La anterior frase es de una gravedad espeluznante. Está referida al origen del primer animal sobre la tierra que surgiera de una inflación de genes nuevos.
Me detengo a pensar por un instante y quiero que me acompañen, eso sí, rezando. ¿Entonces de mis propios genes el 55% proviene del primer animal? Si imagino que durante mi vida no he creado ni uno solo nuevo que me pertenezca única y exclusivamente, resulta que he estado viviendo de gorra con una estructura prestada de la que jamás he sido consciente ni siquiera una millonésima de segundo de mi vida. Pero además, jamás me imaginé tan viejo. Si el asunto sigue así se podría decir que la vida eterna de esos genes está garantizada, es decir, cargamos una eternidad de la que jamás nos percatamos y, lo peor, no tenemos ni idea de cómo recuperar y disfrutar deliberadamente los saberes super ancestrales allí encriptados.
Sería una delicia, al menos para mí, disfrutar el feliz momento en el que pude haber respirado por primera vez en la vida el oxígeno molecular en vez de aquella pócima gaseosa prebiota, según el siguiente intrincado viaje: “el oxígeno molecular (O2) apareció en nuestra atmósfera hace unos 2500 millones de años. La teoría más aceptada para la aparición del O2 en nuestro ambiente es la teoría de la evolución química del oxígeno. Lazcano-Araujo (1989) defiende esta teoría y plantea la fusión de átomos de hidrógeno (H) a elevada temperatura para formar nuevos átomos: dos átomos de H más 2 neutrones originarían un átomo de helio (He). Dos átomos de He darían lugar a un átomo de berilio (Be). El carbono (uno de los elementos pilares de la vida) se originaría a partir de He más Be. Posteriormente, el oxígeno se formaría a partir de He y C. Sin embargo el O2 tardaría en aparecer, ya que la mayoría de átomos de oxígeno estaba asociado a otros elementos (H2O, SO2, NO2, unido a metales, etc…)".
Por favor, alcancen a calcular las tortuosas e inverosímiles rutas químicas y los años de espera mientras se resolviera el chico.
Como allí todavía no intervine, recreo el siguiente paso: “Para explicar la contribución de las cianobacterias en la aparición del O2 es necesario partir de una situación donde el agua ya estuviese presente, en la que habitarían microorganismos primitivos, tanto anaeróbicos autótrofos y/o heterótrofos como fotosintéticos. En esta situación, las primitivas cianobacterias liberarían O2 mediante la fotólisis de moléculas de agua (H2O) y empleando los protones (H+) y electrones (e–) para generar energía usada en la biosíntesis de hidratos de carbono:
CO2 + H2O+ Energía de la Luz = CH2O + O2
Se especula que las cianobacterias ya son animales, pero otros dicen que todavía yo no estaba allí. Pero soy optimista. Menudo trabajo hube de realizar y de lo cual me debería sentir orgulloso si lo supiera, es decir, si sobre mi piel resbalara el recuerdo sensible y perenne de esa osadía. Pero, nanay cucas, no recuerdo absolutamente nada. “Una vez que la atmósfera se enriqueció en O2, se originó la capa de ozono (O3) por acción de la radiación ultravioleta sobre el O2 presente en las capas más altas de la atmósfera”.
Calculen ahora el descontento e irritación inmisericorde que podría embargarme para que después de realizar trabajo tan meritorio y enjundioso para salvar la tierra per secula venga un salvaje animal sin saber y sin conciencia como Trump a estar jugando con la salud de la tierra poniéndola en peligro yendo él mismo contra el trabajo que sus propios genes me ayudaron a crear. ¡No me crea tan pendejo! ¡No hay derecho!
¡Y todo por política! Algo tan estúpido que ha demostrado por siglos y siglos que no sirve absolutamente para nada salvo para meternos en guerras y más guerras. ¡Es increíble!
Pero hay otra apreciación que conmueve y sorprende aún más si cabe: dice que el primer animal que existió, yo en un 55 por ciento de mis valientes genes, a mucho honor y sacó pecho, se debió a una explosión de genes. Resulta una satisfacción gigantesca, abrumadoramente grácil, que surgido de una explosión de genes con ello rememore y metaforice la gran implosión que dio origen al universo. ¡Cojones! ¡Aténganse carajo que en ese momento pude tener todavía conciencia de que estoy teniendo memoria desde el principio de los tiempos! ¡Aleluya!
