Ante todo dejo en claro esto: no se debe confundir tibieza con moderación; por el contrario, son conceptos totalmente opuestos. La moderación es una virtud asociada con la templanza y la prudencia. En tanto que la tibieza es un gran defecto o imperfección y se vincula con la falta de compromiso y ausencia de carácter y de criterio. También tiene que ver, aunque suene fuerte, con la pusilanimidad o cobardía y el servilismo. Los tibios no asumen posturas y se acomodan conforme al tirano de turno. El tibio, egocéntrico por naturaleza, gracias a su personalidad camaleónica sabrá sacar partido de cualquier circunstancia.
Atención: los tiempos que estamos afrontando exigen un papel protagónico de los hombres moderados. En períodos de grandes crisis la humanidad reconoce en los moderados la capacidad de tomar decisiones sabias. Los tibios, por su parte, no dieron ni dan ni darán la talla ante los retos y desafíos políticos, sociales, culturales y espirituales que se ciernen sobre el destino humano. En otras palabras, el tibio es un extremista de la pasividad, de la comodidad, del facilismo y oportunismo. En efecto, lo compararé con una sanguijuela que usufructúa sin ningún merecimiento la sangre, el sudor y las lágrimas de los que arriesgando la vida luchan por un mundo más justo y mejor.
Por si lo anterior fuera poco, hasta las sagradas escrituras expresan su lástima por los susodichos: ¡ay de los tibios! Además, con un enemigo, contradictor u opositor uno sabe a qué atenerse; pero con un tibio no. ¿El lector ha oído hablar del beso de Judas o de la puñalada trapera? Tal cual.
En otro contexto del análisis, una importante acotación: si el lector cuenta al menos con un poco de cultura general, quizás comparta conmigo que en las más graves coyunturas que ha padecido el mundo surgieron hombres moderados que con admirable templanza y fortaleza caminaron sobre las aguas turbulentas, y, de paso, llevaron a millones de personas a feliz puerto.
Características de un líder moderado: piensa en el bien común, no en sus propios intereses. Posee dominio propio, mesura, tacto y prudencia. Practica la rectitud de corazón, y, por ende, se comporta como los buenos capitanes que anteponen la vida (y bienestar) de los demás a la propia. En cambio, los tibios y los extremistas sólo piensan en salvar el propio pellejo. Un líder moderado predica con el ejemplo, y no como los políticos faranduleros y deslenguados que les encanta armar espectáculos mediáticos para llamar la atención del populacho. Un político moderado sabe rodearse de un equipo de trabajo: el buen pastor conoce a sus ovejas, por lo cual es un maestro de la administración a la hora de delegar funciones. Siempre hace acopio de sangre fría, aplomo y determinación. No pierde fácilmente la moral: como el ave fénix renace de las cenizas; es decir, para él no existen las crisis, ni los fracasos ni las derrotas, sino que transforma los momentos difíciles en oportunidades. Por si lo anterior fuera poco, poseen una gran capacidad de escucha. En cambio, las personalidades mediocres, frívolas y presumidas sufren de verborrea, o como suele decirse, hablan y hablan hasta por los codos.
En las antípodas de ese liderazgo, el tibio vive de experimentarse a sí mismo medio frío, que es lo mismo que decir medio caliente, semi-luminoso o semi-oscuro. Más les valiera asumir una postura inconmovible, porque en la situación actual se está peleando la batalla definitiva entre la Luz y la oscuridad, y los tibios son los que van a llevar la peor parte.
En esencia: la actual coyuntura exige personas comprometidas, valientes, honestas, a las que no les tiemble la voz ni las manos para denunciar la corrupción, la injusticia, y el mal en general, proceda de donde proceda. Benditos (sin bendición) sean los tibios pues como personas, como ciudadanos y políticos merecen todo nuestro respeto, pero maldita sea la tibieza que nada aporta en un mundo en crisis. Los políticos moderados de aquí, de allá y de acullá son los llamados en esta hora suprema para pastorear a una humanidad sumergida en la noche de los tiempos. Sin embargo, recuerden que después de la noche más oscura siempre sale el sol. Avanzamos hacia una nueva aurora en la que resplandecerá una verdadera y renovada democracia.
Posdata: próxima lección… el mensaje de Buda.