Al igual que en Juego de tronos, la novela de George R. R. Martin que fue llevada a la televisión, mientras los líderes políticos de los siete reinos de poniente luchan entre ellos por el poder político y económico que suscita el trono de hierro, grandes problemas crecen y si no se solucionan podrían poner fin a todos en poniente.
¿Pero dónde está la comparación con el mundo moderno?, ¿cuál es el mal que crece y que puede terminar con la humanidad? y ¿cuáles son los guardias del norte?
Hace más de 70 años, la artista Martyl Langsdorf creó el reloj del apocalipsis: es un reloj simbólico que usa la analogía de la especie humana estando siempre a minutos de la medianoche, donde la medianoche representa la destrucción total y catastrófica de la humanidad. Lo interesante del reloj es que quien decide qué tan cerca o qué tan lejos están las manecillas del reloj a la medianoche es una comunidad científica de la universidad de Chicago, Estados Unidos, quienes serían nuestros guardias del norte.
Ellos generan dos veces al año el boletín de científicos atómicos y aunque su creación partió de la base de la posibilidad de una guerra nuclear, otro mal que también puede llevar a la destrucción ha crecido progresivamente, pero para explicar esto es mejor citar textualmente parte del boletín que se entregó el 24 de enero de este año: “La humanidad ahora enfrenta dos amenazas existenciales simultáneas, cualquiera de las cuales sería motivo de extrema preocupación y atención inmediata. Estas amenazas principales son las armas nucleares y el cambio climático, las cuales se vieron agravadas el año pasado por el uso creciente de la guerra de información para socavar la democracia en todo el mundo, ampliando el riesgo de estas en el futuro de la civilización”.
Como se observa en la gráfica del reloj del juicio final, desde 1991 el reloj se ha acercado paulatinamente a la medianoche y actualmente está a dos minutos, como sucedió en el pasado, más específicamente en 1953. En el boletín de ese año se decía lo siguiente: “el logro de una explosión termonuclear por parte de la Unión Soviética, a raíz del desarrollo de dispositivos termonucleares en Estados Unidos, significa que el tiempo temido por los científicos que crearon el reloj del fin del mundo era posible, porque era la primera vez en la historia de la humanidad que dos naciones tenían a la mano el poder de destruir a voluntad, la civilización urbana de cualquier otra nación”.
Ahora bien, un mal que ha crecido lenta pero sostenidamente es el cambio climático, que muchos niegan, pero como se demuestra a través de cuatro variables (aumento del nivel del mar, dióxido de carbono atmosférico, cambio en la temperatura global y el hielo del mar Ártico) es cierto. Como se observa en la siguiente figura, cada una de las variables en la gráfica poco a poco ha cambiado.
¿Pero realmente nos afecta el cambio climático como para llegar a producir la extinción del hombre? Para contestar esta pregunta el Instituto Nacional de Salud (INS) publicó Carga de Enfermedad Ambiental en Colombia, en el cual muestra que 17.549 muertes en Colombia están asociadas a la mala calidad del agua, del aire y a la exposición a combustibles pesados.
Sin embargo, al igual que en la trama de Juego de tronos, mientras todos los dueños de los 7 reinos se pelean por el poder económico, el mal crece poco a poco. La solución, como en la novela, es presentada a través del personaje de Jon Snow, quien sugiere que el único camino para mantener la raza humana es la unión de todos contra el mal común.Hay una verdad que no se puede ocultar, es que a los guardias del norte que tratan de detener el mal en Colombia los están matando como lo muestra este titular: “En 2017 fueron asesinados 207 defensores del ambiente y el territorio”. Y como lo menciona la organización británica Global Witness “Colombia es el segundo país más peligroso de Latinoamérica para los defensores de la vida y el ambiente”.
En la trama, el fin de la historia parece que tiene dos posibles desenlaces: se unen para vencer el mal o cada uno lucha por sus intereses y padece la extinción. Esto nos lleva a reflexionar y a pensar qué estamos haciendo de verdad para que las cosas cambien. No se trata de decir que el cambio climático existe (aunque el dióxido de carbono esté en aumento), sino que nuestros comportamientos contribuyan a cambiar la tendencia. Si no convertimos nuestras palabras en hechos concretos, “el invierno vendrá”.