La oligarquía colombiana ya le terminó contrato al polémico expresidente Álvaro Uribe Vélez, el presidente más investigado de la historia del país. La prensa ya no se esfuerza por defenderlo, ni siquiera los medios tradicionales financiados por los mismos dueños del Estado.
Uribe ha sido el presidente que más sentimientos ha despertado en la historia del país: muchos los defienden a capa y espada con argumentos impuestos por los medios de comunicación y otros lo odian por ser uno de los mandatarios que más daño les ha hecho a los colombianos.
Durante el gobierno del presidente eterno se registraron una tercera parte de las víctimas del conflicto armado, sin contar con que es el único presidente que ha modificado la constitución para hacerse reelegir, un hombre con muchas investigaciones congeladas, un instrumento de las familias que se han venido robando el país, un pésimo administrador que destruyó la economía nacional, un extremo conservador que simpatiza con las ideas clasistas, un leguleyo que persigue ilegalmente a la oposición, un personaje con posibles relaciones con paramilitares y con muchos amigos en la cárcel, una persona con más de 28 procesos judiciales en su contra en la Corte Suprema de Justicia (que no avanzan y que han generado varias críticas a nivel nacional en torno a la crisis judicial de Colombia), entre muchas otras cosas.
No se puede negar que en la actualidad es el político más importante del país, una persona que mueve masas y pone presidentes, aunque sean incompetentes. Además, es una de las personas más poderosas del país, apoyada por muchos que vieron en su seguridad democrática un avance para Colombia, pero que ignoran todos los procesos judiciales en los que ha estado involucrado. A la larga, Uribe se ha vuelto incómodo para los señores del poder que manejan los hilos de la política mientras están en sus lujosas mansiones bebiendo licor.
En el personal, no creo que Uribe sea un criminal que se ha apoderado del Estado, pero tampoco que sea inocente de todo lo que se le acusa. Es simplemente un instrumento de las mismas familias que han tenido el poder desde hace doscientos años. Si no es Uribe, será otro; ese otro son los llamados tibios o partidos de centro que llaman a "no polarizar"; los nuevos sucesores de la ultraderecha que ya no quiere tener nada que ver con su empleado más fiel.
El miedo no es que vaya preso, sino a que ponga en evidencia a sus jefes; algo que no pasará, ya que ellos son los dueños de la justicia. El desprestigio de este señor va a ser lento, pero seguro.