¡No deja de sorprender Uribe, el todopoderoso dueño del Equipo Colombia! Le acaba de meter gol al presidente que él mismo contrató, entrenó, impuso, etc., y con mucho ingenio olvidó colocar un guardameta.
¡Maquiavélico! El fin justifica los medios y todo lo que se destruye en el camino se convierte en “daño colateral” o “gajes del oficio”.
¡Increíble el sancocho que cocina Uribe para los colombianos y me recuerda al aprendiz de brujo de la película Fantasía, con la diferencia de que aquí el chef no es un ratoncito y sabe muy bien qué ingredientes cocina para lograr la intoxicación masiva y luego emerger nuevamente como mago salvador con una propuesta para curar la diarrea epidémica!
¿Será que yo soy la única colombiana que cree que Uribe fue quien le ordenó a Duque quedarse quieto ante los disturbios del primer día del paro?, ¿del segundo?, ¿del tercero? El gobierno tenía la obligación constitucional de respetar la protesta pacífica (y además justa), pero también tenía la obligación de defender la ciudadanía, los bienes, tanto públicos como privados, y no hizo nada. ¡Ni siquiera protegió a los policías, unos pocos ubicados como carnada para que fueran atacados y que al defenderse hirieran susceptibilidades de derechos humanos!
Se vendió la patria por treinta monedas de plata nuevamente y la pregunta del millón es, “todo el caos, destrucción, daños en los sistemas de transporte, etc., eran necesarios para aterrorizar a los colombianos y asegurar unas elecciones?”
Todo fríamente calculado, una reforma tributaria absurda en un momento histórico de incertidumbre que sabían de antemano la indignación que causaría, otro ingrediente importante del sancocho maligno.
Se indigna Fernando Londoño por la ausencia de respuesta de Duque y, fúrico, exige su renuncia. La vicepresidenta defiende a Duque. ¡Uribe rezonga! ¡Todos contra uno y uno contra todos! ¡La mezcla de hierbas aromáticas para la sopa comienza a oler! ¡El olor causa confusión, huele raro pero hay hambre!
Mientras tanto el Equipo Colombia recibe los primeros auxilios a las heridas recibidas. El acetaminofén baratico comienza a aliviar el dolor de estómago y el arrocito que logró atravesar bloqueos calma un poco la diarrea.
¿Será que cambiamos de menú, de cocinero, de ingredientes y de restaurante? ¡La esperanza, lo último que se pierde!