No soy tan valiente como lo pensaba, aunque tenía la confianza absoluta de que lo era. Después de todo logré servir a mi país por veinte años con una convicción inquebrantable.
Sin embargo, precisamente hoy descubro que soy el más cobarde de todos los colombianos, al no tener la valentía que mostró nuestro senador Gustavo Bolívar para insultar a nuestros policías. Cómo quisiera tener esa fuerza para insultar y destruir, aunque mis objetivos serían otros... después de todo siento gran respeto por nuestros policías y soldados.
Con eso en mente, quisiera insultar a:
- Nuestro presidente Iván Duque Márquez, a quien delegamos la noble labor de dirigir este país. Sin embargo, con gran dolor evidenciamos que le importa un carajo sus gentes. No existe otra manera de entender su arrogancia al presentar una reforma tributaria en el peor momento, incendiando millones de corazones llenos de desesperanza. Sí, hasta la esperanza se pierde en este país.
- Nuestros dirigentes del Comité Nacional del Paro, quienes al igual que el presidente les importa un carajo sus gentes y fueron los promotores de un suicidio colectivo al incitar a miles de colombianos a las manifestaciones que inevitablemente se transformaron en aglomeraciones, causa directa de tantas muertes por COVID-19.
Hoy día algunos países se están estabilizando después de tanta muerte y dolor causada por el virus; no obstante, nuestro país se encuentra en el momento más oscuro y triste gracias a sus indolencias.
- Todas aquellas personas que nos dejamos manipular por unos y por otros, desconociendo la gravedad del momento y todas sus repercusiones.
- Enel Codensa, empresa prestadora de servicios públicos, que de forma descarada insiste en cobrarme un valor desproporcionado e injusto. Si estuviéramos en una nación decente, sería ilegal, por lo que ellos denominan recuperación de energía.
- Los medios de comunicación por su apatía y desconsideración hacia mi llamado reiterado donde solo pido un poco de visualización ante semejante injusticia. Infortunadamente, como mi llamado es respetuoso y decente no soy escuchado; si mi llamado fuese violento y agresivo seguramente ocuparía sus primeras páginas.
Pero como ya lo dije antes, no soy tan valiente, no les puedo insultar, aunque bien merecido lo tendrían. Solo me queda ir a los brazos de mis pequeños hijos Sebas y Juanes buscando consuelo para mi alma y espíritu. En ellos encuentro paz y tranquilidad, a pesar de todo lo injusto e irracional que pueda ser el mundo y sus personas.
Hijos, cómo quisiera dejarles un país maravilloso para que lo estremezcan con sus capacidades y talentos. Infortunadamente, siento que he perdido todas mis fuerzas y creo que no tengo más para dar. En este país todo es muy difícil, ya que todo o casi todo está articulado para pisotear al otro, para robar y para acabar con cada una de las cosas. La justicia es un lujo para pocos.
Perdónenme, hijos, por no dejarles un país mejor.