Si Petro no se creyera supermán
Opinión

Si Petro no se creyera supermán

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septiembre 16, 2013
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¿Por qué Bush tomó la iniciativa de invadir Irak y Obama le delegó al Congreso la decisión de intervenir en Siria? Porque, en política, audacia es prudencia y esta se necesita si se quiere contener el malestar. Obama lo entendió: los estadounidenses simplemente no quieren asumir los costos de cruzadas inciertas. Sin embargo, ¿cómo evitar el muy real costo de la sanción moral por su indiferencia? Ahí está: que el congreso decida. No por democrático Poncio Pilato permitió que el pueblo judío eligiera entre Barrabás y Jesucristo: ¿para qué arriesgar su carrera política por alguien que proclamaba ser el rey de los judíos en la eternidad espiritual?

Petro, impulsivo como él solo, no ha medido la coyuntura. Todavía hoy sigue el alboroto por el decreto del POT y poco importa si su movida era más o menos “legal” que la de Mockus o Peñalosa. Los controles de la democracia son seguros, no camisas de fuerza. Bush no acudió a su congreso porque un par de aviones contra dos torres se lo permitieron. El contexto importa. ¿Por qué todos contra Petro? Porque no era le momento, porque no tenía el capital político, porque no tenía la confianza y porque debía saberlo.

En el Senado las cosas son distintas: la ciudadanía está acostumbrada a ver a unos personajillos pasearse por un recinto y chismosear mientras se escucha el insoportable eco del micrófono. Pero frente a los primeros mandatarios el asunto cambia. La capacidad de ejecución política es imposible si no hay confianza. Se requiere de un pacto tácito que propicie el ambiente adecuado para gobernar. Hacer implica que se deje hacer y eso es más difícil que hablar y permitir que se hable. El canal del Congreso siempre se puede apagar.

El POT es un proyecto razonable. Tiene sus ganadores y sus perdedores pero no es en lo más mínimo una propuesta descabellada. El lío está en que el alcalde Petro es ya tenido como descabellado. ¿Lo es realmente? No importa, así se cree. ¿Es el presidente Santos poco serio? No importa, así se cree. Y la comparación con presidentes no es gratuita: Bogotá, con sus más de siete millones de habitantes es un pequeño país. Y en todo país, su primer ciudadano debe adelantar con una mano el tejemaneje de la política y con la otra convencer a la opinión pública de que de hecho es quien puede hacerlo. ¿Hacer qué? Cualquier cosa, pero hacerlo.

Lo bueno es que la opinión pública no solo perdona sino olvida. Después de quebrar a su país y condenarse al ostracismo político, Shinzo Abe, primer ministro japonés, llegó a obtener una aprobación de más del 70%. ¿Cómo? Según afirma, dándole prioridad a los asuntos que más preocupaban a la ciudadanía. Solo después de una reivindicación de la confianza es posible lanzarse con proyectos difíciles. Pero mientras Petro se jure supermán el escepticismo seguirá gobernando. Paradójicamente, para que la ciudadanía confíe en Petro él debe dejar de confiar un poquito en sí mismo.

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