Es cierto que el mundo cambia y mucho, pero no tengo referencia de que nuestra Corte Constitucional, por más corte que sea y goce en general de mi más profunda devoción, tenga facultades para engañar o ser instrumento de engaño a los gobernados. Recuerdo a los magistrados inmolados en palacio, profesores de mi universidad, y nostálgicamente pienso en que sus enseñanzas estaban regidas por esa "entelequia" que me gustaba ingenuamente pensar como la única vía de convivencia entre nosotros bajo nuestro único derrotero posible: el Estado de derecho.
Sin embargo, con el paso de los años me fastidia ver actuaciones regidas por directrices políticas, a las que ahora “explican” con la teoría de la prevalencia del estado de opinión sobre nuestras leyes, entre muchas otras elucubraciones de izquierda y de derecha que justifican lo injustificable.
Cualquier ciudadano, con los más precarios conocimientos del ordenamiento que nos rige, sabía que la famosa ley de financiamiento se caía por vicios de forma; para decirlo de la forma más sencilla, cualquier persona que se hubiera acercado a la facultad de derecho de cualquier universidad de garaje sabe que cuando hay vicios de forma, o sea, cuando se pretermiten los procedimientos establecidos para garantizar la correcta expedición de una ley, pues la ley no vale y, como dice por ahí un pariente, punto. Eso no tiene discusión ni interpretación diferente a que lo que aparentemente nació, simplemente no existe.
Entre su expedición, ayer y hoy, pude ver cómo los medios, el gobierno, los políticos y un sinnúmero de “eruditos”, incluidos gremios e importantísimos empresarios, inundaron nuestras mentes de la conveniencia de la ley de financiamiento, en la clara certeza de que la misma había nacido muerta y en los perjuicios sobrevinientes si se llegaba a declarar la inconstitucionalidad de la norma.
Hoy vi a un energúmeno defensor de nuestro brillantísimo Ministro de Hacienda acabar con la “honorabilidad” de la Corte por haber actuado como actuó “en contra de las más nobles metas y conveniencia de la patria”, por lo que quise para hacerle ver, arrepintiéndome al instante, que no estaba observando lo evidente: la Corte bajo los más inimaginables, sospechosas y dudosas motivaciones, desconoció abiertamente la ley dando a entender que por la “conveniencia” de la coyuntura la ley que nació muerta estaba viva, diciendo que “la declaratoria de inexequibilidad (...) surtirá efectos a partir del primero de enero de dos mil veinte, a fin de que el Congreso, dentro de la potestad de configuración que le es propia, expida el régimen que ratifique, derogue, modifique o subrogue los contenidos de la ley".
Parafraseando a Carlos Restrepo Piedrahita, por decir esto seguramente estos beneméritos togados “¡me ponen cero y me declaran inconstitucional! “, y seguramente unos muchos dirán que soy guerrillero y otros cuantos que lo que soy es paramilitar. Pero bueno, imagino que si a Lázaro lo resucitó Jesucristo, la ley de financiamiento también tenía derecho a su redentor.
Y ahora, ¿quién podrá defendernos?, ¿quién les dice que entre más transgredan la ley, más es el daño que hacen?, ¿Estado de derecho?
Y lo grave en sí mismo no es este episodio. Lo grave es que todos los días se ve cómo violan todo tipo de normas que en el origen de la república fueron instituidas para que no hubieran más Chaves, Pinochets o Videlas, entre otros muchos que han agobiado este mundo.
Flaco favor nos hizo la Corte. No sé por qué no se entiende que si seguimos transgrediendo nuestro Estado de derecho, las dictaduras seguirán pululando en nuestra América.