Albert Einstein, uno de los genios más extraordinarios, observó con preocupación el efecto pernicioso de los prejuicios. Es así que de su mente brillante surgió esta popular frase: es más fácil desintegrar el átomo que un prejuicio. Es en ese sentido que yo me atrevo a sugerir que la regla de tres de casi toda muerte violenta se formula a partir de los juicios apresurados.
Así mismo, el hombre por inclinación natural es prejuicioso; es decir, constantemente observa, procesa, interpreta y somete a evaluación la información que sus sentidos (incluida la mente) captan. En ráfagas de segundo emite para sí mismo un juicio a priori (no en el sentido kantiano, mis respetos para Kant): una conclusión, la cual es fruto de sus escasos conocimientos. La mente hace las veces de filtro. El caso es que hallar una mente lúcida, neutra, imparcial y moderada hoy por hoy parece imposible. Por ende, si el filtro no funciona bien sus juicios, por regla general, más que apresurados serán erróneos.
Hablamos de prejuicios porque sin elementos sólidos, verificables, verídicos, contrastables… prefiguramos, leemos o interpretamos equívocamente un texto, un contexto, determinada realidad, persona o grupo social. En efecto, los conflictos prosperan porque una vez estructurado el prejuicio se solidifica de tal forma que parece tarea imposible desmontarlo.
Conforme a lo expuesto hasta el momento, todos deberíamos acudir a un derecho universal antes de actuar o de asumir una postura: concedernos el beneficio de la duda. Resulta práctico y muy racional seguir el método del filósofo René Descartes quien propone este pensamiento: de todo dudo, menos de que estoy dudando. Sin embargo, pedirle a una persona radical, a un fanático, que al menos dude de lo que cree, de lo que le dicen, de lo que está interpretando parece imposible. Yo desconfío mucho del sectarismo correspondiente a cualquier campo de la vida humana. Los sectarios van como esos caballitos con anteojeras: siguen al cochero a ciegas y si los arrastran al precipicio, pues allá van a parar. En efecto, por analogía: los ismos son a la verdad lo que las vendas a los ojos.
Atención: prejuzgar constituye de entrada un problema. No obstante, si el prejuicioso cuenta con un mínimo de sentido común, permitirá los buenos oficios de las variables tiempo y espacio. Entonces tendrá, quizás, más elementos para confirmar o descartar los juicios a priori. Ahora, el problema podría devenir en drama si el prejuicioso verbaliza sus conjeturas, hipótesis o sospechas. Sobreviene un lugar común de la época actual que fluye desde las redes sociales y los sitios públicos: injurias, calumnias, mentiras, chismes, amenazas. Por eso, gran parte de la intolerancia y de todas las manifestaciones de nuestras violencias tienen su origen en una lengua imprudente, apresurada o fuera de control. La lenguas viperinas y malintencionadas generan conflictos domésticos y sociales (guerras). Hoy por hoy los calumniadores no son puestos en prisión, pero cuántas personas son asesinadas a causa de ellos. Alguien delata irresponsablemente, y otro aprieta el gatillo. Ojalá uno pudiera pedirle prudencia a un lenguaraz o deslenguado. Esa clase de individuos en su tozudez y soberbia no conocen la moderación ni la prudencia.
Vamos con ejemplos para que la regla de tres de la muerte sea más visual y comprensible. El prejuicioso peligrosamente “comunicativo” más o menos podría pensar de esta manera: fulanito o fulanita se viste así, habla o escribe así… si salió de allí, si estaba hablando con zutano, si se tomó una fotografía con perencejo, si es seguidor de tal líder político, o si apoya a mengano : ¡ajá! Pillao, fulanito es esto o lo otro, y es mi enemigo y todos van a saberlo. Al lector quizás le parezca lo anterior exagerado y por qué no pintoresco; pero no más fíjese en esas letrinas públicas que son algunas cuentas de Twitter, y dígame después si exagero. Mejor dicho, para qué jueces o instituciones de Justicia si los prejuiciosos van imputando cargos a la topa tolondra.
Desde esa óptica, y para ilustrar mejor la regla de tres de la muerte, voy a usar la técnica de los silogismos. Recuerden lo que aprendimos durante el bachillerato: un silogismo es un razonamiento que se forma a partir de dos premisas (supuestos, ideas) y una conclusión (sentencia). Ejemplos:
Premisa1: de la Universidad X surgen revolucionarios.
Premisa2: fulanito estudia en la Universidad X
Conclusión: luego fulanito de tal es revolucionario.
Premisa1: los miembros de la ultraderecha son creyentes
Premisa2: fulanito de tal es creyente
Conclusión: luego fulanito de tal pertenece a la ultraderecha.
Acepto que los anteriores ejemplos son extremos, pero es que las ideas de los prejuiciosos son igual de extremistas, alarmistas, catastróficas, paranoicas, suspicaces, delirantes, capciosas, prevenidas, empeliculadas, etcétera. Ustedes mismos comprobarán que en tiempos de guerra los prejuiciosos eventualmente pueden generar tragedias. Muy distinto era el uso racional y lógico que la filosofía tradicional y clásica le daba al silogismo. Verbigracia:
- Todo hombre es mortal
- Juan es hombre
- Luego Juan es mortal
Por último, una recomendación con el buen propósito de sugerir que cada quien intente lo imposible: desintegrar los prejuicios. Haríamos mucho por la paz interior, la paz doméstica y la paz universal. Aquí va el consejo: aprendamos a ver con el corazón. Sólo ve bien, juzga bien, interpreta bien el que observa todo con los ojos del corazón.
Les aseguro que la mente (la loca de la casa) es pésima consejera. Es una herramienta maravillosa, sin embargo no sirve para leer a las personas. Una mente fuera de control es una lengua fuera de control, y le sigue una actitud hostil.
Quien no ve con los ojos del corazón verá enemigos por todas partes. Tendrá miedo y andará a la defensiva y armado física o actitudinalmente. El que no tenga la visión del corazón no verá la magia que redunda por todas partes, no contemplará el milagro de la vida ni estará agradecido por todo y con todos. El corazón ve oportunidades cuando la mente sólo detecta problemas. Volvamos a nuestra morada luminosa, inmortal: el corazón.
Posdata: próxima lección… la negociación.