Si yo fuera Santos, en vez de manifestar —en mi último viaje a EE. UU.— que Colombia es un país idílico y en paz, próspero y pujante, le hubiera dejado saber a Trump y a su equipo que estamos en Colombia atravesando serios problemas en casi todos los campos. Que lo de Buenaventura, lejos de ser la excepción, se está convirtiendo en el pan de cada día. Y que más allá de aplausos, condecoraciones o premios Nobel, lo que estamos necesitando con urgencia son apoyos de toda índole.
Si yo fuera Santos le hubiera dejado saber a los yanquis que la economía no anda nada bien. El calificado analista, Carlos Caballero Argáez, resume la situación del país en este campo de la siguiente forma: “La economía colombiana se encuentra en un delicado estado de salud. Su manejo requiere cuidados especiales. El crecimiento de 1,8 % en el año equivale al de la población colombiana, lo que quiere decir que el producto por habitante sería igual al del año anterior. Cualquier guarismo inferior es desastroso para el empleo y el bienestar social.”
Si yo fuera Santos les hubiera explicado a los estadounidenses que el vertiginoso y descontrolado aumento de los cultivos de coca es en extremo grave; y que sin un incremento en la ayuda económica y militar de EE. UU., principalmente con altísima tecnología, es poco lo que se va a lograr. El mayor problema del área sembrada en coca radica en que la erradicación manual es y va a seguir siendo un rotundo fracaso. El periodista Mauricio Vargas afirma que el programa de sustitución voluntaria de narcocultivos que acaba de lanzar el Gobierno, con pagos de hasta $ 32 millones a cada familia cocalera que acepte reemplazarlos no convence en Washington. Varios expertos en EE. UU. reciben con una sonrisa de duda el objetivo de erradicar 50 000 hectáreas este año por esa vía. Aparte de que ni siquiera significaría atacar un tercio de lo sembrado, otras miles de familias se animarían a cultivar para que les paguen por erradicar, en un círculo vicioso que los propios capos de las bacrim impulsan para seguir teniendo coca disponible.
Les hubiera explicado que el vertiginoso aumento de los cultivos de coca
es en extremo grave; y que sin un incremento en su ayuda económica y militar
principalmente con altísima tecnología, es poco lo que se va a lograr
Si yo fuera Santos le hubiera explicado a Trump que no ha sido posible erradicar ni 15 000 hectáreas de coca. Vargas da un excelente ejemplo: “una hectárea de coca puede alojar entre 10 000 y 30 000 matas. Usemos la densidad más baja: ¿a qué horas arrancaron 150 millones de matas, si la estrategia es esencialmente de erradicación manual y apenas comenzó a aplicarse hace unas pocas semanas?”
Si yo fuera Santos le explicaría a los gringos que las zonas que han abandonado las Farc, las han estado copando bandas comprando franquicias. El investigador y subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, Ariel Ávila, ante la pregunta ¿qué está pasando con los territorios que abandonaron las Farc? , contesta: “Las Farc operaban en 242 municipios. Si sumamos los del Eln, que son 99, algunos de los cuales se cruzan, llegamos a la cifra de 281 municipios que tenían presencia guerrillera. Lo que pasó en enero desde los puntos de preagrupamiento es que las Farc pasaron de operar en esos 242 municipios y se concentraron en 26 veredas, de tal forma que desocuparon un poco más del 98 por ciento del territorio donde operaban… Las Farc tenían dos grandes caras: la cara depredadora, que es el tema de reclutamiento, de la extorsión, del secuestro, de combates con la Fuerza Pública, pero tenían una cara que es lo que este país urbano nunca ha conocido: montaron un sistema paralelo de administración de justicia y seguridad.”
Si yo fuera Santos, en vez de tanta ceremonia y canto a la bandera, le haría saber los yanquis la enorme magnitud de los problemas que los colombianos enfrentamos.
