Una mirada al mundo del trabajo y su relación con la juventud, representa un ejercicio necesario en nuestras sociedades, para reflexionar sobre el tiempo presente y comprender la perspectiva de futuro que nace de la actual situación.
En términos generales, existe una inquietante contradicción entre las expectativas de vida de la juventud, y la realidad socioeconómica que la mayoría de jóvenes tienen que soportar.
Ser joven hoy es asumir, con preocupación y desventaja, el fenómeno del desempleo y la informalidad laboral.
América Latina tiene 108 millones de jóvenes entre 15 y 24 años de edad, de los cuales el 13,9 % (15 millones) padecen el desempleo, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 2013, y el 55,6 % de los ocupados se encuentran en condiciones de informalidad, lo cual ha generado expresiones de movilización ciudadana en los países de la región, y ha despertado la preocupación de los gobiernos con distintos matices de acción; algunos lo ven como un asunto de gobernabilidad y estabilidad institucional, y otroS como una oportunidad de inclusión social y desarrollo democrático.
Colombia no es ajena a esta situación, en el país, el 47 % de los desempleados son jóvenes, y la tasa de desempleo juvenil es del 15,7 %, de acuerdo con el boletín técnico de mayo del Dane; es decir, dos puntos porcentuales por encima del promedio regional. Un estimado de 1.993.800 personas carecen de oportunidades para ejercer sus derechos a plenitud.
La situación es más difícil, si se examina la tasa de participación en relación con la equidad de género: el 21,1 % (1.311.921) de las mujeres jóvenes están desempleadas, y el 11,7 % (758.362) de hombres jóvenes no encuentran oportunidades laborales. Este es un claro síntoma de exclusión y desigualdad del sistema laboral colombiano.
Esta situación, refleja en cierto sentido las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes a la hora de buscar trabajo e iniciar su vida laboral.
De igual manera, expresa la actitud política desinteresada de los gobiernos por reconocer el problema social y encontrar alternativas decentes e integrales al mismo.
La falta de oportunidades para la juventud profundiza la pobreza y la desigualdad social, así como también se convierte en el caldo de cultivo para que afloren múltiples problemas de índole social. Un país que no reconoce en la juventud una posibilidad de futuro y esperanza, es un país destinado al atraso.
En este sentido, el desempleo juvenil y la informalidad laboral deben ser asuntos de primer orden en la agenda pública, lo cual implica discutir y transformar la política económica y juvenil con los actores directamente afectados.
Ante este panorama, defender la generación de empleo decente, implica defender la economía nacional y los sectores dinamizadores de trabajo productivo, tal como la industria y el agro.
Derrotar el desaliento y la frustración de la informalidad disfrazada de “emprenderismo juvenil” es una condición necesaria para lograr la inclusión de la juventud a la vida económica-productiva nacional.
Así mismo, las nuevas ciudadanías, y principalmente la juventud colombiana, deben avanzar en posicionar ante la opinión pública nacional el reconocimiento y la garantía del trabajo en condiciones de dignidad como un derecho humano fundamental, y demandar de las instituciones, la adopción de políticas específicas destinadas a mejorar sus oportunidades en el mercado de trabajo.
En síntesis, apostar por un país mejor compromete a la juventud y al trabajo decente como una oportunidad de futuro.
Jorge Eduardo Díaz
Twitter: @JorgeEduDiaz
Estudiante Facultad de Ciencias Agrarias, Universidad Nacional de Colombia. Miembro de la plataforma política Somos Ciudadanos.