Sí, lo que le pasó a Luc Gerard Nyafe es racismo

Sí, lo que le pasó a Luc Gerard Nyafe es racismo

En días recientes, la noticia de un caso de racismo en Cartagena estuvo en los medios de comunicación. Había algo inusual: sus víctimas eran empresarios

Por: Santiago Valencia Rodriguez
enero 14, 2022
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Sí, lo que le pasó a Luc Gerard Nyafe es racismo
Foto: Insragram/ lucgerardnyafe

Es importante empezar 2022 con este recordatorio, que lamentablemente se mantiene vigente: Colombia sigue siendo un país racista. Puede que muchas personas vean esta declaración como “repetitiva”, “debatible” o, peor aún, obvia, pero es por esta misma razón que se hace necesaria.

La creencia más extendida en el país y que han promovido los líderes políticos y de opinión durante siglos es que Colombia, al ser un país con una diversidad étnica tan amplia (mestizaje), es incapaz de ser una sociedad racista. Lo que olvidan, o quieren omitir, los defensores de esta teoría desgastada es que simplemente por definición, asumir este país como “mestizo” es algo que saca a la gente negra y afrocolombiana de la visión de nación, y nos pone en el plano de invitados no deseados o, peor aún, en el de un “mal necesario”.

No sorprende que Colombia sea un país inherentemente racista, puesto que la historia de este país es una sucesión ininterrumpida de maltrato, explotación y traición hacia la gente negra, un tema que he tenido la oportunidad de tratar anteriormente.

Libertados por negros y “pardos”, fundados por esclavistas, somos una nación esquizofrénica y doble moralista desde el principio. Es por ello que, para quienes no viven el día a día de ser una persona racializada, es escandaloso pensar que seguimos siendo ese mismo país que indemnizó a los “amos” y no a las víctimas después de la esclavitud. Sienten que ya pasamos esa página, que a veces estamos “exagerando”, que las cosas sí han cambiado y que es mejor hacer borrón y cuenta nueva, probablemente porque así se nos olvidaría la deuda histórica que tienen con el pueblo afro. Para incomodar a los negacionistas y para que nuestra gente no olvide por qué luchamos, escribo estas palabras.

El racismo no es una cuestión de “estrato”

Recientemente, en el foro de precandidatos presidenciales ante la población afrocolombiana, varios candidatos emitieron declaraciones muy polémicas, en las cuales afirmaban que los problemas que sufre la población negra en Colombia no guardan ninguna relación con el aspecto racial, o como lo dijo el exsenador Jorge Robledo: “No les pasa por negros, les pasa por colombianos”.

Este discurso ha sido promulgado constantemente por políticos y líderes de opinión de todas las orillas ideológicas, uno en donde la lucha de clases está por encima de nuestra lucha racial. Aunque reduccionista e inexacto, pues ignora totalmente el hecho de que el sistema moderno capitalista surgió gracias al sistema esclavista, es uno de los argumentos favoritos de los negacionistas del racismo, que afirman que no vivimos un problema de racismo, sino de desigualdad.

Pero más allá de las cifras, que muestran con facilidad que en Colombia las personas negras reciben salarios más bajos, tienen menos probabilidad de ser contratadas o de terminar la educación superior, existe un tipo de circunstancia que estremece a quienes defienden la tesis de que el racismo es un problema de estratos.

En días recientes, la noticia de un caso de racismo en Cartagena estuvo presente en los principales medios de comunicación, así como en las redes sociales. Pero ¿qué tiene de especial hablar de racismo en Cartagena? A fin de cuentas, fue una ciudad cimentada sobre la trata de personas esclavizadas, que aún vive en un apartheid disfrazado de tradición.

Sin embargo, este suceso tenía algo inusual: sus víctimas. Y es que leer las palabras “empresario afro” es bastante inusual, pues para muchos se presenta como un oxímoron. A Luc Gerard Nyafe, exitoso empresario de origen belga y congolés, presidente del fondo de inversión Tribeca, se le negó la entrada al pretencioso restaurante Alma de Casa San Agustín cuando intentó ingresar con su familia.

En un principio, el restaurante justificó su decisión por un problema con el código de vestuario, pero ante la debilidad de este argumento, cambiaron su versión por una favorita de nuestros tiempos: aforo por la pandemia. Finalmente, emitieron un inútil comunicado en el que no se retractaron del hecho, sino que lamentaron que el empresario y su familia se sintiera discriminada.

