Voté por Gustavo Petro en las pasadas elecciones presidenciales, tanto en primera vuelta como en la segunda. Soy admirador de su oratoria en plaza pública y asistí en el fragor de la anterior campaña a muchas manifestaciones organizadas por la Colombia Humana. Me gusta su concepción de país, que hace parte de su eventual programa de gobierno, y comparto su negativa a perpetuar una economía basada en lo extractivo y dependiente del carbón y el petróleo. Su clara postura frente al fracking también la comparto plenamente. Como alcalde de Bogotá sé que realizó cosas buenas a favor de los marginados y también que la virulencia y la insidia con la que fue atacado por la clase tradicionalmente corrupta la desmienten las cifras obtenidas al final de su mandato. Me indigné profundamente cuando de manera inicua quisieron destruirlo con un video de hace 15 años perversamente editado y con las letales multas que le imputan, que tienen un claro tufillo de querer liquidarlo del juego político —aunque paradójicamente es el uribismo el que menos quiere que lo liquiden políticamente, ya que eventualmente necesitan que sea candidato—.
Lo anterior no es óbice para mirar las cosas desde el realismo o la realpolitik, que es la política de la realidad, basada en intereses prácticos y acciones concretas —de la cual es difícil abstraerse—. Faltan tres años para el debate presidencial, pero teniendo en mente la situación actual, con Gustavo Petro como candidato de nuevo, el uribismo se perpetuaría en el poder. Es difícil decir lo anterior pero es una realidad, a menos de que cambien las circunstancias o se cree un nuevo liderazgo político con opción de poder distinto a Petro, la derecha con sus engaños se anclará en el poder.
Los ocho millones cuatrocientos mil colombianos que votamos por Petro permanecemos firmes y lo más seguro sería que volveríamos a votar por él, pero difícilmente esta cifra crecerá si no se toman caminos alternos. El uribismo estaría feliz de que Gustavo Petro sea de nuevo el candidato a enfrentar. Aunque es algo que está a tres años y en ese lapso muchas cosas sucederán, la dinámica política exige adelantarse a los hechos. De nuevo, con él como candidato eventualmente ganarían fácilmente. Ellos lo saben por eso se afanan en que Petro de nuevo sea el candidato a enfrentar. Todo lo anterior no me hace enemigo de Gustavo Petro, todo lo contrario: lo admiro como político que se esmera por el tema social y lo escrito es para que se tomen los correctivos y las acciones idóneas para evitar un uribismo a perpetuidad.
La razón fundamental es que con Petro fácilmente exacerban los odios y las divisiones que tanto necesitan cuando se aproximan las elecciones. Empiezan a machacarle el cuento de Venezuela, su pasado guerrillero, el inicuo video, su paso por la alcaldía de Bogotá, etc. Colombia electoralmente se mueve con base a emociones y no a razones. Amplios sectores de la población colombiana han sido derechizados y con el trabajo de manipulación y alineamiento terminan amando a su opresor.
Además, los sesgados medios han realizado un buen trabajo por esta causa. Colombia es una plutocracia, o sea el gobierno de unos pocos privilegiados, que han gobernado por más de 200 años, estos son “los mismos con las mismas”. Estas élites gobernantes no están dispuestas a ceder un milímetro de sus privilegios, es un pacto cuyo sostén es la corrupción y nunca estarán dispuestos a soltar el poder, a una izquierda demonizada por años. Los que se han levantado en armas a través de la historia, los engatusan con el diálogo y si se pactan unos acuerdos para lograr algunas reivindicaciones sobre el injusto reparto de tierras, olímpicamente se les incumple, para luego asesinarlos sistemáticamente y vuelve a germinar la semilla que dejan sembrada, que con el tiempo se traduce en nuevos ciclos de violencia. Es el círculo vicioso de la violencia, es algo endémico.
Entonces nos encontramos en un país dividido y la reconciliación se ve lejos. A un endemoniado partido como el Centro Democrático le conviene la división. Lo anterior junto a los engaños son clave para su éxito electoral. Eso lo declaró Juan Carlos Vélez, quien dijo claramente que se utilizó el miedo como arma política para que “los electores fueran a votar emberracados” en el plebiscito. ¿Quién más preciso para seguir en la división que Petro? Con él se puede canalizar odios, engañar, decir mentiras y manipular. Con él injustamente plantean un inexistente apocalipsis. Dicen que nos convertirá en otra Venezuela y muchos lo creen. Si esta percepción no cambia, que esperamos que cambie, la solución no sería Gustavo Petro, sino que tendría que aparecer un liderazgo alternativo, que con unos ideales similares se convierta en una opción de poder en las próximas elecciones presidenciales.