Hace años un presidente de la República pensó que el maestro Enrique Low Murtra, a quien tanto debemos, le serviría bien una posición en el gobierno. Obvio que tenía razón. En ese momento, una persona muy cercana a mí y que quería mucho al doctor Low le pidió que no aceptara, pues era una época de grandes peligros para los servidores públicos. Él respondió con otra de sus muchas enseñanzas: “Si los buenos no aceptamos servir a Colombia, los malos sí llenarán los espacios”.
Las relaciones de grupos básicos se establecen de manera directa. Cada uno de los miembros crea vínculos uno a uno con todos los demás. Eso permite que haya propósitos comunes y cohesión en equipos de hasta máximo 200 miembros.
Pero, para que una sociedad como las nuestras opere, es preciso que grupos mucho mas grandes y numerosos, obremos en una misma dirección. Para ello es necesario que se creen ideales. Se precisa de sueños e ilusiones. Esos ideales permiten que miles y millones, aúnen sus esfuerzos para causas que les son comunes con otros que ni siquiera conocen y que muy seguramente nunca sabrán que existen.
Así, la civilización se cimienta, en gran medida, en la posibilidad que tenemos los seres humanos de crear y creer en ideas y en sueños. Las ideas de país, nación y Estado, son varias de las que mas necesitamos.
Uno de los mas grandes de esos ideales es el servicio público: Esa ilusión de que, cuando servimos, dedicamos nuestros esfuerzos y mejores capacidades al bienestar de los miembros de nuestra comunidad, al mejoramiento del país. Esa fe que depositamos en quienes sirven y conducen nuestros destinos, férreos de que obrarán sólo y siempre en el mejor interés de la colectividad y no de si mismos o de subconjuntos.
Esa fe en el servicio publico logra que elijamos personas que harán las leyes por nosotros, y que determinarán las conductas permitidas y las prohibidas para vivir juntos. Esa fe permite que votemos por quien dirigirá el gobierno y sus equipos, que hacen que esas leyes se hagan realidad. Esa fe le da piso a que unos de nosotros hagan justicia entre los colombianos.
El cimiento mismo de las ideas de país, nación y Estado es que las personas que lo representarán, quienes sean ungidos para personificarlos, son servidores públicos. Y, cuando pensamos en servidores públicos pensamos o deberíamos pensar en gente muy, muy especial.
Veamos:
Es válido que confiemos en esos servidores públicos, en primer lugar, puesto que la totalidad de lo que hacen debe ceñirse a lo previsto en la ley. Ciertamente, esa condición hace o debería hacer que sea muy predecible su actuar, si se apegan las disposiciones legales que delimitan su competencia, sus poderes, para que los usan, como y cuando.
Aparte de lo obvio, eso es que no se obre de manera caprichosa, ese apego a la regla de derecho significa que los servidores de todos renuncian a valorar si o no cumplir la ley u obrar de una manera diferente, así en su interior crean que es “para mejor”.
No trabajan para, sino que son el país, la nación o el Estado
Quienes asumen esas responsabilidades personifican la figura a la que sirven. No trabajan para, sino que son el país, la nación o el Estado. Por ello, renuncian temporalmente a si mismos y deben llevar la agenda, pensar en el bien, luchar por que se imponga y que prevalezca el bien común, el bien de todos.
Siempre es tiempo, y hoy mas que nunca, para que recordemos a nuestros mayores, a quienes nos dieron ejemplo, e inspiremos a los jóvenes para que sean y quieran ser eso, servidores de lo público.
Del mismo autor;Medio ambiente, Colombia y Trump