Después de conocerse este vergonzoso hecho, el debate en redes sociales no se hizo esperar. Por un lado, varios manifestaron su solidaridad, algunos de manera sincera, otros más bien aprovechando esto como un trampolín de popularidad. Por otro lado, siempre están los comentarios que a pesar de que este hecho de racismo le sucedió a una familia que claramente está en una posición económica privilegiada, siguen afirmando que fueron otros factores (como su vestimenta o incluso su arrogancia) lo que hizo que el sitio hiciera uso de su sacrosanto derecho de admisión.

Este es el mismo espíritu de la ciudad que atacó, apresó y descuartizó al rey Benkos Biohó el 16 de marzo de 1621, traicionando el acuerdo de paz que tenían, porque simplemente ya no pudieron soportar ver a ese elegante negro caminando por la ciudad amurallada con su traje y su sable. Su mera existencia era una afrenta a su visión y a su estilo de vida. Si así trataron al rey, cualquier cosa se puede esperar de estos racistas.

Discriminación no, ¡racismo!

A las cosas hay que llamarlas por su nombre, especialmente a los problemas, porque no se pueden resolver si no los reconocemos, si no los entendemos. Y alrededor de estos temas existen muchas imprecisiones que minimizan el problema. Es por este motivo que, de una manera demostrativa y hasta donde alcanzan mis capacidades, trataré de dirimir la cuestión entre la discriminación y el racismo.

La discriminación puede ser definida como la restricción, el impedimento o restricción arbitraria del ejercicio de los derechos de una persona o un grupo de personas. Esta puede darse por diferentes causas y le puede suceder a cualquiera. Tal vez es por este motivo que muchas personas intentan comparar algún episodio de discriminación que han vivido con el racismo que sufrimos las personas negras. Y créame que esa vez que le dijeron que estaba pasado de kilos, que se burlaron de usted por la ropa que usaba, que lo apartaron por no tener dinero, o que asumieron que tenía cocaína en su poder por ser colombiano, no tiene punto de comparación con el racismo.

Muchos pueden pensar que lo que le sucedió al señor Gerard y a su familia es racismo. Y sí, está relacionado, porque es una consecuencia del mismo, hace parte de este, pero no es su totalidad. ¿Complejo, no? Es esta misma complejidad lo que a veces nos impide distinguir entre la discriminación y el monstruo imparable del racismo.

El racismo no es una actitud, no es un acto por sí mismo. No es algo que pueda ser controlado por una persona o cambiado con pequeñas acciones del día a día. El racismo es un sistema, increíblemente complejo y gigantesco, tal vez el más nefasto que haya creado la humanidad.

Un sistema que, como muchos otros, ha sido creado por la sed de poder y dinero. Es por ello que ante la necesidad de mano de obra “barata” para explorar el “nuevo” mundo, y ante la ola indigenista que venía en crecimiento, Europa ideó un nuevo sistema. En esta nueva visión del mundo las personas no son definidas por su origen geográfico, o por su orientación religiosa, como ya se hacía en aquella época, sino que se crearía un nuevo concepto para clasificar a los habitantes de esta Tierra: la raza.

Un concepto fácil de explicar y que permite la división solo con una mirada, basado principalmente en los rasgos fenotípicos (piel, cabello, rasgos faciales, etcétera), pero que luego se iría alimentando con un sinnúmero de prejuicios relacionados con la baja capacidad intelectual, el comportamiento descontrolado y una tendencia natural al mal.

Esta división creó a los blancos, un grupo superior en todos los sentidos, que dictaría las normas y controlaría las vidas de los recién descubiertos indios, así como la de los recién creados negros, unos seres perfectos para el trabajo forzado, pues al estar desprovistos de “alma” no eran seres humanos, eran enceres, tal y como lo establecieron los códigos negros de la época.

No podía ser de otra manera sino con la creación de un sistema tan complejo y estricto que la humanidad aceptó por casi cuatro siglos que se cometieran tales barbaridades en contra de la gente negra. Un sistema que permeó todas las esferas de la vida humana, la educación, el trabajo, la familia y la religión. Algunos piensan que este sistema se acabó con la “abolición” de la esclavitud, pero esto es tan ingenuo como pensar que la humanidad moderna podría desmontar el internet de un día para otro.

