El programa bandera del Ministerio de Educación, SER PILO PAGA, se ha vendido como la salvación para miles de jóvenes de estratos 1 y 2 que no pueden acceder a la educación superior. El Gobierno Nacional ha hecho énfasis que con este programa se dará un gran paso en la meta de hacer de Colombia 'la más educada' de América Latina.
Escuchaba hace pocos días un informe de un medio de comunicación sobre educación superior, en donde más mal que bien se aplaudió el programa, dándose a entender que se recomendaba la puesta en escena de más recursos para este; de la misma manera se hizo énfasis en la necesidad de apoyar al ICETEX en su 'heroica' labor de prestar dinero para que los jóvenes en Colombia puedan acceder a la educación superior.
El gran problema es que no se entiende a la educación ni como un proceso, ni como una gran ventana para el gran salto social que debe dar Colombia: disminuir la desigualdad y garantizar una mejor calidad de vida para todos los que vivimos aquí.
La educación superior es solo el penúltimo eslabón de la cadena; digo penúltimo porque es claro que los profesionales no se conforman ahora con su título profesional, sino que continúan en la formación posgraduada, y no propiamente por vocación. Los últimos estudios salariales demuestran que un profesional con estudios de posgrado tiene acceso a mejores retribuciones salariales (que a veces son tan paupérrimas que da pena nombrarlas), así que Colombia tiene que comenzar a pensar en su formación posgradual, que en unos años será otro dolor de cabeza si seguimos en este camino.
Pero es más preocupante la situación con el eslabón anterior, la educación básica primaria, básica secundaria y media vocacional, en otras palabras, el bachillerato. Y es aquí donde SER PILO PAGA entra a jugar un papel protagónico. Hasta antes del 2014, el examen Saber 11 o Examen de Estado, no importaba un carajo para los bachilleres, pues solo era un requisito de grado. Eso sí, servía “supuestamente” para examinar si el estudiante cumplía con los requerimientos vocacionales que requería antes de ingresar a su formación profesional. Ahora, Saber 11 es un concurso más que un examen, que le puede garantizar el acceso a la educación superior a una persona de “escasos recursos”. Siendo sinceros, SER PILO PAGA se creó para que los pobres no se quejen de que pueden acceder a la educación superior (y con las proyecciones actuales, también será la excusa para el acceso a la Universidad de la clase media). Aquí hay un claro problema, la calidad de la educación en los colegios, en especial en los colegios de estratos 1, 2 y 3, colegios públicos en su mayoría, no es la mejor. Con esta calidad de educación, difícilmente puede garantizarse la imparcialidad en el concurso Saber 11 (así se quiera enmascarar la desigualdad a través de la meritocracia).
Pasemos ahora a la educación preescolar; la más importante de todas. El Gobierno se conformó con la gratuidad y cobertura, pero de nuevo ¿dónde está la calidad? El presidente Santos estableció a la Educación como un pilar de su Gobierno, aseguró un mejoramiento de la calidad, del acceso, de la cobertura, pero la historia es muy diferente en los estratos bajos, en los estratos medios, en los estratos altos y en la población rural. Cada sectorización social tiene distintas clases de educación recibida, que se ve reflejada en las oportunidades que tienen posteriormente en la vida. Todo comienza desde la educación preescolar, aquella que forma a los ciudadanos en valores y conocimientos básicos de convivencia, la que siembra la ética, la responsabilidad, el respeto, la disciplina y la sana convivencia. Pues bien, preescolar aquí es visto como un sitio donde dejar al niño, alguien quien lo cuide y que le enseñe a escribir, los números y canciones infantiles; claro eso sí, para los de “escasos recursos”.
Y no quiero hablar de los salarios de los maestros, porque ya es claro en este país sin memoria que los profesores ganan algo más que el mínimo, y así les exigen que se especialicen, se formen y atiendan a 40 niños o jóvenes al tiempo. De ahí parte el dilema fundamental de nuestra educación: calidad. Educación preescolar, básica primaria, secundaria y media vocacional, superior y posgradual, todas de pésima calidad y poco comparables con los estándares internacionales, o sino, recordemos el penoso episodio de las pruebas PISA.
¿Por qué decimos educación de pésima calidad? Calidad podría entenderse en educación por dos factores en resumen (y espero que no me critiquen los pedagogos): método y recursos. El método educativo es muy complejo, y muchas cosas deben cambiar, pero para cambiar el método y garantizar el funcionamiento, la educación necesita recursos, de todo tipo. Ya me dirán quienes están a favor del Gobierno que ningún otro ha invertido tanto en educación en los últimos años. Ya dirán que el 18,6% del PIB se asignó a educación. Ya dirán que los recursos sobran.
Pero eso no es así. No cuando los recursos están mal invertidos, mal gestionados y mal vigilados. No cuando sigue existiendo un sistema educativo privado, sin estandarización estatal y con poco control de sus quehaceres. No cuando el sistema público de educación sigue con poca fiscalización, bajos niveles de recursos humanos, pobre infraestructura y mucha influencia política.
Colombia debería repensar el modelo educativo. Debería entenderse que la educación es un derecho-servicio de carácter estatal, donde prevalece lo público; educar a todos bajos los mismos estándares y con las mismas oportunidades es el gran paso que garantiza una sociedad equitativa; somos aún los reyes latinoamericanos de la desigualdad, del abismo social. La educación es la única medicina realmente efectiva contra este mal, causante por cierto de nuestra guerra, nuestra violencia, nuestro mal comportamiento cívico y nuestra corrupción.
Quiero cerrar con los recursos girados al programa SER PILO PAGA. A 2016 las proyecciones dictan 529 mil millones de pesos. De esos recursos, tan sólo el 15% llegará a las Universidades Públicas. Un programa como SER PILO PAGA sencillamente no puede ser bueno si se paga a la Universidad Privada para que cumpla el papel de la Universidad Pública. Esto sencillamente demuestra que ni siquiera el Estado confía en la calidad de su sistema público de educación.