El verdadero cambio en Colombia estaría en que fuésemos respetuosos unos de otros. En esa línea, Duque tiene una gran oportunidad, aunque esta semana desaprovechó una ocasión de privilegio para señalar su tónica de respeto.
El irrespeto hacia los demás que se practica en Colombia no tiene ideología ni clase social. Es omnipresente. Campea en la política, en el mundo empresarial y laboral, en el deporte. No se relaciona con el nivel de educación ni con el cargo que se desempeña. Personas aparentemente bien educadas lo practican y dan la pauta al resto. El círculo es vicioso: la falta de respeto por el otro se convierte, para algunos prominentes líderes, en un requisito de mando, aceptado y esperado por la gente de a pie.
El contraste entre la imagen de aficionados japoneses recogiendo basura en el estadio de Saransk y el video del compatriota haciéndole repetir, muerto de risa, soy una perra, a una hincha nipona, es solo indicación del largo recorrido que le falta a nuestra sociedad para que pueda considerarse desarrollada.
Se conoció de tal incidente porque a alguien le pareció simpático, hasta patriótico, registrarlo y publicarlo en redes. Al lado del video del trago servido en binoculares para burlar a las autoridades rusas, en pleno estadio, son solo muestras banales del irrespeto por los demás y, por añadidura, por la ley.
La línea del le doy en la cara m…,
de referirse a un periodista como violador
y de tanta casuística rica en el pésimo ejemplo es la que hay que romper
La manera en que un honorable padre de la patria se refirió a la senadora Claudia López es pan de cada día, así como lo son las explicaciones y disculpas dadas en medios de comunicación, muy en la línea de argumentación de la violación que se justifica, finalmente, porque la víctima llevaba minifalda. Y como brilló la ausencia de censura de presidente y vicepresidente electos al honorable.
La línea del le doy en la cara m…, de referirse a un periodista como violador y de tanta casuística rica en el pésimo ejemplo es la que hay que romper.
Anterior a la discusión de programas económicos está la encrucijada del respeto. Lo primario está en el reconocimiento del otro, en la dignificación del adversario.
Si Duque respeta y da ejemplo, si dignifica a sus adversarios, si promueve el respeto hacia los demás, si gobierna con personas respetuosas, marcará la gran diferencia. Para ello, necesariamente tendrá que descalificar las actitudes de irrespeto que provengan de líderes de sus copartidarios. Un presidente tiene muchas limitaciones para poner en práctica lo que ha prometido en campaña; sin embargo, tiene todas las oportunidades del mundo en dar ejemplo con el respeto.
La consideración vale para quienes liderarán la oposición. Petro se fajaría si promueve el respeto como línea para referirse al futuro gobierno. Respeto no significa aceptación, ni dejar de poner sobre la mesa los argumentos y la movilización.
Finalmente, respeto es escuchar. Escuchar es un verbo incluyente. Veremos si Duque le jala al respeto.
