Si no tuvieras miedo, ¿qué harías?

Si no tuvieras miedo, ¿qué harías?

¿Saldrías a gritar y pelear en contra del fracking o del glifosato, a favor de la paz y las garantías de los acuerdos?

Por: María Yulieth Ruiz Rodríguez.
junio 04, 2019
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Si no tuvieras miedo, ¿qué harías?
Foto: Nélson Cárdenas

Capitalismo. Oportunidad de negocio antihumanista. Estado de shock.

“Klein, en los diversos estudios de caso que utiliza para sustentar su tesis y que cubren alrededor de tres décadas (1973 a 2005), abarcan cuatro continentes, de Chile a EE. UU., pasando por Bolivia, Argentina, Brasil, Polonia, Rusia, China, Sudáfrica, Israel, no menciona a Colombia. Sin embargo, el caso colombiano (es decir, la historia de la instauración del modelo neoliberal en este país) bien podría constituirse en un ejemplo paradigmático de aplicación de la doctrina del shock pasado por alto en toda la literatura académica.

Si se hace un corte histórico que inicia con la toma del Palacio de Justicia y el nacimiento de la Unión Patriótica (1985), y termina con el proceso constituyente de 1991, se configura un claro caso de aplicación del shock ya que el mismo Estado que facilita, por un lado, el genocidio de un grupo político específico, entre otros cientos de casos de crímenes de lesa humanidad, por otro, y de manera acompasada, reforma su estructura básica (la Constitución) para hacerla compatible con el neoliberalismo.

Nuestro sistema de creencias está permeado por una visión anacrónica de la guerra y la paz en Colombia. La dictadura invisible o mejor, camuflada del gobierno colombiano a lo largo de la historia ha generado en la población un doctrinarismo de shock.

Y es que el discurso de paz siempre ha estado sobre la mesa y también en la silla vacía. Pero, aquí la intención no es la que cuenta, pues, mientras unos cuantos se muestran dispuestos a la concordia, otros siguen sus fechorías. Mientras unos dialogan en islas paradisíacas, otros aparecen en las montañas colombianas con las bolas en la boca.

El miedo es una variable potencial para la producción sistemática de sociedades vulnerables, manipulables, permisivas y sin libertad. Es la cuna más tibia y segura para el nacimiento, crecimiento y desarrollo del hijo bobo, ese que —en palabras colombianas— pedaleado es capaz de matar la mamá.

Un neoliberalismo que prefiere vender las compañías nacionales para luego comprar sus servicios a los propietarios extranjeros; algo así como vender la casa para ir a pagar arriendo con esa platica. En mi opinión, no tiene sentido. Tal vez por mis orígenes, y es que cuando naces en cuna de paja lo poco que tienes lo cuidas, lo respetas y lo heredas. Como mi primera bici, mis primeros patines y una que otra braga.

La economía de libre mercado y doble moral funciona solo para una cara de la moneda, mientras los ricos se hacen más ricos, los pobres y asalariados sufren las consecuencias del capitalismo radical. El hijo bobo se encarga de robar y saquear el país con la excusa de salvarlo de un decrecimiento económico instaurado por él mismo.

Me atrevería a afirmar que el neoliberalismo se sostiene y sustenta de los desastres naturales, el caso de EE. UU, de la guerra, por ejemplo, la Chile de Pinochet y del terror —podríamos ubicar aquí a Colombia— y las acciones del innombrable “eterno presidente” para establecer su dominio. Perdiendo autonomía económica, naturalizando el poder de las “supermarcas” y la esclavitud del consumidor sin que genere mayores problemas políticos o sociales.

¿O no han notado que cada vez somos más Made in China?

Con la ayuda de las cortinas de humo de los medios de comunicación colombianos —que para enmascarar las crisis son expertos— se ha logrado apoyar el desarrollo y cambio de las diferentes ideas y distintas economías de nuestra sociedad. Nos reeducan como consumidores pasivos, trabajadores dóciles y personas atemorizadas, simples caballitos de carga.

El terror, para los que crecimos en zonas rurales, es más común y menos escandaloso que para los citadinos. Ver “los grupos armados” entrar al pueblo y derribar estaciones de policía, bancos, hospitales y alcaldías se naturalizó. Lo que sí es trágico es pensar que “los guerillos” —jóvenes campesinos que en su mayoría fueron reclutados de manera forzada— se enfrentan a muerte con “los soldados” —jóvenes campesinos que en su mayoría se reclutaron viendo en las fuerzas armadas su única oportunidad de vida— después de terminar el colegio, si es que lo lograron. Estos víctimas del enfrentamiento por el poder y la guerra económica, una guerra a la que no pertenecen y por la que estarían dispuestos a morir. Irónico, ¿no?

El modelo económico adoptado en Colombia tiene destellos efímeros de libre mercado. Pues, la libertad de este llega hasta donde el gobierno lo permite con su régimen monetario estricto. Más ironía para este asunto. Llenos de "cultura del desastre" junto con la capacidad genuina para popularizar el pánico y para entusiasmarnos con el capitalismo salvaje como la solución a los problemas políticos, sociales y económicos, los colombianos de a pie dejamos en manos de “los que sí saben” el futuro de la educación pública, los recursos naturales y la economía del estado. Sin saber, que son ellos los hijos bobos de esta patria a los que no les duele verla desangrase agobiada y doliente víctima de una política del shock. Una comunicación del shock. Una religión del shock. Una Economía del shock. Una terapia de shock enmascarada en noticias polarizadas llenas de populismo político a favor de los mismos canales privados que las emiten, encargados de tergiversar la información, distraer la realidad e infundir el miedo.

Esa terapia de shock, capaz de paralizar las iniciativas sociales y la exigencia de los derechos, aunque esto signifique matar, como es el caso de los miles de indígenas y líderes sociales asesinados en medio de una tensión nacional que ahora no sabe a quién cargarle esos muertos.

La pregunta es: ¿saldrías a gritar y pelear en contra del fracking o del glifosato, a favor de la paz y las garantías de los acuerdos?

Estamos sufriendo un shock económico, social, político y ambiental. Sumado a esto, la paz se debilita, el gobierno caza peleas internacionales, mientras vuelven las milicias con limpiezas sociales. Los medios censuran a los pocos periodistas que tratan de cumplir con ética su trabajo, esconden la realidad y la nublan con programas vacíos y misóginos.

Y tú, si no tuvieras miedo, ¿qué harías?

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