que le subieran la cuota al 25 por ciento. La gente se molestó y no estuvo de acuerdo con él. Pero las cosas se complicaron en un viaje de regreso de Estados Unidos. Tres de los 12 acordeones, que venían con 12 millones de dólares, se perdieron. Orozco se comprometió a recuperar la plata, pero nunca cumplió.
Revista Semana: ¿Quién se robó la plata?
Sicario: Nadie. El se torció y se quedó con el billete. Eso no le gustó a nadie y le dieron un plazo para que se pusiera al día. Una vez fuimos a su casa y le dijimos: «Arregle esa vaina rápido porque la gente está muy molesta y ya le pusieron precio a su cabeza. Están ofreciendo 130 millones de pesos para que lo maten y hay muchos que quieren el trabajo”. Orozco se quedó callado y dijo: «Con la fama que tengo, esos manes no se meten conmigo porque saben que yo les armo un escándalo y les acabo el negocio”.
Revista Semana: Luego, ¿qué ocurrió?
Sicario: Se ordenó el asesinato y se escogió a un sicario llamado el “Mono” Del Veccio. Se le entregó una pistola con dos proveedorés y se fue con nosotros en busca del cantante. Antes de matarlo se dio la orden de darle una última oportunidad para que devolviera la plata. Cuando Orozco salió de su casa para atender la visita que llegaba, él se molestó y nos echó. Cuando nos dimos la vuelta para subirnos al carro en que habíamos ido, se bajó el “Mono” Del Veccio, se acercó a Orozco y le metió nueve pepazos.
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