Si método es igual a camino, para aprender hay mil caminos

Si método es igual a camino, para aprender hay mil caminos

Lo que se supone que "nos enseñan" no conduce al conocimiento sino a registrar un saber que otros han producido, del que confiamos para no dudar de la autoridad

Por: Jaime Ariza Tello
febrero 02, 2022
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Si método es igual a camino, para aprender hay mil caminos
Foto: Pixabay

Ya se ha dicho que "método" es "camino". No es nuevo ni novedoso, aunque para muchos la idea resulte algo extraña, pues se acostumbraron a que los métodos sean llaves seguras para ingresar en dominios anhelados (la fortuna, el éxito, la riqueza, la buenaventura, el conocimiento...).

La tradición occidental inaugurada por René Descartes privilegia esta última concepción del método, si bien el filósofo de La Haye tuvo la precaución de publicar su obra como "discurso" y no como "tratado", previendo eventuales disgustos y problemas con la iglesia católica, que ya había probado su malestar con ideas que no se acogieran totalmente a sus concepciones al llevar a Galileo a los tribunales de la Inquisición.

Nuestro sistema educativo afianza esta idea. Los estudiantes que terminan el bachillerato llegan a las universidades (cuando pueden) con la certeza de que los docentes poseen las claves de los métodos en cada uno de los cursos que trabajan.

La perversidad del sistema comienza desde muy temprano, cuando se le hace pensar a los pequeños escolares que el saber se transmite de un individuo a otro a través del lenguaje, y que básicamente consiste en registrar mecánica y acríticamente el discurso de los maestros o las "verdades" consignadas en libros de texto.

Así que lo que finalmente se asume como método en la mayoría de los casos es el conjunto de estrategias que permiten demostrarle a los maestros que se han memorizado bien sus palabras o algunos párrafos importantes de los escritos que les han impuesto.

El sistema, entonces, niega la posibilidad de pensar, y por esta razón niega la posibilidad de intentar y desarrollar métodos de trabajo que superen los "saberes" establecidos.

Suelo preguntar a mis estudiantes si conocen algún niño que no sepa cantar, o dibujar... Yo no conozco ninguno, pero sé que el ingreso a las escuelas y los colegios lleva casi inevitablemente a que los pequeños comiencen a dudar de la calidad y la belleza de sus dibujos, enredados en la idea de que no se puede colorear bien una figura si se desbordan las líneas de contorno de una figura, o de que los árboles son verdes y el cielo azul y el sol amarillo, y a olvidar la creatividad que anima las canciones que antes improvisaban simplemente para jugar, sin preocuparse por la afinación, la rima de unos versos o la concordancia con una fantasía que otros establecieron, con límites precisos, en tonadas que les obligan a repetir en coro, con ritmos y medidas y notas que no se pueden alterar.

La verdad es que, como afirmó Bertold Brecht en la Oda a la Educación, no se puede "saber" lo que simplemente se repite como eco de un supuesto saber que viene de afuera:

[...]
¡No te dejes convencer!
¡Compruébalo tú mismo!
Lo que no sabes por ti,
no lo sabes.
Repasa la cuenta,
tú tienes que pagarla.
Apunta con tu dedo a cada cosa
y pregunta: "Y esto, ¿de qué?
[...]

Es decir, lo que se supone que "nos enseñan" no conduce al conocimiento sino, en el mejor de los casos, al registro de un saber que otros han producido, en el cual confiamos porque no hay cómo dudar de la "autoridad" de alguien que creemos que sabe.

La vida académica lleva a que se pierda la confianza en lo que el estudiante puede lograr, proponer, crear, inventar... Peor aún, lleva a que los estudiantes asuman que todo saber es prestado, ajeno, que el conocimiento ya está dado y registrado en los libros o en las lúcidas mentes de sus docentes. Y así es imposible pensar.

Algunos profesores, que aprendieron tan mal como pretenden "enseñar", logran sembrar en sus estudiantes infinidad de ideas erróneas sobre muchos temas.

Los "métodos" que proponen se reducen a uno: cómo identificar las ideas que se han validado sobre un asunto, y cómo memorizar esas ideas para poder "demostrar", repitiéndolas como loros, que algo se sabe. Y, entonces, los estudiantes "aprenden" que deben procurarse los "secretos" de los "métodos" de los educadores (y, en general, el método de éstos consiste en mantener alejados a los estudiantes de la posibilidad de que encuentren sus propios caminos, y los llenan de títulos y de autores, y les recitan teorías que no comprenden pero que han memorizado para poder mantenerse en sus pedestales, y los amenazan con exámenes en los que preguntarán por los conceptos menos claros y las exposiciones más farragosas de otros descrestadores).

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