Es probable que al CEO del chismorreo mundial, Mark Zuckerberg, con su cara de yo-no-fui y sus bluyines rotos de it boy, le esté pasando lo que a mí cuando, quinceañera de barrio, tenía una sola aspiración: sacar el pase el día que cumpliera los 16. Me preguntaba, entretanto el angustiado profesor me azaraba con puñados de instrucciones, cómo hacían los que iban al volante en la fila de al lado para manejar y comer chicle al mismo tiempo. ¡Imposible! (Pasé raspando el examen, abollé el carro de la casa y rápido comprobé que el chicle es lo de menos cuando de culebrear entre el tráfico se trata).
Pero que en pleno siglo XXI, un profeta de Silicon Valley se haga una pregunta parecida: ¿manejar el cerebro y el útero al mismo tiempo?, no deja de sorprenderme. Y de indignarme, cuando lo imagino respondiéndose: ¡imposible!, mientras observa por el ventanal de su despacho, los enjambres de abejas que revolotean sin parar entre esa jaula de oro que dice Facebook por todas partes, para que a ninguna se le olvide lo afortunada que es el haber sido bendecida por la tecnología, la nueva iglesia que —al igual que otras— pretende marcar el compás de la vida de sus fieles.
Según lo reveló la cadena NBC News, Facebook, desde enero pasado —Apple se le sumará el próximo— ha añadido a la lista de incentivos laborales, el pago del tratamiento de criogenización de óvulos, con el fin de que la maternidad no disminuya ni el talento ni el rendimiento femeninos. Como da la casualidad de que la vida fértil y la productiva suelen coincidir en los seres humanos…, para las carreras de las mujeres representa un obstáculo la familia; para los hombres, en cambio, es prueba de cuán cerca está la cima. (Una talega de golf, un Audi, un Rolex, una mujer bonita y unos niños impecables, qué más puede pedir un yuppie). Trabaje 24 horas, siete días a la semana, mija, que el embeleco de los muchachitos puede esperar a que usted esté fundida. Si quiere trepar por el zigurat del éxito, como si fuera un hombre.
Es un descaro. No la posibilidad científica de congelar los óvulos por razones médicas o por asunto personal, sino la manipulación soterrada que se hace de ella, presentando como generosidad de los empleadores lo que es intromisión en la intimidad de las empleadas. Usted decide, señora; o ingresa al dream team de esta multinacional, o permanece en la segunda división de las mamás que trabajan. Si se decide por la primera opción, nosotros le daremos el poder para que realice el mejor trabajo de su vida, mientras cuida a sus seres queridos y cría a su familia (a futuros yen el freezer). Con el respaldo de Eggsurance.com, le aseguramos dos ciclos de estimulación ovárica para la toma de muestras, por un valor de diez mil dólares cada una, más 500 dólares adicionales por el almacenaje anual. (Vaya, vaya con esta congregación de hermanos de la caridad). Lo toma o lo deja, he ahí la disyuntiva. Y la discriminación y el irrespeto. Y, además, la falta de información. No solo el reloj biológico determina que una mujer pueda o no reproducirse, los óvulos congelados no son garantía de ello y los procedimientos invasivos no son inocuos, tienen riegos y no son pocos. ¿Lo saben Zuckerberg, Cook y sus potenciales ejecutivas estrella?
Y he ahí, también, la presión. Con guante de seda, pero presión. “Basta ya”, tenemos que decirlo claro y fuerte las mujeres; no solo en relación con los temas que tanto nos atormentan como género (maltrato, trata, abuso sexual, atavismos culturales, pobreza, falta de control sobre la propia vida, etcétera y etcétera), sino con otros que la sociedad nos impone, amparada en nuestra propia complicidad: escotes abultados, traseros como globos de piñata, labios de picadura de avispa, caras estiradas, cuerpos lampiños, vaginas reconstruidas, sonrisas diseñadas… La juventud forzada y la belleza acartonada. Y con los huevos refrigerados. (El momento llegará cuando estas chicas-robot tengan más silicona que un smartphone y menos zumo que un alcornoque. Pagarán el pato los muchachitos, pobre generación).
COPETE DE CREMA: Pero, aunque parezca, el bisturí y la maternidad tardía no son el punto, si esta o aquel –o ambas– obedecen a una decisión autónoma de quien la toma. Porque le gusta, porque le da la gana, porque es dueña de sus actos y sus consecuencias. Tampoco lo es la tecnología (me fascina), qué sería del mundo actual sin ella. El punto es la libertad vulnerada, en este caso por Facebook y Apple que presentan bajo el disfraz de la oportunidad lo que, en últimas, es un burdo acoso laboral. (Si usted tuviera útero, Mr. Zuckerberg, ¿le regalaría un “like” a su propuesta?).