Un día de estos, traeré a colación mis aventuras genéticas cosmológicas. Por ejemplo, ninguna de las partículas, neutrinos primigenios, del Big Bang ha sobrevivido hasta la fecha. Es una especie extinguida si remedio. A ningún gobierno sobre la tierra se le ha ocurrido jamás gastarse unos cuantos dólares para erigirles una estatua conmemorativa. ¿Y cuándo? Están ocupados, dicen, resguardando el sistema que mejor nos lleve a la ruina. A eso sí le dedican tiempo pues eso les permite vivir sus “meras vidas” como diría nuestro filósofo contemporáneo Byung Chul Han.
“Nuestra propia especie pertenece a una rama, la de los vertebrados (animales con columna vertebral), junto con las aves, los reptiles y los peces. Estudios genéticos han demostrado que entre nuestros parientes invertebrados más cercanos se encuentran las estrellas de mar, mientras que las medusas y las esponjas son parte de nuestros primos más lejanos”.
¿Me están siguiendo en la aventura? De invertebrado pasé a vertebrado sin solución de continuidad. Me gustaría que como invertebrado ya hubiera tenido sexo, pues cabría sentir el voluptuoso placer de introducirme raudo y excitado cual anguila informe y gigantesca sobre alguna vagina todavía cuasi cerrada y disfrutar uno a uno de sus más preciadas reconditeces, ayudando a crear a la orgullosa raza de los heterosexuales con poder. ¡Bravo!
“Los investigadores también han identificado a las especies unicelulares que son los parientes más cercanos al reino animal: pequeños protozoarios acuáticos que se alimentan de bacterias”. No sé ustedes pero a poco me queda la sensación que las bacterias pudieran estar vengándose de nosotros pues antes las teníamos de desayuno, almuerzo y comida y ahora son ellas las que no desaprovechan oportunidad para vaciarnos de cáncer. ¡Oprobiosas vengativas! ¡Zape de aquí!
Como creo que se están divirtiendo tanto como yo al escribir esto les cuento más: “Los científicos eligieron 62 especies de estas tres ramas, incluyendo la nuestra, para estudiarlas en detalle. Analizaron el ADN de los organismos y catalogaron todos los genes que codifican proteínas, las moléculas que realizan innumerables reacciones químicas en nuestro cuerpo y que le dan estructura (los seres humanos tienen aproximadamente 20.000 genes que codifican proteínas).
Paps y Holland sumaron aproximadamente 1,5 millones de genes en total y luego calcularon el momento en el que evolucionaron por primera vez. Esto condujo a una historia genética muy amplia”.
¡Ah! ¡Mi historia genética! ¡Ah! ¡Mi historia cosmológica! ¡Cuánto las echo de menos, enredado en historias deleznables y sus defensas todavía peores de marchitas y lamentables en el senado de los Bonos Carrasquilla! ¿A cuántos de esos genes se les dio por codificar billete, ¿eh? ¿Será que no han evolucionado “por primera vez? ¿Cuántos andan por allí, líderes supuestamente connotados de partido incluso, sin haberse separado jamás de la peor caverna genómica primitiva?
Bueno, nadie habla del resto, del 45% que después creamos. ¿Será el 45% de los avivatos, de los que pelechan de cuanto hicimos en el primer y glorioso envión?
Doy una pista preocupante: “Los humanos y los tiburones, por ejemplo, utilizan genes prácticamente idénticos para producir hemoglobina. Esto significa que los genes de la hemoglobina ya estaban presentes en su antepasado común”.
Lo único que falta por decir allí es si el deseo por la sangre de los tiburones y de los humanos que nos merodean es similar al de los vampiros pues de estos sí que tenemos enquistados cualquiera sabe dónde. ¡Y lo peor del caso es que ahora los están juntando uno por uno!
Notas. Bajé lo de genómica de El primer animal de la historia surgió en medio de una explosión de genes nuevos, aparecido en el boletín Times en español del NYT. Para lo del oxígeno molecular acudí a Wikipedia.