El principio universal de la correspondencia explica: como es arriba es abajo, como es por dentro es por fuera y tal como algo o alguien se comporta frente a lo micro (lo poco) de igual forma se comportará ante lo macro (lo mucho). En esa misma línea, me atrevo a decir que la izquierda y la derecha se corresponden: los extremos caminan en líneas paralelas y terminan juntándose. Fíjense en los métodos de los extremistas: son los mismos.
Además, si existiera un espejo donde pudieran observarse simultáneamente los extremos, quizás los sorprendería esta realidad: a fuerza de odiarse terminaron pareciéndose. En todo caso, un hombre que no tenga conocimiento de estos principios será un pésimo negociador llegada la hora de firmar la paz, concretar acuerdos o definir la continuidad de la guerra. Todos queremos la paz, pero nada más difícil en el mundo que consolidar una paz relativa, estable y duradera. Es más, el mundo ha desgastado a fuerza de uso y abuso ese concepto. De hecho, paz total nunca ha existido en el planeta Tierra. La paz viene en camino, pero antes debemos trasegar un breve período de gran crisis mundial, y entonces, la humanidad verá un nuevo amanecer.
Conforme a los precedentes postulados, quien quiera negociar correctamente con otras personas o entidades primero debe demostrar que tiene la capacidad para llegar a acuerdos consigo mismo. Es decir: ceder cuando tenga que ceder, aceptar si debe aceptar determinada realidad interior, reconocer los propios errores y ante todo identificar los propios límites; en últimas, conocerse.
De hecho muy pocas personas saben poner límites y por eso estamos como estamos. Si un individuo no pone límites a sus actitudes, pretensiones, comportamientos y emociones ni modo que se haga valer en el momento justo de ponerle límites a los demás, si es que éstos tienen intenciones de abusar de sus derechos o de los derechos de sus familiares y compatriotas.
¿Y qué tiene que ver el imperativo de poner límites con la negociación? Apreciado lector, la respuesta es elemental: hay asuntos que no son negociables: por ejemplo, los principios espirituales, la ética, la honra, la dignidad, el honor y la lealtad a la patria.
En este sentido, los límites funcionan como una fortaleza o muro de contención ante las graves amenazas provenientes del entorno: situaciones urgentes, inesperadas… conflictos con personas, grupos o ideologías. Por otra parte, en una lección anterior me atreví a sugerir: al mal, a la oscuridad más tarde que temprano debes confrontarla… de lo contrario eventualmente podría hacer metástasis. En otras palabras, si no confrontas oportunamente a la oscuridad acudiendo a la Ley, a la Luz y desde el Espíritu, entonces el mal asume el control (descontrol) imponiendo el caos.
De hecho, el universo se podría reducir a dos fuerzas opuestas: el orden (la Unidad) y el caos (división). Cada individuo en algún momento y lugar por fuerza tendrá que elegir entre lo uno o lo otro. Sin embargo, hay que tener muy presente que no todas las personas manejan el mismo sistema de valores ni todas poseen el mismo nivel de consciencia y de conocimiento. Así mismo, sobreabundan personas malintencionadas, sujetos que bajo ninguna circunstancia quieren la paz: ni la interior ni la exterior. A propósito, revelo otro secreto: hay quienes encarnaron en este plano sólo para destruir. Afortunadamente los que construyen son muchos más.
No obstante, la oscuridad es como la sangre: escandalosa. Repito lo dicho en lecciones precedentes: el bien se impone siempre. Es más, todo lo malo que sucede en este mundo redunda en un bien superior. Pero es necesario tener mucha paciencia. Verbigracia: la parábola del trigo y la cizaña es contundente y sólo los ciegos, los sordos y los carentes de entendimiento pasan de largo delante de esta verdad.
Nota Bene: La misma experiencia científica demuestra que después de la entropía las cosas vuelven al cauce del orden, de la armonía o el equilibrio universal.
Conclusión: un verdadero líder posee carácter, prudencia, tacto, carisma, sabiduría, sensatez y coherencia. Las anteriores cualidades le ayudarán a evitar la debacle. Un buen estratega sabe que lo que está en juego no es sólo su vida, sino ante todo la vida de millones de personas.
Hará un balance entre costo y beneficio, entre los pro y los contra, entre las amenazas y las oportunidades. Un buen estratega hará cálculos inteligentes y luego tomará las decisiones del caso. Por último, un buen estratega militar, un líder político o líder espiritual ha de aplicar la lógica y el raciocinio y la intuición de los buenos ajedrecistas.
El ajedrez es como la vida y la vida a su vez contiene muchos elemento de las partidas de ajedrez que se desarrollan con despliegue de astucia e inteligencia: lucha, oposición, táctica, estrategia, cálculo, visión, planificación… y también lances arriesgados que determinan la victoria o la derrota: sacrificios, trampas, intentos, acuerdos y negociaciones.
Posdata: próxima lección… El poder de la imaginación.