El panorama desalentador en el que se encuentra la región, en materia política, económica y social, puede crear la idea de que nada se puede hacer o llevar a pensar en soluciones efectivistas y rápidas. Por el contrario. El territorio latinoamericano es tan fecundo, que cualquier observador externo queda extasiado por la abundancia de factores de producción, capaces de crear una magnífica riqueza. Esto debería ser motivo suficiente para dedicar todo el esfuerzo, energía, entusiasmo y compromiso necesario para hacer que las cosas funcionen correctamente.
En el afamado libro Por qué fracasan los países, de Acemoglu y Robinson, se desmontan una serie de mitos que durante décadas han justificado la alta pobreza y desigualdad en el subcontinente, a la que ciertamente una porción alta de la población se ha acostumbrado. Lo cierto es que el progreso reciente de países asiáticos, demostró que ni la geografía, ni la cultura -vista como causa-, ni la ignorancia de los diseñadores de políticas, son pretextos válidos que justifican lo que los autores llaman apocalípticamente una “brecha definitiva y persistente entre los países ricos y pobres de América Latina”.
De acuerdo con los autores, el origen y persistencia de esta brecha está explicado en buena medida por formas de gobierno que establecieron sistemas de beneficio hacia países dominantes, aunque hayan provocado ruina en sus propios territorios. Como resultado, solo un grupo pequeño de conglomerados ha logrado sacar provecho, mientras que para la mayoría solo queda la propaganda; por ejemplo: que la clase media se compone por aquellos favorecidos con un ingreso mensual de $ 450.000, como afirmó el Dane. Algunos incautos lo creen.
La mejoría está ligada a la innovación tecnológica y lograrla supone,
segín analistas de MT y Harvard
“la sustitución de lo viejo por lo nuevo"
La mejoría en la calidad de vida está ligada a la innovación tecnológica y lograrla supone, según los académicos de MIT y Harvard, “la sustitución de lo viejo por lo nuevo, y la destrucción de privilegios económicos y del poder político de ciertas personas”. Lo que allanó el camino hacia la revolución industrial en Inglaterra, fueron los cambios en las instituciones públicas de la época, que establecieron políticas para: 1) reforzar los derechos de propiedad, 2) mejorar los mercados financieros, 3) socavar el poder de los monopolios, 4) eliminar las barreras a la expansión de la industria, 5) incrementar el poder del Parlamento y reducir el de la monarquía e 6) invertir en bienes públicos.
Mucho de este camino que sirvió para superar las instituciones de esa época, concentradas en la minería, son un claro mensaje de la orientación que debe seguir América Latina. La experiencia mundial indica que sí es posible hacer cambios y -en el contexto actual- estos cambios pueden hacerse por medios políticos y pacíficos, lejos de aventuras guerreristas, cuya base debe ser el respeto a la soberanía de las naciones.
Twitter: @mariovalencia01
