Claro que los mejores momentos de la selección han sido en la arenosa. Allí le ganamos a Israel en el 89, vencimos a Argentina cuatro años después, goleamos a Uruguay en el 2012. El calor y la buena onda de los barranquilleros sin duda que genera la energía propicia para las victorias. Pero, la mayoría de gente que va a ver a la selección, son cachaquitos de plata que nunca van al Campín porque los roban. No saben de fútbol y llenan el Metropolitano solo para emborracharse de Buchanans y cada tanto hacer la ola.
No hay nada menos futbolero que la ola. En Argentina, donde sí saben de esta vaina, la ven tan deleznable como el mexicano "Sí se puede". No hay nada más perdedor que esa afirmación. Una hinchada realmente futbolera grita, putea, corea pero no demuestra su provincianismo gritando "Sí se puede" contra Ecuador. ¡Contra Ecuador claro que se tiene que poder!
Los mexicanos inventaron el "Sí se puede"en el mundial de Francia, la ola fue una estrategia de marketing que impulsó Coca-Cola en Mexico 86. Si vamos a copiar algo prefiero la mística argentina o europea que sacar arengas de pueblos con poca tradición futbolística como el norteamericano. Uno, en el fervor de un partido de eliminatoria, está demasiado estresado viendo la cancha para estar pendiente de lo que pasa en las tribunas. Eso lo hacen las chicas que, invitadas por su novio, se soportan los noventa minutos entre bostezos, interminables chats y, claro, la actividad que convoca a la familia colombiana: la ola.
Barranquilla, te queremos mucho en el interior y al Junio también, pero con cinco eliminatorias encima deberías tener más mística. Al menos ya Caracol no enfoca el ole. Para mejorar el criterio futbolístico deberían abaratar las boletas y que la humilde hinchada del Junior llene norte y sur y se encienda la caldera, y los ecuatorianos sientan la presión de jugar en una de las plazas más difíciles de América: