El país hoy día vive uno de los momentos más polarizados de su historia reciente. La contienda política se pone en boca y cada uno se vuelve opinador; así como cuando juega la Selección todos nos creemos técnicos de fútbol.
El debate se ha centrado entre quiénes son buenos y quiénes son malos, aunque de entrada basta decir que nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo.
Hoy el debate se concentra en gran medida en las redes sociales, aunque la verdad no hay mucho que debatir, es imposible hacerlo con tanto comentario desinformado y mal intencionado.
Si Jesucristo volviera y se hiciera candidato solamente al poner su foto de perfil tendría sus primeros opositores; su melena y barba ya lo ubicarían del lado castrochavismo y seguramente más de un seguidor le pondría "Ya no me gusta".
Si Jesucristo volviera y hablara de paz más de uno lo tildaría de santista enmermelado, Ordóñez quemaría un par de biblias por hereje, el Consejo Nacional Electoral le abriría su proceso por campaña extemporánea de 2000 años y si hiciera algún milagro la SIC haría lo propio por publicidad engañosa; eso sí Néstor Humberto se pondría al acecho y si no encontrara nada delegaría algún enviado de Odebrecht a hablar con Judas.
Si Jesucristo volviera y se hiciera candidato no podría contar con los doce apóstoles; ellos ya cogieron camino con Santiago Uribe y encontraría que hasta el peinado se lo copió Fajardo.
Si Jesucristo volviera no faltaría quién alegara que Cristo ya perdió con De la Calle en la consulta, aunque tratara de decir que él es Jesús y no Fernando.
Mientras que en la campaña le tocaría nuevamente multiplicar los panes y peces, otros multiplicarían las tulas.
En las encuestas lo podrían detrás de Petro, porque saben que Petro punteando jamás se pudiera adherir a él, aunque los dos llevan sus cruces.
La verdad es que en este país el problema no es de hombres, si eligiéramos un presidente bueno seguramente lo matarían. El problema básicamente es estructural, sistémico y de instituciones. Afortunadamente hombres buenos sí hay, pero pelear contra las mafias del poder siempre será una pelea desigual sobre todo por lo distraído que se encuentra el pueblo.
Por eso aunque eligiéramos como gobernante al mismísimo Jesucristo, creo que las posibilidades de mejoría aún siguen siendo pocas, aquí siempre habrá quien gobierne para los mismos; jamás para el pueblo; pero como diría él mismo Jesús y otros más "No pierdan la esperanza".
Pero por si acaso Jesús no vengas, no pierdas tu alta favorabilidad, porque de tu capital político otros ya se adueñaron.
