Parece que por fin “aterrizamos”. Aunque, un poco tarde. Además, no sabemos si es un aterrizaje consciente o forzado. Hay un cambio de actitud en el discurso del pasado 20 de julio del presidente Petro frente al Congreso de la República. Y, también, de la bancada del Pacto Histórico. Senadores y representantes a la Cámara se reunieron dos (2) días después y tomaron decisiones importantes, que complementan y, corrigen de alguna manera, un aspecto de lo que planteó el primer mandatario en la instalación de la 3ª legislatura. Es algo muy positivo.
En un comunicado público los congresistas del Pacto Histórico sintetizan lo que llamo “algunas rectificaciones”. Llaman a parar la confrontación verbal y virtual, o sea, declarar una tregua unilateral frente a la clase política tradicional y a sus patrones financieros, y, por tanto, priorizar el consenso y los métodos normales para tramitar las reformas en el Congreso, es decir, no utilizar el trámite rápido (“fast track”) y bajarle a la “presión constituyente”.
Es la primera vez que los congresistas del Pacto Histórico intervienen en forma unificada y autónoma frente al ejecutivo, aunque es indudable que el nombramiento de Juan Fernando Cristo, que fue decisión del presidente Petro, tiene que ver con esos cambios. Por ahora parecieran ser solo de “forma” pero, posiblemente, influyan en el contenido de la política del gobierno. Se pasa del método de la “tensión” a la de la búsqueda tranquila de acuerdos.
Es claro que los últimos hechos relacionados con el escándalo de corrupción en la UNGDR, que comprometen a altos funcionarios del gobierno y congresistas, y otras situaciones que de una u otra manera han generado “mucho ruido” (paz total, cambio de ministros, ejecución del presupuesto, financiación de la campaña, etc.), han influido para que la bancada progresista se haya “unificado” y actuado con independencia del ejecutivo. También, debe haber influido la evidencia de que el “cambio” requiere mayor acumulación de fuerzas, sociales y políticas.
Además, se ha hecho conciencia de la necesidad de organizar y unificar las fuerzas políticas que hacen parte del Pacto Histórico, tanto para ayudar a que el gobierno mejore en su desempeño en estos dos (2) años que faltan como para enfrentar el reto de las elecciones parlamentarias y presidenciales del 2026. Son dos aspectos de la lucha política que están totalmente relacionados y que son urgentes. En el 2º semestre de 2025 empieza esa “puja”.
En el comunicado de referencia se destaca también el tema de la lucha contra la corrupción y la necesidad de retomar la gestión del Plan Nacional de Desarrollo. Ello podría sugerir que los congresistas del Pacto Histórico se están replanteando su papel, que no es sólo aprobar los proyectos legislativos del gobierno sino, también, liderar programas y proyectos en los territorios que sean la concreción del llamado “cambio”. Ojalá se conviertan en los líderes de la industrialización del aparato productivo y del cambio de la matriz energética.
Es evidente que los congresistas y dirigentes del Pacto Histórico pueden actuar en forma unificada en sus regiones. Una tarea que pueden asumir es la de buscar y ganar a otros sectores sociales, especialmente, a los pequeños y medianos productores, para priorizar verdaderos proyectos de impacto que transformen las vidas de la gente y se conviertan en ejemplo de lo que se puede hacer con un “efectivo espíritu amplio”, proactivo y sentido de oportunidad. Una política de ese tipo es básica para neutralizar a la “burguesía burocrática y parásita”.
Hay que superar ese “estado de trauma” en que había caído nuestro presidente Petro. Salirse de las “burbujas mediáticas” que nos llevan a situaciones dramáticas y a pensar en salidas “extraordinarias” que sólo están en nuestra cabeza. Pasar de la negación, la ira y la depresión (camuflada de “súper-activismo” y “movilización”) y pasar a las fases de “negociación” con uno mismo y con los demás, para llegar a la fase de la efectiva aceptación de lo que somos nosotros y son los demás. (Ver: Elisabeth Kübler-Ross).
Lo de fondo es cambiar la actitud del gobierno frente a los empresarios y pequeños y medianos productores del campo y de la ciudad. Impulsar en serio y con decisión la industrialización “de nuevo tipo” y el cambio de matriz energética. Todos los ministerios pueden ayudar en esas tareas. La educación y la salud sintonizadas con esa gran meta. La cultura y lo ambiental, igual pueden jugar un gran papel. El comercio, el crédito, la infraestructura, las relaciones exteriores y todas las áreas de la administración pública, al servicio de una efectiva industrialización tanto de Colombia como de América Latina. Esa es la política que determinaría un verdadero cambio.
Y los parlamentarios, desde sus regiones, impulsando con amplitud y generosidad, proyectos viables y reales, buscando cooperación internacional, participación de las comunidades organizadas, financiación de departamentos, municipios y la Nación, la empresa privada y las ONGs, las universidades, todo el mundo enfocado en la misma dirección. Sin asistencialismo ni limosnas, o “falsa caridad”, como le llamo a tal cosa.
El actual director de la UNGRD, Carlos Carrillo, ya está dando ejemplo de esa actitud amplia y de sentido común. Sin sectarismos vacuos y sin falsos principios ideológicos, convocó al gobernador y alcaldes de Santander a trabajar juntos para enfrentar el fenómeno de “la Niña”. Por ahí es el camino para salir de esa especie de “estado de nervios” y de esa “inercia de tensiones” en que habíamos entrado, en la que se dejó meter y cayó el presidente Petro ante el bloqueo institucional y el saboteo mediático que le armaron sus opositores.
Piano, pianito y con buen pulso se llega lejos. “El tiempo perdido los santos lo lloran”.