Este sistema de opresión continúa cumpliendo su función, separando a los negros de los no negros, para mantenerlos en la pobreza, la exclusión y la ignorancia, para que los blancos y sus aliados puedan continuar en las esferas del poder.

Todos los actos racistas derivan de este sistema, los insultos, la discriminación racial, la desigualdad salarial y los asesinatos sistemáticos. Detrás de hechos como el sucedido en Cartagena está el monstruo racista que devora uno a uno a los seres que habitamos la sociedad, que nos inunda de prejuicios, los tatúa en nuestra piel. Ese monstruo que para los no racializados es imaginario, pero para la gente negra es el enemigo más visible, ese que no permite que alcancemos nada de lo que queremos.

La ley, ¿herramienta o palo en la rueda?

Así pues, las meras acciones individuales no bastan para luchar contra este sistema, ni tampoco bastan los esfuerzos de las personas racializadas. Por esta razón, una ley antiracismo sonaba bien, por lo menos en el papel. Y en 2011, cuando se promulgó la Ley 1482, se sintió como una gran victoria, una herramienta jurídica para defendernos y para que los racistas pensaran dos veces antes de actuar.

Lamentablemente, nada más lejos de la realidad. En primera instancia, la ley fue declarada exequible por la Corte Constitucional por falta de consulta previa a las comunidades étnicas. Posteriormente, la Ley 1752 de 2015 la modificó, y lo que se suponía que debía ser simplemente la inclusión de las personas con discapacidad, significó la eliminación de la palabra racismo de la ley.

Así fue como la única ley que reconocía al racismo como un sistema diferente a la discriminación, una victoria de nuestra gente negra, se maquilló en silencio, para hacerla menos polémica y más “inclusiva”.

Por otra parte, esta ley es totalmente inofensiva, pues pocos conocen su existencia, incluyendo a los funcionarios de la fiscalía general de la nación, y del Ministerio de Trabajo, como lo narra John Jak Becerra en su travesía judicial en contra del racismo laboral.

En la página web de la Fiscalía y la Policía nacional “A denunciar”, diseñada para facilitar estos procedimientos, se pueden encontrar varias conductas denunciables, como delitos informáticos, estafa, extorsión, e incluso el maltrato animal, pero no actos de racismo/discriminación, los cuales son delitos penales de acuerdo a la Ley 1428 de 2011. Es solo una muestra más de los alcances del sistema racista, que no obedece ni siquiera la ley y que pone los derechos de la gente negra por debajo de los demás, incluyendo a los animales.

Debe ser por esta misma razón que no existe ninguna condena conocida por motivos de racismo en Colombia. Lo más sonado que puedo recordar ha sido el caso de la reconocida influencer Daneidy Barrera Rojas (Epa Colombia), que después de subir varios videos con insultos y degradación hacia las personas negras fue “condenada” a pedir disculpas, cuando la ley contempla penas de 12 a 36 meses de prisión y multas de 10 a 15 smmlv.

En este punto, es importante aclarar que, en contraste, una persona que haga apología al antisemitismo o al Holocausto, en cualquier medio, como puede ser una opinión a favor del régimen nazi en redes sociales, puede ir a la cárcel hasta por 15 años y pagar hasta 1500 millones de pesos.

Después de esta corta revisión, no se puede afirmar algo diferente a la afirmación inicial: Colombia sigue siendo racista y lo será mientras sus cómplices permanezcan en silencio ante ese monstruo que no solo nos deja fuera de los restaurantes y los puestos de trabajo, sino que nos despoja día a día de nuestra humanidad.

Referencias

  1. https://www.wradio.com.co/2022/01/06/entendemos-su-malestar-nos-hemos-disculpado-restaurante-alma-sobre-caso-luc-gerard/
  2. https://www.elespectador.com/judicial/epa-colombia-tendra-que-ofrecer-disculpas-por-comentarios-racistas-article/
  3. https://enciclopedia.banrepcultural.org/index.php/Benkos_Bioh%C3%B3
  4. http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ley_1482_2011.html
  5. https://adenunciar.policia.gov.co/Adenunciar/Login.aspx?ReturnUrl=%2fAdenunciar%2fdefault.aspx

 

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Nota Ciudadana
Caricatura: Le pusieron tatequieto

Caricatura: Le pusieron tatequieto

Nota Ciudadana
La Nota Ciudadana se va de vacaciones

La Nota Ciudadana se va de vacaciones

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--