Acompañado por un celular entre arroz y una Red Bull medio llena a las 5:30 am, me digo a mí mismo lo que amigos, exnovias y familiares me han dicho a lo largo de mi juventud: soy indudablemente un romántico empedernido, soy extremadamente emocional, doy todo por mis emociones y sí, es verdad, no siempre resulta en los días grises y lluviosos que tanto me gustan.
Llegué a esta conclusión porque leí un artículo de Vice llamado Estoy tratando nuevas formas de amar y me está costando más de lo que creí. Este lo compartió una amiga a quien admiro mucho a pesar de que no hablemos hace un tiempo y no está de más decir: Gracias Ana por malviajarme y hacerme pasar la noche en vela. Sabré citar a Nathalia Guerrero en sus palabras del ya mencionado artículo cuando dice: “ Si he seguido adelante con situaciones que me han hecho sentir incómoda y me han hecho sentir débil y perdida”. Debo exagerar al decir que esta oración me empujo al piso, incluso podría prolongarla y agregar que llegué a sentir inseguridad por la palabra “incomodidad”.
En paréntesis, debo admitir que una relación a distancia la había vivido ya, no con tal intensidad debo aclarar. Para entonces era algo usual estar lejos, pero no llegaba a sentirme débil, inseguro, frágil… digo… a sentirme incómodo. Lo que vivimos es una relación en la que ella y yo logramos coincidir en que lo somos todo y nada al mismo tiempo. No somos nada desde hace 5 años cuando nos besamos por primera vez y lo somos todo desde hace 6 meses que compartimos 3 botellas de vino: una roja, una blanca y una rosa. Y, gracias a la combinación de esos tres colores he logrado vivir amor.
Siento que desde muy temprana edad he sentido amor (o algo similar) por personas y, en otras ocasiones, me he forzado a amar porque me sentía aburrido o por no querer lastimar. A causa de esa sensación he prestado mayor atención a cientos de frases y quotes que giran en torno al amor. Entre ellas recuerdo un par que hablan de amor a distancia, amar a la persona incorrecta y el amor es una mentira. Esta última me genera cierto desconcierto: desde el momento en que Pacino, en el Abogado del diablo, se refiere al amor como: “sobrevalorado, al igual que comer grandes cantidades de chocolate”. Es que hasta Don Draper en Mad Men refiere al amor como “un invento creado por los publicistas”.
Podría llegar a citar otras muchas, pero lo más importante es: si el amor es una mentira, ¿por qué me siento como siento? Y es que no cuestiono la sensación que conocemos como “mariposas en el estómago” sino de dónde proviene, a qué llega y por qué. Tratando de contestar estas dudas, me remito a una clase que estoy tomando en mi posgrado en donde debemos hacer escritura crítica sobre arte (Nota: la crítica artística no trata de denigrar o subestimar la pieza de arte sino hablar de ella). En una de estas clases, discutimos el texto de Susan Sontag titulado Contra la interpretación, del que resalto la última oración que dice: “En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte”. En otras palabras, el arte entendido como el placer de las emociones y sensaciones, pero no debería existir un porqué de las mismas.
Y es que me lo preguntan mucho: ¿qué me hace sentir?, ¿qué te hace sentir así?, ¿cómo me siento con la relación?, ¿qué pienso de la distancia? A lo que yo contesto: me siento feliz, me siento bien y tranquilo y siempre es el mismo comentario: eso es lo importante, que me sienta feliz. La verdad es que me importa una mierda si lo importante es sentirme feliz. Me he sentido triste, deprimido, he sufrido, he llorado y por qué, porque así debe ser. Como el arte, el amor debería ser entendido como el placer de las emociones y sensaciones, pero no debería existir un porqué de las mismas. Como el artista, yo no debería sentirme en la obligación de explicar cómo me siento.
Me hace sentir entrevistado y pienso que, al tratar de explicarlo, le estoy robando al amor su esencia.
Para dar esa explicación, las cartas de amor, Truman Capote y Cigarettes after sex sirven como una explicación, o una extensión, de nuestras sensaciones. Culpo a estas extensiones y me culpo a mí mismo. Los emojis, las fotografías, la cultura Kitsch y las quotes no deberían ser una materialización del amor. Los regalos, los post de Facebook y cogerse de la mano subestiman el arte de amar. Olvídalo, suprime este párrafo y apropia la práctica artística de amar, que el observar genere llanto, exaltación, admiración, maravilla y tratar de olvidar, cada vez que l@ miras, la tan recurrente: ¡Oh Dios! ¿Por qué me hace sentir así? Date vuelta en contra de la interpretación del amor. Muchas veces le he dicho a ella: “amarte con locura, con pasión, con deseo, con lágrimas, con ternura (…) ¿O acaso hay otra forma de amar?”.
PD: Lo más irónico es que mis palabras, mi bibliografía y mi pie de página en declaración de mi amor se convierten en una extensión de mis sensaciones. ¡Barbárico!
Para Helena: tú, al otro lado de la línea y yo, al otro lado de la luna.
