El dilema de ser cura: probar (y tener que abandonar) las mieles del amor

El dilema de ser cura: probar (y tener que abandonar) las mieles del amor

"Cada tanto cruzo, por pura casualidad, algún alma que pareciera completar la mía. A veces ha pasado lo inevitable: que al amor se le da alas..."

Por: Un cura
enero 28, 2022
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El dilema de ser cura: probar (y tener que abandonar) las mieles del amor
Foto: Pixabay

Y si yo pudiera volverte a ver
Te abrazaría callada
Y voltearía la cara
Ya me sé cómo acaba
Yo ya sé cómo se acaba

(Cómo acaba)
Elsa y Elmar

Hace un par de meses se acabó la relación. ¿Era amor? No había razón para que no lo fuera. El problema es que no era la primera vez que sucedía. Creo que ya sabía como se debería acabar, tal como lo dice Elsa y Elmar en su canción.

Es frustrante, sí, saber que no puedes hacer continuar una relación por la simple razón de que eres cura. Muchos dirán: “Pues que se salga”. Otros: “¿No es el amor de su Dios mas grande?”, dicen. Dicen eso y mucho más.

Seguramente no a todos los curas les pasa lo mismo, pero a mí me pasa. Conozco personas maravillosas, con las cuales quisiera hacer planes a futuro. Es verdad, por mi trabajo conozco a decenas de personas, la mayoría maravillosas.

Pero cada tanto cruzo, por pura casualidad, algún alma que pareciera completar la mía. A veces ha pasado lo inevitable: que al amor se le da alas. Que se viva, que se le de rienda suelta a un sentimiento tan hermoso y noble.

Seguro no hay nada de reprochable en ello, al fin y al cabo el Dios que predica la institución es un Dios de amor, ¿no? Sin embargo, llega un momento en que todo tiene que acabar. Por el lado mas fino se quiebra la cuerda: un traslado, un golpe de realismo, un grito de auxilio. Y se termina. Y viene la frustración y el llanto y la pena.

–¡Cuelgue los hábitos!, podría exclamar alguna voz, casi en modo imperativo. Pero no es así de simple. Ciertamente el amor de una vocación como la de ser cura, no es del mismo tipo que el amor hacia una persona. Son dos amores distintos, y ciertamente no incompatibles.

Pero cuánta angustia hay cuando se tiene que optar por uno de los dos. Sin ser incompatibles, tampoco se pueden compaginar tan armónicamente. Por lo menos para un cura católico de nuestro tiempo.

Y viene la frustración de no poder guardar dos amores tan sublimes. Y aunque esto no es un reclamo ni un manifiesto contra la institución, sí es un clamor del fondo del alma. Simplemente porque en la mayoría de los casos, “yo ya sé cómo se acaba”.

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