¿Serán aquellos silencios los que determinen qué candidato es el más idóneo?

¿Serán aquellos silencios los que determinen qué candidato es el más idóneo?

El próximo 27 de mayo lo sabremos

Por: Juan José Fajardo España
mayo 22, 2018
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¿Serán aquellos silencios los que determinen qué candidato es el más idóneo?
Foto: Leonardo Muñoz / EFE

Una de las formas más efectivas de detectar el fundamentalismo político de un individuo es la reacción a los hechos noticiosos, positivos o negativos, tanto de su candidato de preferencia como de los que rechaza y percibe como nocivos para la sociedad y el país en general.

Si se le preguntara a la mayoría de los individuos cuál es la postura más objetivamente acertada sobre una coyuntura, un fenómeno político o una noticia de actualidad señalarían que X o Z, que, curiosamente, coincide con la postura que ellos consideran es la correcta. Objetividad y lo que creo correcto van unidos de la mano. No se podría determinar a ciencia cierta cuál es la causa y cuál la consecuencia, o si la postura más acertada es la que determina a qué postura se inclina un individuo, o si es la postura la que determina el análisis más objetivo. Me inclinaré por la segunda opción.

Nuestro forma de ver el mundo, lo que consideramos correcto, incorrecto, noble, loable, dañino y peligroso está determinado por un marco de pensamiento que a su vez está determinado por una postura política en específico. Los ambientalistas consideran que los proyectos mineros traerán mayores males a las comunidades y al entorno que los rodea. Los conservadores que uno de los peligros que enfrenta la sociedad es la disolución de la familia tradicional. Los liberales que una contracción y regulación del libre mercado será, en últimas, perjudicial para todos, etc. Estas formas de ver el mundo, de alguna manera, se anteponen a la información que recibimos y la interpretan a partir de ciertos parámetros que descartan unas partes de los hechos noticiosos, y profundizan otras que son más relevantes.

En época electoral esto parece ser más evidente. Mientras consideramos como importantes y prioritarias unas cosas percibimos como irrelevantes otras. Y, curiosamente, las primeras por lo general ensalzan los candidatos que comparten nuestras posturas o resaltan los defectos de los contrincantes políticos, y las segundas, las que ignoramos, señalan los defectos de nuestro candidato. Si una noticia habla bien de mi candidato o habla mal del contradictor político, es digna de ser analizada. En cambio, si es una crítica, fundada o infundada, de mi candidato de preferencia es necesario rechazarla, dictaminarle el silencio absoluto.

Frente a lo segundo hemos decidido tomar una postura curiosa, pero que parece ser generalizada: el silencio. Sufre de importancia toda aquella información que pueda contradecir nuestras posturas o formas correctas de organizarnos como sociedad. No son relevantes, son inocuas, tendenciosas, mentirosas y, a lo mucho, jocosas. Son dignas solamente de un rechazo y olvido por parte de los ciudadanos. No merecen ni siquiera ser analizadas rigurosamente porque es evidente la finalidad maliciosa que encubren. Aunque es evidente que mucha de la información que circula por redes sociales no es fiel a la realidad, y con esto no quiero hacer una clase de apología a las fake news, la cuestión que salta a relucir es sí realmente la totalidad de esta información que catalogamos como "descartable" puede ser entendida como tal, o si es más bien la forma como percibimos el mundo, lo que consideramos como bien y como mal, en últimas, nuestra postura política, lo que, como un proceso automático, nos permite determinar que no es digna de llamar nuestra atención.

Ejemplos de dichos silencios hay muchos. El más paradigmático es el caso de Venezuela. Mientras hace unos años la izquierda en Colombia apoyaba el proyecto alternativo que se fungió en la mayoría de los países del cono sur, celebraban la independencia de los pueblos latinoamericanos a partir de una integración que tuviera en cuenta sus intereses particulares, hoy en día parece ser que eso se olvidó. Silencio total. Hoy una porción importante de la izquierda considera este tema irrelevante, que debemos dejar de prestar atención a problemas ajenos, concentrarnos en nuestros asuntos internos, que estamos peor nosotros, etc.

Hace unos meses se empezó a popularizar la idea que Gustavo Petro estaba siendo inflado en las encuestas para hacer más latente el riesgo de la llegada al poder del castrochavismo, con el ánimo que la ciudadanía, como en el plebiscito, saliera a votar asustada. Era una conspiración entre las élites políticas, económicas y de los medios de comunicación para favorecer un candidato en especial. Sin embargo, de un tiempo para acá las encuestas las lidera Duque. La tesis de la inflación de Petro se aplacó.

También sucedió el silencio en el otro espectro político. El Centro Democrático señaló varias veces que las elecciones a Congreso no podían ser transparentes si se tenía un grupo terrorista en la contienda. Los grandes réditos económicos que obtuvieron del narcotráfico les permitirían comprar las elecciones y lograr una victoria avasallante. Menos del 1 por ciento del electorado votó por las Farc. El Centro Democrático calló.

En otros países parece repetirse esta tendencia. El año pasado fue muy popular el caso de desaparición del activista mapuche Santiago Maldonado, en el marco de una protesta ciudadana, en Argentina. Algunos actores políticos y ciudadanos aseveraron firmemente que esto era un delito, de suma gravedad, perpetrado por el Estado, y las fuerzas oscuras del gobierno de Macri. Argentina había vuelto a los tristes años de la dictadura donde pensar diferente era un motivo para ser eliminado, afirmaban. Semanas después la justicia dictaminó que no fue asesinado y desaparecido por miembros de la Gendarmería, sino que Maldonado se ahogó en un lago. La idea de un gobierno dictatorial que reprime a la minoría se hundió en el silencio y se empezó a discutir y criticar otros aspectos de la sociedad, como si nada hubiera pasado.

El silencio también se puede observar en otras instancias, como son los medios de entretenimiento. A principios de este año se generó una crítica, que sumó centenares de adeptos, a cerca de la transmisión de una telenovela en el canal RCN sobre la vida de Jaime Garzón. Se aseveraba que un 'canal paramilitar' no podía contar la vida de uno de los personajes que el fenómeno del paramilitarismo se llevó. Era un insulto para la memoria de Garzón. Sin embargo, a medida que la novela fue transcurriendo y que lo que se relataba en ella casi que coincidía totalmente con la biografía de Garzón, la crítica mermó. El silencio imperó.

El silencio es utilizado en la política como una herramienta que permite aplacar las críticas a mis creencias. Eso, en últimas, es la posverdad. La confirmación de mis prejuicios. El silencio como forma de hacer caso omiso a lo que puede poner en duda mis creencias o afinidades. Sólo es digno de llamar mi atención lo que considero correcto.

Ad portas de una nueva elección presidencial esta cuestión se hace sumamente relevante. ¿Saldremos a votar confirmado unos prejuicios? ¿Serán aquellos silencios los que determinen qué candidato es el más idóneo? El próximo 27 de mayo lo sabremos.

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