Surge esta columna ante el “dolor de patria” que me produce la crisis de Hidroituango, (la escribo hoy miércoles 6 junio 2018) y para hacer la lista corta, por la falta de unidad de la ciudadanía en torno al país, dejándose llevar por la polarización política. Si hablamos del mundo, las tragedias por las erupciones volcánicas también conmueven. El resto…, ni hablar.
Ser positivo en un mundo convulsionado es simple cuestión de salud física y mental; de crear bienestar; de mantener la alegría. Sí, eso es ser positivo –resiliente- ante un mundo tan convulsionado. Lo que sé (puede haber otras versiones) es que el término resiliencia nació con la física de los materiales, para denominar a aquellos que luego de aplicarles fuerzas que los deformaban, volvían a su estado natural cuando dichas fuerzas cesaban. Luego lo adoptó la psicología y de allí todo el que cree en que el desarrollo humano –positivo- es una realidad tangible. No solo una posibilidad, sino una decisión en la vida, un compromiso consigo mismo.
Recuerdo la historia del caminante por la playa que ante una calamidad de estrellas de mar, cientos de ellas atascadas en la arena, va tomando de a una, devolviéndola al mar. Los demás lo miran con curiosidad y con un “Qué cree que hace, no puede salvarlas a todas”. Hace su parte. Hacer nuestra parte es lo que nos resta ante tanta enfermedad social, (pasar por encima de los demás, quitar oportunidades, crear miedo, deforestar, corrupción, asesinatos, etcétera) resumida en la pérdida de valores humanos.
Me costaba trabajo creer que hacía mi parte con estos escritos, hasta que personas, poco o nada conocidas, me alientan a seguir con ellos –los escritos-, dada la reflexión a que los lleva y el bienestar que sienten. Por lo mismo volví a diseñar mi página web www.lamisiondelalma.com y creé Facebook con el mismo nombre. Las2orillas me solicitó grabar en video estas columnas y creo ha sido exitoso. Ya estoy abriendo un canal de Youtube para ello también. Hago mi parte.
Reconocer que la mayoría de las personas, la grandísima mayoría hace su parte, conforta. Ver a los desplazados que no solo piden, sino que aportan a la crisis, renueva la fe en la humanidad. Y aquellos que se quedan solo pidiendo, ya aunque sea, tienen el coraje de esperar a pasar el mal tiempo para luego rehacer su vida. Los rescatistas, los gestores ante la crisis, quienes se encargan de la logística, son humanos comprometidos. Crean salud y bienestar. De allí esta columna que aunque no hable de la enfermedad personal, habla del malestar y el bienestar comunitario.
Sigo siendo idealista, y creo que hacer nuestra parte es realmente un deber al que nos comprometemos por el solo hecho de haber nacido.