“Se tiene que revisar la política de no bombardear los campamentos de los grupos ilegales. Lo que se está haciendo es darle una ventaja táctica a estos grupos que, además, están reclutando menores a dos manos, porque lo entienden como su defensa aérea”.
Así lo manifestó, en reciente entrevista a una emisora de radio, el alcalde de Cali, Alejandro Eder. Petición que de inmediato fue respondida por el ministro de Defensa, Iván Velásquez, en los siguientes términos: “Los bombardeos no están prohibidos, está prohibido es que se bombardee donde haya menores”.
Lo que significa, en la práctica, que los bombardeos sí están prohibidos. Por la sencilla razón de que es prácticamente imposible establecer si en un campamento guerrillero hay o no la presencia de menores de edad.
Pues, en esta ocasión estoy totalmente de acuerdo con el alcalde de Cali. Al no utilizar esta herramienta que tienen las Fuerzas Armadas, los bombardeos aéreos, se le está dando una enorme ventaja táctica a esos grupos ilegales que han sembrado la zozobra en el suroccidente de Colombia.
De hecho, a lo único que le temen los grupos ilegales es a los bombardeos. Porque saben del daño que les pueden hacer. Esos ataques aéreos fueron fundamentales en la exitosa estrategia de seguridad que desarrollaron los gobiernos de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos. Y que terminaron llevando a las Farc a negociar la paz. (Unas negociaciones de paz tienen posibilidad de éxito, cuando el enemigo llega a ellas debilitado. No como ahora que la contraparte está envalentonada. Así no hay proceso de paz que prospere).
Varios de los principales cabecillas de esa organización guerrillera fueron dados de baja en ataques aéreos. Entre ellos, el mono Jojoy, Raúl Reyes y el negro Acasio.
Cuentan algunas de las personas que estuvieron secuestradas por las Farc que los guerrilleros le tenían un verdadero pavor al sonido de los helicópteros o de los aviones de las Fuerzas Armadas, porque podían estar anticipando un ataque desde el aire. Y ellos, aparte de esconderse como ratas, no podían hacer nada para evitarlo.
Increíblemente, este gobierno ha dejado de utilizar este recurso de nuestras FF. AA, con el argumento de que en esos campamentos guerrilleros puede haber menores de edad
Pues, increíblemente, este gobierno ha dejado de utilizar este recurso que tienen nuestras Fuerzas Armadas, con el argumento de que en esos campamentos guerrilleros puede haber menores de edad.
Y para permitir la utilización de esta herramienta militar, les ponen como condición a los jerarcas castrenses que garanticen que en el campamento a atacar no haya menores. Lo cual, en la práctica, es imposible.
Pedirle a un general o a un coronel que establezca la edad de los guerrilleros que se encuentran en un campamento es como exigirle que consigan su fecha de nacimiento y su número de cédula.
Lo único que se puede garantizar es si ese campamento está habitado o no por guerrilleros.
Si lo que busca el ministro de Defensa al hacer esa exigencia es proteger a los menores, al final lo que está logrando es todo lo contrario: que los grupos armados ilegales intensifiquen el reclutamiento de niños y jóvenes.
Es natural. Lo que único que requieren los bandidos para evitar que los bombardeen es garantizar que en todos sus campamentos haya menores. Así de fácil quedan blindados.
Es más, si el criterio del ministro de Defensa es no atacar a los grupos armados que tengan entre sus miembros menores de edad no solo se deben suspender los bombardeos sino cualquier ofensiva contra esos grupos. Porque se corre el riesgo de que entre el grupo que se piensa neutralizar haya algún menor.
Lo máximo que se le puede pedir al Ejército es que garantice que entre sus filas no haya menores. Y, si acaso, que no se confronte a una unidad guerrillera cuando exista la total certeza de que en ella hay un menor. Aunque esa decisión también incentiva el reclutamiento de menores por parte de los ilegales.
La verdad, es una utopía evitar que estos bandidos, que no tienen el más mínimo respeto por el Derecho Internacional Humanitario ni por ninguna ley de guerra, involucren a la población civil, mayor o menor de edad, en el conflicto, Al contrario, cada vez más buscan utilizar a civiles como escudos para eludir la acción de la Fuerza Pública.
Ignoro cuál debe ser la estrategia para evitar que las disidencias de las Farc, el ELN, el Clan del Golfo y demás grupos ilegales continúen reclutando menores.
Lo que sí tengo claro que la orden del Gobierno de no bombardear los campamentos guerrilleros en los que haya menores no contribuye a ello. Al contrario, incentiva ese reclutamiento.
Y de contera, como dice el alcalde Eder, se le está concediendo una enorme ventaja táctica a los alzados en armas. Una ventaja tan grande que puede conducirnos, ni más ni menos, que a perder la guerra contra esas organizaciones.
Vaya paradoja, mientras el Estado renuncia a utilizar su poder aéreo, la insurgencia comienza a utilizar ese recurso, a través de drones.
Es una verdadera claudicación por parte del Estado, en medio de la escalada violenta que está padeciendo el suroccidente de Colombia, renunciar a utilizar el recurso más eficiente que tiene para combatir a ese enemigo cada vez más poderoso.