Sexo, mentiras y adopción gay
Opinión

Sexo, mentiras y adopción gay

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febrero 18, 2015
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Con la revolución que se ha venido dando a través de los años alrededor de la cotidianidad y derechos de los homosexuales, que se ha ido agudizando en los últimos tiempos con escándalos de curas gais, artistas y personajes de la vida pública que salen del closet, nadie puede evitar hablar de sexo y religión, porque somos un país donde la Iglesia católica pesa mucho todavía.

Por cuenta de este coctel bomba, sexo y religión, ayer un columnista quedó fuera de El Colombiano y la Universidad de La Sabana —donde me enseñaron a hacer noticias— es hoy noticia por considerar que la homosexualidad es una enfermedad. Brincan los ateos, se sacuden los católicos y se conmociona Colombia entera porque como aquí ya estamos polarizados en todo: política, religión, sexualidad… etc., etc., etc., todos nos subimos en el bus de los extremos.

¿Pero saben qué? ¡Todo el mundo puede pensar como quiera! El Colombiano, La Universidad de La Sabana, los ateos... ¡Todos! Eso no los hace ni más buenos ni más malos. Intentemos mirar el tema desde la naturaleza misma, porque el ser humano es uno solo con diferentes características: hombre o mujer (independiente de sus preferencias sexuales), perteneciente a x o y religión —o a ninguna—, deportista, cocinero, alto, gordo, feo, bonito, hipócrita (y en este tema sí que los hay), alegre, trabajador… Tantas características, tantas diferencias y tantas similitudes que quién define si es normal ser una cosa u otra.

Y aquí viene un tema muy espinoso y es la creencia en Dios o en un Ser Superior, como muchos lo llaman ahora, y que para sus creyentes es quien da la última palabra. Entonces esto se pone complicado y lo explico con un concepto de un compañero ateo que cuenta cómo un profesor lo puso a dudar sobre la existencia de Dios, cuestionando si Dios fue el creador del hombre o fue el hombre quien creó a Dios.

Yo creo que cada quien tiene su interpretación con todo su derecho, pero en mi caso particular pienso que es el mismo hombre el que le ha metido mano negativamente a la religión y ya les explico por qué. Para mi toda religión es una forma de vida espiritual que cada quien asume de acuerdo con sus creencias, sus costumbres y sus derechos. Las religiones no son malas, pero se volvieron así cuando el hombre comenzó a ir contra la naturaleza. ¿Quién dijo que los curas y las monjas no pueden tener vida sexual? El hombre… ¿Quién dijo que el sexo es un pecado? El hombre… ¿Quién dijo que los jóvenes no pueden vivir su sexualidad con principios? El hombre… El hombre que ha hecho sus propias interpretaciones de Dios, las que han surgido de sus propios temores y se las han hecho creer a los demás.

Hay curas que ellos mismos son un pecado porque son muy churros, alegres, cantan y bailan como el que más; recuerdo monjas muy bonitas en el colegio; feos o bonitos son seres humanos. A mí me ha dado pena preguntarles cómo hacen con su sexualidad (no qué hacen porque no es difícil imaginárselo). Por eso viven con sobrinos o sobrinas en las parroquias; ¡pobrecitos! Con lo maravilloso y gratificante que es el sexo vivido a plenitud. Una muestra de esas privaciones será el especial que en dos entregas (22 y 29 de febrero) presentará Séptimo Día sobre la hipocresía y doble moral que maneja la Iglesia (en Colombia y El Vaticano), que predica y juzga, pero actúa de la misma manera. Hablará sobre la pederastia (delito y pecado), lobby gay (guetos de pequeños círculos de sacerdotes homosexuales que se cubren y ayudan para crecer dentro de la Iglesia), y corrupción a través del Banco Vaticano.

En mi época como presentadora de noticias tuve mucha cercanía con los peluqueros homosexuales —porque no todos lo son, ni todos los homosexuales son peluqueros—, que decían que ellos o nacían así, o alguien se los tiraba cuando chiquitos; me daba compasión porque sentía su sufrimiento, pero igual los respetaba y los quería. En otros momentos de mi vida profesional también me he cruzado con seres humanos homosexuales (hombres y mujeres) fantásticos, brillantes, encantadores, buenos, que sabían desde muy chiquitos su orientación sexual —no la escogieron— y hoy son mis amigos.

He hablado con algunos de ellos sobre la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. En lo particular confieso que me cuesta. Ellos defienden a ultranza que son buenos papás o mamás, tanto como defienden su papel las parejas heterosexuales. Mientras hay  testimonios buenos de hombres y mujeres criados por parejas homosexuales, también los hay muy malos; en Estados Unidos hay una mujer, (lamento haber perdido sus datos porque tiene página web y da conferencias), que fue criada por su padre gay y su pareja, y vivió cosas terribles; ella recorre el país contando su historia y declarándose abiertamente en contra de la adopción homosexual. Creo que tener buenos padres es una lotería.

Crecí en una familia católica, creo en Dios y la Virgen a quien le rezo el rosario todos los días y me hace sentir en paz, pero también creo que ese maravilloso Dios que para mi sí existe y nos manifiesta su presencia, ha sido tergiversado e interpretado a conveniencia por el hombre. ¿Católica rebelde? Tal vez. Pero Dios hizo una sola naturaleza, hermosa, espléndida, con todas sus características, incluido el homosexualismo.

¡Hasta el próximo miércoles!

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