La firma del acuerdo definitivo de paz entre el gobierno y las Farc en La Habana y la posterior orden presidencial de cese definitivo al fuego a partir del próximo lunes 29 de agosto a las cero horas, nos hace pensar que estamos al comienzo del fin de los ataques, de las voladuras de torres, de oleoductos, de los secuestros, extorsiones, asesinatos, desplazamientos forzados, incertidumbre, pescas milagrosas, tensión, los tatucos, el miedo generalizado, es decir, tal parece que estamos llegando al punto en el cual la paz se entiende como el poder volver a pescar de noche, como metafóricamente la definió el Maestro Darío Echandía.
El Caquetá indudablemente es una de las regiones del país más afectadas por la violencia, con uno de los mayores porcentajes de desplazamiento forzado, con los magnicidios que implicaron los asesinatos de dos gobernadores en ejercicio, tres parlamentarios, una familia completa, como lo fue el caso de Los Turbay al norte del departamento, con tomas guerrilleras en municipios como Valparaíso y El Doncello, con quemas de vehículos en paros armados, con voladuras de torres de energía, con el taponamiento de la vía que lo comunica con el interior del país generando graves pérdidas económicas, etc; no sin razón en el departamento se asientan tres concentraciones guerrilleras: la campamentaria de San Vicente del Caguán y las concentraciones de Cartagena del Chairá y la vereda El Carmen, Inspección de El Triunfo en el municipio de La Montañita.
En el necesario debate que se abre a nivel nacional por la firma del acuerdo definitivo y por el plebiscito del próximo 2 de octubre, habrá toda clase de ataques y defensas a la firma y al gobierno nacional, en especial al presidente Santos, quien tiene muy escaso margen de favorabilidad pero que paradójicamente, tiene gran aceptación en lo que se refiere a su política de paz y a los logros obtenidos gracias a su persistencia; eso se evidencia en la forma cómo se manifiesta la gente de los pueblos más afectados por la violencia; sin ser santistas en lo más mínimo, es justo reconocer que en su gran mayoría la gente quiere la paz y a eso muy seguramente le apostarán el 2 de octubre.
Desde ya se critican las concesiones hechas a la guerrilla, en especial las ayudas económicas y las curules en el congreso, que al comienzo solo serán con voz pero sin voto; pero sin ayudas económicas no se puede pretender que alguien estigmatizado por la sociedad pueda conseguir un empleo o montar un negocio de la noche a la mañana; si no tiene con qué subsistir, necesariamente tendrá que delinquir, y las curules son un paso doloroso pero necesario para incorporar poco a poco a las Farc al juego democrático nacional.
Existen muchas dudas que no sabemos si se podrán solucionar definitiva o parcialmente, tales como lo relacionado con el cambio de estrategias para combatir el narcotráfico, la reforma rural que no da espera porque el campesino colombiano ya no puede ser vilipendiado o violentado como sucedió hace pocos días en el Caquetá, en la resistencia civil a las petroleras, el cumplimento estricto del desarme en 180 días, el resarcimiento a las víctimas y la no repetición; el cese de cualquier tipo de persecución política de la derecha como sucedió con La Unión Patriótica y El M19, en fin, hay mucha tela por cortar. Pero lo que sí es cierto es que los colombianos en general y los caqueteños en particular, esperamos ansiosos volver a pescar de noche para convencernos de que la paz es un hecho real y que nuestro hijos solo volverán a ver la guerra en los libros de historia.