Lloré… lloré como hombre y como docente. No lo pude evitar.
Cuando eso ocurrió estaba viendo Noticas Caracol de la noche para ponerme al día con lo que pasa en este planeta que a veces parece olvidado por Dios.
Siempre lo he dicho: la forma más fácil de deprimirse es viendo un noticiero. Agrupa todo un desfile de tragedias, una tras otra, aquí y allá, ayer y hoy y todos los días. A la larga, ya el COVID-19 nos mostró que la Madre Tierra está mejor sin los seres humanos.
Sí, esta pandemia ha dejado al desnudo tantas y tantas mentiras con las que vivimos engañados toda la vida. Es como si el virus hubiese rapado el tapabocas que cubre no solo la nariz y la boca, sino de alguna extraña forma también los oídos y los ojos.
Vivimos tan engañados que tuvo que venir el coronavirus desde la China para dejarnos asombrados de ver en forma cruda la maldad, el engaño y la hipocresía pura del ser humano a todos los niveles.
Por eso viendo en el noticiero, más específicamente un segmento de cómo anda la educación en Colombia, me dí cuenta de la infamia con la que nos mienten los gobernantes de turno a través del Dane y del Ministerio de Educación: nos tenían convencidos de que la cobertura de internet en Colombia era casi de un 100% en zonas urbanas y de un 60% en zona rurales, pero no, ¡es mentira!
Yo como docente durante muchísimos años a nivel universitario sé que en este momento la cobertura de internet en lo urbano es del 65% y en lo rural de un miserable 10%.
Y ya estaba encendido de la ira al ver a la ministra de Educación, que no tiene ni puta idea de lo que es dictar una clase un viernes a las 9:20 p.m. frente a veinte alumnos cansados que hacen el esfuerzo junto a mí, cuando viene esta señora (cuyos méritos abarcan ser burócrata, de familia política, de cara simpática y con un título que obtuvo en una universidad extranjera donde papi la mandó), sin conocimiento alguno de nuestra realidad colombiana, a darnos cátedra de que la educación virtual anda en esos porcentajes viciados, inflados, canallas, que les describí arriba.
Y después de que la inútil burócrata habló de lo “bien que estamos” a nivel de educación virtual, vi cómo una niña de 8 añitos se trepaba por entre las ramas de un gran y alto árbol y desde allá arriba decía: “ Aquí arriba en este árbol, vengo a recibir la clase y hacer las tareas, porque es el único lugar aquí en la vereda donde puedo medio tener la señal. Y los días que llueve no puedo estudiar, ni tener clase porque me dan miedo los rayos del aguacero”…
Y ahí en ese momento, viendo a esa pequeñita en lo más alto de un árbol haciendo semejante esfuerzo por estudiar, se me salieron la lágrimas y lloré… lloré como hombre y lloré como docente. Me partió el corazón ver tan absurda escena.
La pandemia ha obligado al mundo estudiantil a seguir las clases por internet, pero eso funciona y muy bien en Japón, en algunos países de Europa y Estados Unidos. Sin embargo, aquí, en el patio trasero del mundo, aquí en Latinoamérica y particularmente en Colombia, es otra cosa groseramente distinta. Lo sé porque trabajé como publicista en 4 países latinoaméricanos. Y el tema virtual es un triste y patético común denominador.
Además, en ese mismo segmento del noticiero, vi cómo también una gran cantidad de niños siguen las clases por radio. Y aunque carezca del elemento imagen, déjenme decirles a ustedes como a mis alumnos que la radio es el medio “rey” en el mundo. ¿Por qué? Porque está donde está el radioescucha: la ciudad, el carro, la casa, la oficina, el club, la playa, la ciclovía, el campo, las veredas, los corregimientos y las selvas. Existen más, muchísimos mas receptores de radio de todos los tamaños, que celulares, computadores y televisores.
Y si la ministra me dice que ella cree que la internet es celular, laptop, tableta, etcétera, pues esos receptores también tienen radio, lo que multiplica exponencialmente un medio que se piensa es para abuelos, para quienes escuchan La W o una emisora en particular. Pero como la ministra tiene Spotify o Youtube en su celu, para qué mierda un radio.
Y el problema, “ministra”, no se soluciona con que usted se suba a un helicóptero y vaya a una alejada vereda a regalar cien computadores. y salga en televisión. Recuerde que computadora no significa internet, “ministra”, a menos que tenga conexión y señal de calidad. Yo he visto a muchos estudiantes urbanos sentarse en un café-internet porque no lo tienen en su casa.
Ver a una niñita treparse peligrosamente en lo alto de un árbol porque es el único lugar cerca a su casa campesina donde medio logra tener señal y decir que cuando caen los aguaceros aunque quiere estudiar no puede porque le dan miedo los rayos es desgarrador.
Sí, la educación en Colombia es para llorar.