Willington Ortiz fue descubierto por un sacerdote llamado Félix Escota. Eran los años cincuenta y Willington vivía en una de casas de madera donde los pobres se refugian al lado del mar en Tumaco. Le pusieron el nombre porque Wellington era una marca recurrente entre los barcos que llegaban al puerto. Era aprendiz de carpintero y de sastre desde los 7 años para ayudarle a la familia pero cada vez que podía se iba a jugar a la playa. Escota lo vio y a los 17 años se fue a Girardot a jugar con un equipo. El cura le prestó hasta la maleta. En Girardot fracasó y regresó a Tumaco. Después fue rechazado por el América, el Pereira y el Quindío. Lo rechazaban porque era muy bajito y flaquito.
Sin embargo Jaime Arroyabe, el sabio, lo vio jugando en Tumaco y se lo llevó a Millos en 1972, cuando tenía 20 años. Todo lo sorprendió, empezando por las carreras eléctricas del Dorado. Con Millos fue campeón dos veces, en 73 y 75 y se destacó en las Copas Libertadores de 73.74, 76 y 79. En 328 partidos con el elenco Embajador marcó 98 goles, después pasó al Cali, donde jugó 158 partidos y marcó 46 goles. Con el América fue tres veces subcampeón de la Libertadores. En 1988, a los 36 años, se retiró del fútbol.
Hoy todo quedó atrás, hasta los malos momentos, como cuando lo metieron en la Lista Clinton. Tiene un restaurante de comida del Pacífico en Bogotá y lo puso el Rincón del Viejo Willy, fue congresista y muchas cosas más pero siempre será un crack. Los que saben de fútbol dicen que su pase hoy en día costaría 100 millones de dólares y que tendría la potencia y velocidad de Mbappé. De él lo único que nos quedan son sus goles inmortalizados en videos:
