Si hay golpe, será muy distinto a lo imaginado
Opinión

Si hay golpe, será muy distinto a lo imaginado

De las situaciones caóticas muy difícilmente va a surgir algún tipo de respuesta organizada, de movilización popular consecuente

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septiembre 18, 2024
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Recuerdo haber leído años atrás una interesante tesis. Intentaré sintetizarla en razón a lo limitado de este espacio. Se relacionaba con la estrategia de dominación del imperialismo, y exponía que aquella había sufrido modificaciones importantes. Todo indicaba que al poder hegemónico ya no le importaba el orden social y político. Este había sido olvidado, y reemplazado por la propagación y la imposición del caos.

En el pasado, cuando los recursos de un país o los beneficios que pudieran obtenerse de su posición geográfica, resultaban prioritarios para los intereses norteamericanos, se promovían golpes de estado que entregaban el mando a gobiernos dictatoriales, implacables con la inconformidad y la protesta, que imponían el orden por medio de la fuerza bruta, y mantenían un control social permanente sobre el conjunto de la población.

La norma eran las dictaduras militares que generalizaban su disciplina castrense. De ellas, obviamente, resultaban beneficiados los sectores económicos más privilegiados, que disfrutaban de la disciplina férrea que se imponía al resto. Los estados de sitio, los consejos de guerra, los toques de queda, los allanamientos, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales y demás horrores hacían parte de la vida cotidiana.

Hoy parece que lo único que realmente interesa al imperio es el control de los recursos naturales, su segura y tranquila explotación. El resto del país objetivo puede hundirse en la anarquía, que entre mayor dimensión tenga, resulta más beneficiosa. Al fin y al cabo, de las situaciones caóticas, de desorden total, muy difícilmente va a surgir algún tipo de respuesta organizada, de movilización popular consecuente. Podríamos pensar en Haití como el modelo ideal.

Aunque otras naciones, también a su manera, lo enseñan. En países que fueron ocupados para imponer gobiernos títeres, Irak, Libia, Afganistán y buena parte de África, la nota característica es el desgobierno total. Múltiples bandas armadas, traficantes de drogas y de blancas, extremistas, miseria, pobreza extrema, la ley del más fuerte. Simultáneamente, en sus territorios, se cumplen enormes procesos extractivos de hidrocarburos, minerales raros y piedras preciosas.

De las que se lucra alguien, finalmente un gran poder extranjero. En el Congo se libra una guerra civil de muy difícil comprensión, pero que no impide la explotación de sus riquezas mediante mano de obra esclava e infantil. Buena parte de los lujos de múltiples casas de moda, hoteles cinco estrellas, clubes y teatros elegantes de Europa o Norteamérica, tienen su origen en esa clase de desórdenes. Los colores de la televisión ocultan la realidad.

Ese inhumano modelo existe. Y peor aún, se proponen traerlo y posicionarlo en nuestro vecindario. De manera lenta y sutil, maléficamente programada. Miremos en qué se va convirtiendo Ecuador, un país que bajo el gobierno de Rafael Correa se enrutó por la senda de la soberanía, con un modelo autónomo de economía que produjo notable desarrollo y mejoramiento social. Naciones Unidas llegó a calificarlo como el mejor gobierno del mundo.

Hoy, de modo casi incomprensible, Ecuador es un país en manos de poderosas mafias narcotraficantes, en el que el crimen atroz se tornó dolorosa realidad cotidiana. Hallaron el modo de sacar a Correa y su partido, de judicializarlos y condenarlos. Para que regresara la derecha pro Washington, interesada en garantizar el saqueo de sus recursos naturales, y, en permitir, de nuevo, las bases militares norteamericanas en su territorio.

La tranquilidad desapareció. Que el país se pudra, lo que cuenta es el negocio de unos cuantos. Algo semejante, con particularidades propias, está trazado para Venezuela. Ayer mismo, Diosdado Cabello develaba un plan que involucraba mercenarios extranjeros, centenares de fusiles y conexiones con las bandas criminales como el Tren de Aragua, para hundir al país en el completo caos, que ni siquiera desaparecería si regresara la derecha.


.Antes era la embajada norteamericana la que promovía golpes y magnicidios. Hoy todo parece diseñado para fomentar el caos


La anarquía deberá impedir la organización popular contra la dominación extranjera. Es lo que contará. Y lo que mueve a pensar en Colombia. Precisamente, tras la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, con la llegada del gobierno de derechas que encabezó Duque, proliferaron y crecieron toda clase de grupos delincuenciales, que hoy someten amplias regiones. De ñapa, con la llegada de un gobierno alternativo al poder, se desencadenaron las más agudas campañas de odio.

La difamación y el escándalo mediáticos rompieron los límites del pasado. También las jugaditas judiciales. Ahora, de la embajada de los Estados Unidos o de la DEA, según afirma Petro, le llegan informes sobre planes criminales contra su vida, que sale furioso a denunciar. Diversos sectores anuncian su aprestamiento para la resistencia. Antes era la embajada norteamericana la que promovía golpes y magnicidios. Hoy todo parece diseñado para fomentar el caos.

Tienen que acabarse las peligrosas amistades de Colombia, por tibias que sean. Con Cuba, Venezuela, Rusia, China o Palestina. Nuestra posición en el mapa choca con ese tipo de devaneos, somos parte del Destino Manifiesto. No habrá el golpe clásico, los tiempos cambian.

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