Si se habla de sororidad (solidaridad entre mujeres), ¿están incluidas las 'fufas' y los trans?

Si se habla de sororidad (solidaridad entre mujeres), ¿están incluidas las 'fufas' y los trans?

“Me gustaría que nosotras las mujeres que trabajamos en la calle pudiéramos ser escuchadas, tener la posibilidad de nuevas cosas, de un buen trabajo, de algo mejor”

Por: Franchesca Ximena Solano Urrea
noviembre 01, 2023
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Si se habla de sororidad (solidaridad entre mujeres), ¿están incluidas las 'fufas' y los trans?

“Me gustaría que nosotras las mujeres que trabajamos en la calle pudiéramos ser escuchadas, poder tener la posibilidad de nuevas cosas, de un buen trabajo, de algo mejor” manifestó Devora, y ocultó su rostro entre sus manos, al momento pensé en haber errado con la pregunta ¿qué es lo que le gustaría decir que los demás escucharan?, la vi languidecer frente a mí, y aún después cuando alzó su rostro, sus ojos se mostraron ante mi vehementes.

Me vendría el recuerdo, la descripción del raro saber en los ojos de lady ligeia, pero sí Edgar Alan Poe hubiese perplejado tanto como yo el encanto de esos ojos dorados, dolidos y lastimados reflejando el cielo azul que estaba a mi espalda, corto se habría quedado en su narración oscura, y como yo lo deseo, con romántica naturalidad, lo apoteósico de sus lágrimas recorrer sus mejillas y en sus ojos las nubes, “Hay que estar orgullosos del dolor, todo dolor es un recuerdo de nuestra condición elevada”, en lo que considero Hermman Hesse tiene razón.

Un jueves 12 de octubre sobre las 6:00 pm, en la acera de la Cr, 32ª de Villavicencio en el sector conocido como el de “las fufas”, se encontraba Devora junto a sus compañeras, en primera instancia, y con paso vacilante llamó de su atención mi presencia una mujer sonriente “Mujer Cheshire” me dio la impresión, pues además de su coqueta sonrisa, su caminar y hasta el sonido de sus tacones de punta fina daba un aire de agilidad característica de un felino, alta y de piel morena, cabello negro abundante me escuchó con atención al favor que con urgencia, más que por obligación sino en el ejercicio de escuchar lo que podría decir, y, después de un rato de un ceño fruncido, un rotundo no.

Las primeras impresiones de Devora, que en ese momento solo escuchaba, de su semblante más joven que las demás, una tendría el mal prejuicio de que todo tacón y vestido revelador las encasilla un proceder de sus acciones sin pudor, sin embargo, Devora se acercó a mi aceptando hablar, entonces fue y empezaría a sembrar la duda y curiosidad, de su tímido ser, el detalle de su rostro con el maquillaje corrido y de la comisura de sus labios una leve risita.

La cita se dio el sábado a las 11:20 de la mañana cuando ella se encontraba en la residencia, de fachada Vinotinto y el antejardín de frondosa vegetación que apaciguaba la incandescencia del sol, sentada se encontraba, sin titubear le extendí saludo a la “mujer Cheshire” y a dos de sus compañeras, Devora, por la que en ningún momento y sin dudar jamás me reveló su nombre ni por siquiera olvidarse, me envolvió con su historia.

