Hace poco leí un articulo donde el encabezado decía algo como Ser mujer en Colombia es difícil.
En realidad, en Colombia, lo difícil no es ser mujer, lo verdaderamente difícil es ser loco o estarlo. Hace un año llevaba una bitácora en YouTube donde exponía mi trastorno bipolar y hablaba a diario de cómo me sentía un día en específico. El proyecto duró poco. Como casi todo lo que un bipolar emprende, fracasó. Tal vez me dejé llevar por la inseguridad y la pena que por esa época me llevaba hasta el fondo.
Volviendo al tema de lo difícil, no escribo como mujer, no me voy a meter en mi género, ya que como yo hay muchos más, hombres, mujeres, niños y niñas, ancianos, etc. Si bien sabemos que la violencia de género o contra la mujer es pan de cada día, la violencia la vivimos todos, no importa el género.
¿Qué me llevó a escribir sobre esto? Pues... fui victima de acoso y discriminación en mi trabajo, más de un año en batallas, hospitalizaciones, crisis depresivas, de manía, autoagresión, ahogo, ira y finalmente desesperanza. Toqué varias puertas, recurrí a la ley, al ministerio y pasé derechos de petición para de alguna manera proteger mis derechos. ¿Pueden adivinar que pasó? Absolutamente nada, lamentablemente la situación fue cada vez más difícil, llegué al punto en que ni sueldo tenía porque se negaban a recibir mis incapacidades.
Dentro de mi investigación de fundaciones que pudieran ayudarme con mi problema de acoso, encontré en internet una fundación para la mujer (que no mencionaré), donde supuestamente brindan apoyo a mujeres víctimas de violencia y conflicto. Lo que pude entender era que la ayuda solo está disponible si eres una mujer violentada en casa por manos de un esposo abusivo, si eres afrodescenciente o homosexual, no hay nada para mujeres que estamos diagnosticadas con enfermedades mentales, como yo.
Me pareció absurdo, no me dieron muchas opciones, por no decir que ninguna. Lo anterior, por la sencilla razón de que la locura en este país sigue siendo tabú y nadie habla de ella. Sin embargo, los que queremos ayuda y batallamos para asegurar nuestros derechos debemos echarnos para atrás porque no hay nada para nosotros, no hay posibilidades, no hay derechos, no hay ley. Para la sociedad la locura es mala, no se puede tocar ese tema. Vivimos estigmatizados y somos rechazados incluso por nuestras familias. Los que tienen familias adineradas y que viven del que dirán medio apoyan a sus hijos y no los abandonan por evitar criticas, para manejar todo bajo una red de engaños y apariencias. Pero, ahí viene lo malo o lo triste, y es que las personas pobres, que no cuentan con recursos para tener tratamiento, medicación, terapias y conocimiento de la enfermedad, son las que terminan en las calles, desechas por las drogas, en la prostitución, el crimen y la muerte.
Los que tenemos conocimiento de esta enfermedad y de otras que comparten síntomas somos conscientes de que somos enfermos mentales y tenemos tendencias a ser drogadictos, alcohólicos y promiscuos. Todo esto como escape del dolor de una depresión, del furor de una manía. Ser loco no es fácil y mucho menos hablar de la locura como si estuviéramos hablando de una enfermedad cualquiera, como la diabetes por ejemplo.
En Colombia cuando se habla de locura, la que sea (trastorno bipolar, esquizofrenia, toc), las palabras que automáticamente son disparadas a la mente del que está escuchando son "peligro, muerte, suicidio". ¿Es justo que seamos etiquetados sin siquiera defender nuestra humanidad? Yo creo que no. ¿Es esto violencia?, ¿qué necesitamos para ser reconocidos como personas y hacer parte de una comunidad que sea defendida como los afrodecendientes o la comunidad LGTBI?
Al investigar en periódicos, redes sociales y blogs personales encontré algo que dijo Gloria Nieto, presidenta de la Asociación Colombiana de Personas con Esquizofrenia, esto fue: “Sabemos que muchos nunca han pedido ayuda, no han sido detectados o se han encontrado en su primera consulta con un diagnóstico errado de médicos que desconocen por completo los síntomas”. También agregó: “El estigma no permite que se hable de frente sobre la enfermedad mental. Se calla, se oculta, no se visibiliza por el sistema de salud, ni por la sociedad”.
Por su parte, otra experta, Luisa Marina Carrillo, directora de la Fundación Unidos contra la Depresión, explica que esto ocurre porque las situaciones de riesgo no son atendidas a tiempo. “En las mujeres, factores como la codependencia, la violencia intrafamiliar, el divorcio o los problemas económicos pueden degenerar en episodios de depresión que desembocan en situaciones lesivas”.
Lo cierto es que la enfermedad mental, la que sea, no respeta género, no distingue entre edad, religión o raza. Lo que hace la diferencia entre unos y otros es que los que tienen platica pueden invertir en tratamientos, esconder su condición y vivir una vida más o menos aceptable sin hablar nunca de la locura, pero los que no qué, ¿ah?
Hoy yo estoy haciendo lo que puedo, escogí no tener tratamiento porque me encontraba embarazada y mi prioridad era traer a mi bebé sano. De todas formas, drogarme con Lorazepam no hubiera desaparecido el acoso y el maltrato donde trabajaba, porque los que me querían hacer desaparecer eran otros, no mi enfermedad. Por eso no temo en hablar de mi trastorno, no lo oculto o lo disfrazo. Yo peleo por una causa, una vida digna y justa.
Dejé mi empleo en dicha compañía en agosto del año pasado, decidí renunciar porque tenía ataques constantes de miedo, ansiedad y llanto ante la impotencia de esta sociedad. Toqué muchas puertas y no encontré ayuda.
Juzguen ustedes.