Con orgullo férreo atacan los amigos en las redes sociales acerca de la imperiosa necesidad de votar Sí en eso que llaman el proceso de paz.
¿Queremos volver otra vez a la guerra?, preguntan bajo la certeza absoluta que si gana el Sí el país entra al fin en la era de la paz y la tranquilidad y que el terror que sufre más de la mitad de la población con las bandas criminales, la minería ilegal, el narco y demás males será ya, al fin, cosa del pasado.
Y te batallan con que votes Sí, sin dudas o preguntas estúpidas, y ante cualquier cara dubitativa que expreses te vienen con el consabido ¿y es que quieres volver a la guerra, no le das una oportunidad a la paz?
Igual de férrea es la batalla de aquellos amigos que te dan mil argumentos para que votes al No. ¿Te gustaría ver a Colombia en lo que hoy es Venezuela? ¿Es que acaso no te das cuenta que estamos claudicando ante la guerrilla, y que no solo esos vagabundos tendrán plata nuestra, de nuestros impuestos, sino que serán honorables senadores y dentro de nada los tenemos en el Palacio de Nariño?
Uno cierra el computador, y comienza a darle vueltas a la cabeza para descifrar cuál de los dos bandos tiene la razón.
¿Quiero la paz o prefiero el engaño?
Ya con el computador apagado, en la calma del sofá oyendo los pitos de los civilizados ciudadanos, es que me pongo a pensar a qué carajos estaremos votando.
En la babosería de este triste gobierno no sabemos
si el tal plebiscito será para el 2017 o mejor lo acoplan
con las elecciones que tendrán a la joven promesa Vargas Lleras
Los acuerdos de La Habana no están finiquitados, desconocemos su contenido y no tenemos ni idea si las Farc se obligan a dejar el maravilloso negocio del narcotráfico y en la babosería de este triste gobierno no sabemos si el tal plebiscito será para el 2017 o mejor lo apañan para que se acople en las elecciones en donde tendremos a la joven promesa Vargas Lleras como presidente o si lo cuadra el ajedrecista Santos para cuando le den el Nobel. Todo son palabras huecas.
Y hablan del posconflicto y que ante la falta de dinero pues toca nuevos impuestos, mientras el gobierno vive en el derroche y la mermelada para hacer castillos de cartón.
Y más dudas caen cuando se piensa en la escasez de papel higiénico. ¿De verdad, con cuatro dedos de frente, creemos que el endeble estado de derecho ha claudicado y caeremos ahora en las garras del castrochavismo y nuestro inequitativo sistema llegará al caos?
Dos posiciones antagónicas, furiosas y sabedoras de su verdad, que a falta de argumentos gritan con el alma, cuándo ninguna sabe con certeza lejana qué se va a votar, cómo va(n) a ser la pregunta(s) formulada(s) y menos aún cuándo va a ser la gran fiesta.
Demasiadas dudas en el vacío.
Y mientras oigo otro pito de un ciudadano afanado que avisa a los demás que el semáforo está en verde, recuerdo inocentemente que fue bajo la presidencia del hoy líder de la tal paz, el señor Gaviria, cuando el tenebroso capo de los capos Escobar se entregó voluntariamente a la justicia, construyendo él su propia cárcel que incluía todos los lujos propios de sus gustos y seguía en sus actividades delictivas como si nada y que, como siempre, nada ocurrió.
Y hablando de…
Y hablando de gustos y disgustos, se aplaude desde estas humildes líneas la muy controvertida posición francesa de decirle No al burkini, aquella prenda playera usada por las musulmanas que solo ofende a la libertad.
