Una sola forma existe para acabar con todos los males de la tierra. El hombre la ha conocido desde siempre, pero desde siempre la ha olvidado. Sonidos más rimbombantes llegan a sus oídos. Imágenes más sugestivas para sus nublados ojos atraen su atención.
Se ilusiona con alcanzar el éxito medido mayormente términos de dinero y se le van los años buscando la felicidad sin encontrarla. En ese camino deja un reguero de desastres personales. Se equivoca una y otra vez porque cree saber lo que en realidad no conoce. Y no lo conoce porque ha olvidado quién es y de dónde viene.
Cuando el hombre recuerde que es hijo de Dios y que tiene acceso a él como fuente infinita de todo bien y de la felicidad que busca, entonces habrá encontrado el verdadero camino de éxito y habrá empezado a hallar la solución a todos sus problemas.
Así pues, cuando el hombre vuelve a Dios es optimista, alegre, humilde, espera siempre lo mejor, se cuida a sí mismo y a los demás, aunque no haya pandemia.
Además, se aleja de los vicios, procura hacer el bien, se esfuerza por servir y piensa en el mundo como una familia. Además, no práctica el "todo se vale", no roba, no mata, no traiciona y no critica a sus semejantes.
Y eso no es todo, trabaja con honestidad, perdona o trata de hacerlo, vive bajo reglas morales no dictadas por él mismo, aspira a las alturas, pero no se atreve a pasar por encima de nadie para conseguir lo que quiere, y practica el respeto en el hogar, el trabajo y la sociedad.
A la par, no se gasta lo que no tiene ya que es austero y su vida tiene rumbo, entonces no siente ansiedad ni temor. No hace a nadie lo que no quiere que le hagan a él. Se llena de certezas sobre el presente porque sabe que Dios lo sostiene y sobre el futuro porque sabe lo que quiere y puede ver con claridad.
En una palabra, el hombre que tiene a Dios sabe que lo tiene todo. No piensa en términos de problemas sino de oportunidades y soluciones. Y empieza a encontrar la solución a todos sus problemas. Y si esto les pasará a todos los hombres, entonces no habría ya más problemas en la Tierra.
El hombre debe someterse a estándares más altos, no dictados por él mismo y cambiados cada vez que no se ajustan a sus creencias o conveniencias o a las nuevas realidades que ve en el mundo. Las realidades del mundo cambian casi con cada salida de sol. Por eso los estándares morales por los que el hombre rige su vida deben ser inmutables. De otra manera no tendrá una estrella del norte que le marque un rumbo que vaya más allá del afán de cada día.