¿Sería posible una tauromaquia sin sangre?

¿Sería posible una tauromaquia sin sangre?

"La inquietud la tengo y esperaría que la respuesta se materializara en actos que validen mi fe en que podemos hacer mejor las cosas"

Por: Carolina Lema
febrero 20, 2018
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¿Sería posible una tauromaquia sin sangre?
Foto: EFE

Con los ánimos aventureros reforzados por este año de viajes lejos de mi país, en honor a los gustos de mi abuelo, con el objetivo de generar mis propias percepciones e impulsada por una enamorada de la tauromaquia, decidí asistir a mi primera corrida de toros en una ciudad española.

En la faena participaron toreros afamados como Ponce y el Juli, garantes, según mi amiga, de la calidad del espectáculo que contó con varias orejas, un rabo, un toro casi indultado, y un Ponce en hombros al final de la jornada.

Viéndolo desde ese punto de vista, el plan había sido todo un éxito, sin embargo, resultó ser la dolorosa experiencia que me mostró con que facilidad el ser humano disfraza sus instintos asesinos y su sed de sangre, bajo trajes brillantes y danzas elegantes.

El toro es picado en varias ocasiones con varas y banderillas, según me explicaban, “para liberar su estrés”; el cual paradójicamente es provocado por las mismas personas que lo hacen correr, atrayendo su atención con telas coloridas. Luego se da paso a un juego de música y coreografías distinguidas que proporciona el torero, quien muestra su supremacía sobre un animal claramente debilitado por el daño causado anteriormente.

Cuando es evidente que las fuerzas del toro no dan para más y se escuchan gritos de “mátalo ya”, llega el momento que todos esperan con ansias. Se hace un silencio sepulcral en expectativa de que el torero clave en el lomo del animal una espada que acabará con su vida; el ejemplar se tambalea y todos gritan, esperando que caiga para ser arrastrado por unos caballos como “homenaje” por su muerte, no sin antes cortar orejas y rabos para satisfacer el ego del torero que otorgó el mejor show y que es vitoreado y aplaudido con oles y pañuelos blancos.

Vivir esta experiencia desató en mí sensaciones de tristeza, rabia, dolor y desconcierto, y más aún al escuchar justificantes como “esos toros son violentos por naturaleza”, “de todas formas lo van a matar”, “si no existieran las corridas esa raza no existiría”, “es tradición” y me preguntaba, ¿eso justifica disfrutar del proceso de jugar con el desespero de un animal moribundo para satisfacer placeres oscuros o hacer honor a costumbres arcaicas?

No espero con esto sentar una voz de protesta animalista, no rescato perritos, ni soy vegana, solo destaco hechos que son evidentes y que el ser humano tiende a minimizar o justificar, como sucede cuando las madres de los delincuentes defienden a sus hijos, o cuando no tienen efecto las muertes de esos que “no son los míos”, o como decía mi novio, nadie se atreve a decir que el emperador no lleva traje y va desnudo.
Quién dijo que no podemos evolucionar y mejorar lo que fuimos, por qué no se pueden plantear alternativas de diversión que muestren como honramos nuestro pasado, pero procuramos un mejor futuro. ¿Sería posible una tauromaquia sin sangre? La inquietud la tengo y esperaría que la respuesta se materializara en actos que validen mi fe en que podemos hacer mejor las cosas.

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