A decir verdad, pienso que si George Floyd hubiese sido asesinado por un militar en el Chocó, nadie estaría hablando de él. Si en lugar de George Floyd se hubiese llamado Florentino Mosquera o Primo Mena y lo hubiesen asesinado en Quibdó, me atrevo a jurar que no tendríamos Facebook, Twitter e Instagram llenos con ilustraciones de su rostro. Muy seguramente ni siquiera se sabría de su asesinato, o no nos importaría. Naturalmente, en Estados Unidos no habría una sola persona indignada por su caso.
Gran sorpresa me ha causado ver que casi todos mis contactos en redes sociales están expresando su indignación por el caso de George Floyd, afroamericano asesinado por un policía blanco en Estados Unidos. Me sorprende, no porque no entienda las razones por las cuales el asesinato de este afroamericano causó la conmoción que hemos visto. En efecto, lo sucedido es completamente repudiable. Sin embargo, la sorpresa es porque lo que pasó con George Floyd no es nada que no suceda todo el tiempo en Colombia.
Si por cada líder social que ha sido asesinado a manos de paramilitares o mafias se armara el mismo movimiento que ha suscitado el caso de George Floyd, con seguridad nuestra sociedad tomaría más conciencia del cáncer que históricamente azota a nuestro país. Sin embargo, esto no ocurre.
En lugar de conmovernos por nuestros propios George Floyd, que están en los rincones más olvidados de Colombia, nos conmueve más un caso ajeno a nuestra propia sociedad. Es decir, Estados Unidos es diferente a Colombia. La realidad de ese país, como sus problemas sociales, son otros a los que enfrentamos aquí. Aunque el racismo es uno solo, la historia de cada pueblo es diferente. Por lo tanto, no podemos mostrar más solidaridad con algo que pasa Estados Unidos que con nuestros propios problemas.
Colombia es un país que se caracteriza por el snobismo. Pienso que las manifestaciones de indignación en gran parte están motivadas por la sensación de sentirnos superiores. Es decir, somos ciudadanos globales que conocemos muy bien lo que pasa en el mundo, más específicamente en el primer mundo porque ese es el que nos importa. Sin embargo, desconocemos lo que pasa en los rincones de nuestro propio país. Mientras estemos más pendientes de lo que pasa en Minessota que en el Chocó o la Guajira este país nunca cambiará.