Sergio Fajardo: el gobernante que no usa correa

Sergio Fajardo: el gobernante que no usa correa

“En el espectro confuso de la política diría que es un hombre de “extremo centro”. Así lo ve Alonso Salazar, su sucesor en la alcaldía de Medellín

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enero 22, 2018
Sergio Fajardo: el gobernante que no usa correa

Sergio Fajardo no usa correa, tampoco corbata.  Siempre, con muy raras excepciones, se le ve  con bluyines y camisas que se remanga en los codos.  Al comienzo, cuando inició la actividad política muchos pensaron que se trataba de una pose.  Pero no es así.   Menciono  aquí de este tema – aparentemente baladí – porque me permite decir que Fajardo es un hombre auténtico en eso, en lo personal  y en su manera de hacer política, que es de lo que me interesa  hablar aquí.  Y advierto, de una vez, que lo digo como militante del movimiento que él ha liderado y como testigo de su manera de hacer campañas que han sido el preludio de su forma de gobernar.

Fajardo se doctoró  en matemáticas, de verdad, en la Universidad de Wisconsin. (Hace falta decir que su título es verdadero porque se ha hecho común que funcionarios públicos mientan sobre sus títulos.)  Ejerció luego, y durante veinte años, como profesor de matemáticas en la Universidad de los Andes. En ese  tiempo participó en la promoción de la ciencia y tecnología en perspectiva del desarrollo, y en la búsqueda de la paz, por invitación del entonces gobernador de Antioquia Alvaro Uribe Velez.

Decidió ser candidato a la Alcaldía de Medellín finalizando los años noventa. Convocó a un grupo de amigos con quienes  formuló unos principios para la acción pública, principios que incluían palabras claves como vida, transparencia, participación, planeación y equidad.  Y empezó a caminar la calle, a contactar a la ciudadanía y a convencerla de lo que parecía imposible: que se podía ganar unas elecciones sin maquinarias y sin prácticas  comunes como la compra de votos.  Al inicio, en la primera campaña, poderosos políticos que se creían invencibles, miraron a Fajardo como un loquito sin posibilidades.

Esta experiencia inspiradora, de su vida y de su forma de  gobernar, la ha narrado en el libro “El Poder de la decencia” que acaba de publicar Editorial Planeta.  Y es que Fajardo,  dieciocho años después de haber iniciado el movimiento Compromiso Ciudadano, puede hablar de la decencia como manera de ser y de transformar lo público, porque ha cumplido como Alcalde de Medellín y Gobernador de Antioquia, con el mandato de la honradez.  Gobiernos en los que construyó muchas obras físicas, pero logró además movilizar la sociedad en torno a propósitos de mejoramiento de la cultura y la convivencia, convirtiendo la educación en el eje articulador de planes de desarrollo que multiplicaron oportunidades para los excluidos. Fajardo logró que los paisas dejáramos de aparecer en el mundo solo asociados al crimen, que Medellín pasara del miedo a la esperanza, que se le reconociera  como extraordinario laboratorio en diversos campos: un ejemplo de resiliencia social y que recibiera decenas de reconocimientos internacionales por sus logros.

Después de sus buenas gestiones, que lo han hecho merecedor de prestigio, el desdén de los  corruptos se ha transformado en una rabia revanchista. Sus contradictores  de la vieja política son  amigos de extraditables, que tienen parte de sus copartidarios en las cárceles, que han logrado  prosperidad personal  y llevan vida fastuosa en vano intento de imitar césares, con el dinero sacado del bolsillo a los ciudadanos. Esos enemigos, quieren ser los censores, y han dedicado un grupo de sabuesos, incluido algún contralor de títulos falsos, lleno de enredos, a escarbar para encontrar el pecado, la prueba reina con la cual desprestigiarlo, y a difundir mentiras a través de perfiles falsos en las redes sociales y portales que venden el servicio de mal informar.

Lo intentan fregar con la biblioteca España, un gran símbolo de la ciudad, que presentó problemas en su cobertura externa y que esta en la actualidad en reparación. Sobre esto el razonamiento es simple: cuando se construyen centenares de obras entre colegios, parque bibliotecas, jardines infantiles, parques educativos es inevitable que alguna pueda presentar dificultades.  El Alcalde Federico Gutiérrez que ordenó reparar la biblioteca  demandó al constructor para que asuma la responsabilidad y así evitar que los costos recaigan en el municipio. La biblioteca España, que simula un par de meteoritos que cayeron en la montaña de la violencia, trajo la esperanza a los habitantes de la zona nororiental y seguirá siendo una postal ineludible de la resurrección de Medellín.

Se ha informado sobre supuestos embargos de cuentas de Fajardo por parte de la Contraloría que resultaron ser falsos.  Y un gobernante, acostumbrados a dejar raspados los presupuestos de las entidades públicas por donde ha pasado, han dicho que Fajardo dejó  sobre endeudado el Departamento de Antioquia. La Procuraduria y un juicioso análisis del economista Gonzalo Hernández demuestran que tal afirmación se ha hecho con manipulación de unas cifras y desconocimiento de otras.  No tengo espacio aquí para rebatir otros infundios. Todavía, en lo que resta de la campaña, lanzaran más.  Sé que los están preparando.

Fajardo  tiene una vida monástica, no le gusta la salsa, no sabe bailar y bosteza temprano cuando, a veces, hace vida social. (Quizá sea bueno que los gobernantes sean así). Pero más importante me parece decir, ahora que hay quienes señalan de comunistas a quienes no son de la derecha extrema, que Fajardo no es de izquierda.  Si hubiese que clasificarlo en el espectro confuso de la política diría que es un  hombre de “extremo centro”. Le he escuchado repetidamente, que  debemos salir de encasillamientos inútiles que utilizan los magos del poder para mantenernos divididos y en trifulca. El Movimiento Compromiso Ciudadano ha logrado incluir a personas de diversos pensamientos y procedencias, porque se basa en unos principios, plantea soluciones,  y deja a un lado la hojarasca de las ideologías que impide ver la realidad.

Ya es común que personas de la vieja política se quiten la corbata, se remanguen la camisa, se disfracen de alternativos  y salgan a la calle.  Pero “aunque la mona se vista de seda….”.   Fajardo, como candidato de la Coalición Colombia, sigue caminando de bluyín por todos los rincones del país continuando la campaña que inició hace casi dos décadas.  Tiene una doble ventaja: ha gobernado con transparencia y con eficiencia,  no solo ha cumplido aquello de que los dineros públicos son dineros sagrados sino que sus resultados son sobresalientes.

Lo digo con  conocimiento –y con deseo-, una presidencia de Fajardo conviene a esta Colombia que reclama una autoridad buena y oportunidades para quienes viven en territorios recónditos  en los que el Estado ha estado ausente;  esta Colombia que requiere que el reverso de la página de la violencia sea la página de las oportunidades; que necesita  avanzar en una reconciliación que nos libere, con verdad y justicia, del dolor, esa ancla pesada que nos impide navegar.  En eso creo. En que Fajardo puede liderar un modelo de gobierno como los que ya aplicó como alcalde y gobernador, en el que la ética permita neutralizar la corrupción que arrebata progreso  a la sociedad entera; y en el que la estética, la cultura noble, se afiance en nuestra manera de ser, hacer y construir, que la belleza, de manera sencilla y amplia, potencie lo mejor de todos nosotros.

 

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