Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 9: el sentido del humor

Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 9: el sentido del humor

Reírnos es el principio de la cura para cualquier enfermedad. Incluso para superar trastornos afectivos. Pero el sentido del humor se está alejando de los corazones

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
junio 09, 2023
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Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 9: el sentido del humor

¿Recuerdan la popular sección de la Revista Selecciones titulada La Risa, Remedio Infalible? Tal cual. Reírnos es el principio de la cura para cualquier enfermedad ya del cuerpo, ya del alma… incluso para superar el más complejo de los trastornos afectivos. Sin embargo, resulta asombroso constatar que en los tiempos que corren el sentido del humor se está alejando de los corazones. En cambio, con mayor frecuencia uno observa rostros endurecidos, secos, ácidos, avinagrados, como si el portador padeciera el síndrome de cólico persistente. Semblantes que denotan amargura, envidia, odio, resentimiento, dolor y demás emociones venenosas que matan al paciente lenta, silenciosa e indefectiblemente. Tengan presente, amables lectores míos, que nuestros ancestros rebosaban de un optimismo festivo y picante que los llevaba a decir frases como: “a mal tiempo, buena cara”; “paciencia pulgas que la noche es larga”; “más se perdió en el diluvio”; “que afán para vivir cien años”; etcétera. Y un chamán iluminado afirma: o nos hacemos desdichados, o nos hacemos fuertes: cuesta el mismo esfuerzo lo uno que lo otro.

Así mismo, no tenemos ningún control sobre las eventualidades, como por ejemplo las acciones de los demás; pero sí podemos elegir la actitud correcta. Tomarse las cosas sin darles mucha importancia, con un toque de humor, ciertamente es propio de personas inteligentes, por no decir brillantes. Atención: la generalidad de las personas pone todo el afán y la energía en atormentarse la vida; es decir, dominan el ingenioso arte de crear la propia infelicidad. En efecto, todo les parece malo, todo lo ven desde el ángulo oscuro. Y si da la casualidad que en algo les vaya bien (no lo duden) le buscarán un pero. Como decía mi abuelita: son personas que le buscan pelos a una calavera.

Es necesario aclarar que el buen humor es fruto de una buena conciencia, de un corazón recto y limpio, como el de los niños. Creo que la famosa invitación del Divino Maestro a que volvamos a ser niños no ha sido comprendida correctamente. Mirar e interpretar la realidad con ojos de niño podría ser el pasaje a la felicidad (confrontar esta visión con la propuesta de Antoine de Saint Exupery en El Principito). Es más, el camino más corto a un estado de felicidad constante es el olvido de sí mismo para hacer felices a los demás. En efecto, un corazón bondadoso se manifiesta en un rostro amable y sonriente. En las antípodas hallamos a los corruptos, a los criminales, perversos e inescrupulosos… y es que no se le puede pedir peras al olmo. Los tales y pascuales no pueden disfrutar de un espontáneo sentido del humor. Y si por azares de la vida disparan una risotada, con seguridad dará la impresión de una carcajada siniestra.

Por otra parte, y con el ánimo de ampliar una idea esbozada en renglones precedentes, el sentido del humor es indicativo de gran inteligencia. De hecho, las personas reconocidas por su alto coeficiente intelectual suelen no tomarse nada muy a pecho, y menos a ellos mismos. Por el contrario, les encanta reírse incluso de sus propios defectos. Así logran mantener a raya el mayor aguafiestas de este mundo: el ego, ese patético empeliculado. Y tú que me lees, sabrás en qué consiste la alquimia el día que esté en tus posibilidades reírte a carcajadas de tu destino, y, de paso, de las inevitables desgracias que son parte de este viaje, a la vez tan hermoso y difícil: la vida.

A continuación, les comunico una buena nueva extraordinaria: la controvertida (y para muchos temible) inteligencia artificial, podrá quizás superar las destrezas, facultades, habilidades y competencias de la mente humana; no obstante, a la máquina más avanzada tecnológicamente jamás le podrán introyectar consciencia ni sentido del humor. Por una parte, es propio de la consciencia Observar. Y escribí este fenómeno del espíritu evolucionado con mayúscula, porque es un concepto complejo el cual más que entender hay que experimentar, y ese proceso puede llevar muchos años. Los monjes budistas y los maestros iluminados son los que más conocen de ese tema cuya compresión se explicaría en muchos libros. Buda, sin embargo, nos dejó esta perla maravillosa: ¡Despierta! Sé testigo de tus pensamientos: tú eres el que observa, no lo que se observa. Y, por otra parte, la posibilidad de reírnos a carcajadas es un privilegio de la naturaleza humana, un don del que no disfrutan ni los mismos ángeles. El ser humano se podría definir en términos filosóficos como la criatura que puede reír. Vea paisano: usted, si le da la bendita gana, puede reírse de los políticos, de dios, del diablo, de este mundo de pacotilla… Ah, Ojo-cuidado-peligro: fíjese que los tiranos son ellos unos señores muy amargados y paranoicos. No se le vaya ocurrir reírse en sus narices y mucho menos ridiculizarlos, porque esos sujetos se apegan al poder y padecen la enfermedad incurable de la megalomanía. En definitiva, esos tipos no tienen ni una sola pizca de sentido del humor. Yo me he reído de ellos y me están pasando cuenta de cobro, pero eso es harina de otro costal y no viene al caso.

Posdata: próxima lección… el perdón.

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