Hay un principio popular: nunca hablar en las reuniones de sexo, religión o política. Pero en una situación en donde la urgencia por activar la economía se mezcla con "[…] la importancia que tienen las prácticas de la fe para el pueblo colombiano […]", según Iván Duque justificando la apertura de las iglesias, necesariamente invita a reflexiones menos dogmáticas y en cambio más centradas en lo práctico y lo científico.
Desde el inicio de esta pandemia se les ha venido inoculando a los colombianos la importancia del autocuidado, repitiendo miles de veces evitar aglomeraciones o contactos por un tiempo mayor a quince minutos. Ante esta insistencia hecha por expertos, es difícil para algunos entender por qué el gobierno trata con privilegio a las iglesias si se compara con segmentos severamente golpeados de la economía, cuando desde cualquier perspectiva humanista o espiritual la asistencia física a los sitios de oración no debe ser una prioridad, pero sí es un riesgo de contagio inminente.
Diego Rosselli, neurólogo de la Universidad Javeriana señaló el jueves pasado (16.07.2020) en Semana en Vivo sobre la apertura de las iglesias: "[…] aunque es factible que se hagan protocolos para distanciar los dos metros, eso no suena como muy viable. Y si cantan y hablan y no usan tapaboca tenemos todo para que se presente […] coros en Europa en donde una sola persona contagiada puede fácilmente en un par de horas o en una hora contagiar a 30, 40 y 50 personas. […] Yo no estaría a favor de que se hiciera esa apertura todavía".
Ya sé que San Mateo 18:20 dice: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Verdad de a puño que algunos creyentes me han mencionado para justificar el regreso a las iglesias. Pero también en Salmos 34:18 dice: "Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá así mismo el clamor de ellos y los salvará". Entendiéndolo desde la bisoñez teológica y sin manuales que "orienten" a interpretar, se deduce que Dios está en todas partes y escucha los ruegos si son sinceros.
Presiento que el tema es más de cálculo político. No hay que olvidar que cuando el país se debatía en esa encrucijada del plebiscito del sí o el no, en donde solo existían los amigos o los enemigos de la paz, la ideología de género salto del sombrero del mago, en el momento más oportuno. Y fueron precisamente las iglesias de diferentes corrientes, no pocas, las que enarbolaron la bandera de la justicia intentando proteger a los niños de este país de la ideología de género, que subrepticiamente, según ellos, se encontraba esparcida en las 297 páginas del acuerdo de paz.
María Fernanda González señaló en su artículo en el diario El Tiempo, titulado, ¿Por qué se confunde ideología de género con equidad de género?, que de 111 veces que aparece la palabra género en el documento, todas tienen acepciones diferentes al excelente caballito de batalla de ideología de género.
Posteriormente, para las elecciones presidenciales de 2018, cuando las diferencias entre Duque, Petro y Fajardo eran casi imperceptibles, las iglesias de Colombia le dieron una mano con más de cinco dedos al actual presidente de la república.
Temas como el aborto legal, las uniones entre personas del mismo sexo o la criminalización del porte y consumo de la dosis mínima de cualquier estupefaciente, eran discusiones que en ese momento polarizaban más al país inclinando la balanza hacía lo conservador y lo «moralmente aceptable».
No se debe olvidar que en Colombia, según el Ministerio del Interior, se encuentran inscritas 4604 iglesias mucho antes del 2020; vaya a saber bajo esa cifra cuántos feligreses eligen.
Y para finalizar, la campaña política para la presidencia del 2022 ya empezó. Es un momento en donde los buenos gestos se pueden traducir en buenos resultados electorales.
Hablando de lo científico o lo práctico, nada cuadra. Las medidas y recomendaciones hechas en el anexo técnico de la Resolución 1120 de julio 3 de 2020 son incontrolables en la práctica.
Principalmente, si como lo hace el presidente en su programa de telerrealidad de las tardes, van dirigidas a los estratos 5, 6 y 7. No aplica en una iglesia de estrato 2 o 3, en donde viven los pastores estrechamente, guardar dos metros de distancia entre cada uno de los feligreses. O no se alcanza a dimensionar la capacidad logística y técnica de cada una de las iglesias "chiquitas", de escasos recursos y las de abundantes recursos pero escasas intenciones, en la tarea de capacitar, supervisar y garantizar el distanciamiento, la identificación de síntomas, la desinfección del templo y baños, antes y después de cada celebración. ¡Quiero ver esa belleza!
Mucho menos realista puede ser la medida de inscribirse de manera virtual o telefónicamente para separar cupo para el culto de determinada hora. Demasiado civilizado para nuestra realidad.
Con este plan piloto, tan defectuoso e inservible como el de los restaurantes, lo más evidente y claro es que volverán los dineros de los creyentes a las arcas sagradas, los que en cuarentena debieron afectar sus ingresos y tranquilidad.
La pregunta que sigue es: ¿si Dios se emborrachara… abrirían las discotecas?