El COVID-19 ha puesto en jaque al sistema de justicia colombiano, que ha suspendido términos debido al aislamiento decretado por el gobierno. Uno creería que viviendo en la época de la tecnología y viendo como varios sectores rápidamente han implementado el teletrabajo, nuestro pilar central de un Estado social de derecho lo ha hecho también. Sin embargo, aunque vivimos en una era de grandes desarrollos tecnológicos y científicos, como los carros eléctricos, las criptomonedas o incluso la posibilidad de hacer carne en un laboratorio, nos hemos quedado atrás en algo tan crucial y fundamental como la posibilidad que frente a una crisis como esta los jueces y magistrados puedan seguir desde su casa permitiendo la continuidad operativa de uno de los pilares de nuestra sociedad: la institución que vela por los derechos de los colombianos.
Cabe resaltar que el sistema judicial colombiano es un sistema saturado en donde, por ejemplo, se ha tenido que crear la figura de los juzgados de descongestión a través de la reforma del equilibrio de poderes como algo provisional para aliviar el aumento exponencial del número de procesos que llega a diario, pero debido a la alta congestión se ha vuelto una figura permanente. Además, en la Corte Constitucional se radican aproximadamente 2.700 diarias, que deben ser categorizadas, filtradas y revisadas por judicantes con pocos minutos por tutela para lograr aliviar la carga diaria y hacérselas llegar a la sala plena de la Corte. Siendo así, y viendo que los especialistas en el tema han intentado ayudar al sistema para que sea más efectivo, hay algo que está fallando. ¿Será que los abogados tenemos que dejar de tener el monopolio de la justicia? La clave está en lograr desarrollar sistemas de ayuda mutua que se alimenten de la interdisciplinariedad haciendo que como abogados nos salgamos de nuestra zona de confort.
No soy la única ni menos la primera en caer en cuenta de la importancia de la interdisciplinariedad para trabajar en problemas concretos de la administración de la justicia. Encontramos autores como Margaret Hagan y su libro sobre la importancia del legal design, un proyecto del BID para la implementación de expedientes digitales e incluso a iniciativas locales como el Laboratorio de Diseño para la justicia de la Facultad de Derecho, Ingeniería de Sistemas y de Diseño de la Universidad de los Andes, que desarrolla iniciativas en la resolución concretos de la administración de justicia. En particular, yo hago parte de uno centrado a la implementación de un prototipo de expediente digital para la Corte Constitucional con herramientas como dinámica de sistemas, pensamiento sistémico, diseño participativo y legal design junto con mis compañeros de Ingeniería Industrial y Diseño (Andrea Álvarez Tibavizco, Erika Aldana, Isaac Corona, Juana Camila Rodríguez, Katherine Schifino, María Alejandra Salazar y Natalia Aranguren). Creemos que con estas iniciativas podríamos descongestionar el sistema de tutelas convirtiéndolo en un sistema más eficiente y robusto.
¿Qué nos enseña esto? Pensemos en una anécdota antropológica respecto a la civilización, que está en el libro de Ira Byock de medicina paliativa, en la que se le pregunta a Margaret Mead cuál era el primer signo de civilización. La antropóloga enfatiza que el primer signo fue cuando se encontró a un fémur que había sido quebrado, pero luego curado, evidenciando que alguien le había curado y cuidado de él. Siendo así, la anécdota dice que cuando se ayuda a otra persona es donde comienza la civilización, y cuidarnos y ser ciudadanos es lo que sostiene a la sociedad. ¿Dónde podemos encontrar el fémur roto que debe ser curado? Sin duda saliéndonos de nuestra zona de confort y no dar cosas por sentado, como por ejemplo, que el sistema es como es y no hay nada que se puede hacer para cambiarlo.
Finalmente, aunque esta crisis nos ha impactado de cierta manera a todos, sin duda nos está abriendo las puertas a replantear el modus operandi de nuestra sociedad y ser conscientes de la necesidad de este cuidado mutuo podría evitar que, ante momentos de crisis como el actual, vuelva a desmoronarse una institución democrática tan crucial como el sistema de justicia.