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“Una vez tuve que correr y esconderme porque me iban a atacar, uno no sabe porque, pero la gente anda medio anormal a veces”, tiene veintitrés y lleva dos años trabajando como sexoservidora; en algún lado de la extensa información de las páginas web, había leído la conmovedora historia de una trans que revestía a sus amigas por ser capaces de surgir gracias a la sororidad entre ellas, este no sería el caso de Devora, donde su voz deja en evidencia un cansancio y pesadez de los malos tratos y el improperio de palabras ajenas. La acera con el paso del tiempo refugio a muchas, con la llegada de Devora implica que los potenciales clientes se inclinen por ella por el simple y maravilloso hecho de ser joven, siempre hace un esmero por recurrir al dialogo, es casi descabellado el pensamiento incluso ipso facto de desertar, puesto que su hija la espera en casa. Si necesita ayuda, recurre a la policía, no es ni por desconocimiento y si un pensamiento trascendente lo incomprensible que es para la gente falsamente puritana, el hecho de ver una mujer vender su cuerpo, el oficio más antiguo del mundo y aun pasar por los lares soltando agravios, como si la consecuencia de ello fuese mejorar una sociedad que se pierde, aun peor, en una individualidad absorta en la superficialidad que esconde lo cotidiano. El ser llamada “cariñosa”, “prostituta”, “fufa”, o “puta”, y que no recaiga en una connotación negativa se dio por un proceso de la reapropiación de su lenguaje, zorrorirdad por que son un colectivo, no una minoría, un conjunto de quienes significando algo, no siendo “cualquiera”.

En la situación de Devora, una amiga cercana le presentó un hombre, “ya empezó como el intercambio, uno a acostarse y ellos le pagan a uno”, la mayor de las razones a falta de dinero, obligarse a estar donde se concibe a sí mismo ajeno, recibir entre la piel a sujetos que post-sexo buscaran el medio de agredir “por uno estar acá sin saber quieren meterse con uno, la inseguridad se siente mucho, pero se sigue”. Devora sin lugar a duda, habla lo suficiente, aun con el sol de mediodía sobre las cabezas una sigue teniendo el mal habito de ensimismarse, y pensé en ella, como cuando una mujer adolorida se levanta cada mañana, mirándose al espejo condenándose en odio hasta las pestañas, pero ¿Qué es lo que debe hacer una mujer triste? Sino trenzarse el cabello, trenzar la tristeza para que no se extienda al resto del cuerpo, allí atraparla y dejar soltar al viento, tal vez Devora con menester el ser escuchada contrariaba su juicio, y aun por la divagación de lo que comunicaba sus gestos, el movimiento de sus manos y postura, afirmó el deseo de querer seguir estudiando, realizó sus estudios hasta grado octavo, de su familia dice no ser frecuente pero llevar una buena relación, trastabilló dando sus razones, el decir algo por lo que los demás deberían escuchar “tener la oportunidad de nuevas cosas”, sus lagrimas asomaron y ocultó su rostro, poco después, admiré el reflejo del cielo en sus ojos claros, si aquel momento fuera una canción la inmortalizaría en Wind Song de Ludovico Einaudi, y sin embargo, Devora solo secaría sus mejillas para seguir.

“La gente rechaza mucho el que uno trabaje de esto, uno no se va a sentir bien emocionalmente, se genera mucho rechazo y es un entorno en el que uno no quisiera estar, ni compartir”, Devora se encoge de brazos cada vez que “confiesa” trabajar como sexoservidora, y se da cuenta que a partir de ese momento la tratan diferente, se siente vulnerable y el que la aborden con preguntas es peor, sin más remedio solo le queda decir, “No todos pensamos igual”.

Con sus clientes trata de ser lo más clara posible, pues no quisiera llegar a ser agredida en alguna de las habitaciones, es madre ya, por lo que en su responsabilidad se cuida lo suficiente para no contraer alguna enfermedad, trabaja todos los días a excepción de los domingos, sus jornadas van después de las 11 am hasta muy tarde en la noche, el acuerdo entre sus colegas es de mínimo sesenta mil por servicio, así entre todas mantienen un precio digno, “ya, eso es todo” entiendo que ahondar en uno mismo es difícil, y es de las personas que huyen conocerse, una no quisiera abrir su caja de pandora y desventurarse, la situación del ser en tanto que es, lo ontológico en sí que duele, pero no existe herida, el algo que incomoda aquí y allá, y por donde se quiera extirpar, agradecí con el alma la disposición de tan buen ejercicio, aprender de Devora fue significar en la esencia femenina de socorrer, crucé la calle y me pregunté “¿Cuántas de ellas sentirán lo mismo? No con certeza sabia, pero si de lo intangible, conformaban un grupo de mujeres incomprendidas, me las llevé en el corazón, porque ellas también soy yo.

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